Un Ángel Para El Mafioso
Un Ángel Para El Mafioso
Por: Kleo M. Soto
Capítulo 1

COLETTE BAKER

No puedo distinguir su rostro con claridad, la oscuridad que nos rodea hace imposible la tarea, sus manos recorren mi cuerpo con ansia animal, el latir de mi corazón se eleva con el paso de los segundos, sus besos son regados por cada espacio de mi piel y justo cuando siento que todo será lento, no lo es, la embestida final que rompe la barrera hace que grite de dolor, me aferro a sus hombros en un momento de escape. 

Estoy tan aturdida con las olas de placer, que me cuesta detener su ritmo. 

—Me duele —me quejo. 

—Shhh —es apenas un susurro débil que no distingo. 

Entra y sale de mí en medio de un vaivén de emociones, jadeo mientras me penetra hasta que termina por correrse en mi interior. Dejándome llena y feliz, porque le amo, porque Harvey es todo lo que necesito en esta vida. 

9 MESES DESPUES

El agudo aguijón que atraviesa mi pecho, comprime el aire a mi alrededor y lo convierte en una sofocante neblina.

—No lo dirás en serio, Harvey —mi voz tiende de un hilo al tiempo que mis ojos se empapan de lágrimas.

—Hablo muy en serio —vocifera tirando de mi brazo con fuerza, zarandeando mi cuerpo como si quisiera que reaccionara—. ¡Si no abortas, firmarás los papeles del divorcio ahora mismo, ya no lo soporto más, tú decides!

—¿Abortar? ¿Te has vuelto loco? —mi tono angustioso hace que una corriente eléctrica recorra mi espina dorsal.

Desciendo la mirada, pensando en las razones por las que ha llegado a esta conclusión, pero no encuentro ninguna que avale su comportamiento, sé que no hemos sido muy unidos después de la luna de miel, casi no lo veo por su exceso de trabajo, incluso desaparece por meses enteros al viajar a otros países, la noche en la que preparé una exquisita cena para darle la noticia de mi embarazo, no pareció darle importancia, y desde ese día, me ha estado ignorando por completo.

—Harvey, hablemos con calma —un dolor sordo en mi cráneo irradia sobre mi lado izquierdo, el comienzo de una jaqueca—. ¿Cómo puedes decir algo como esto? Es tu hijo.

—¡No hay nada de que hablar! Las cosas son tan sencillas como tomar una decisión, Colette —brama con los ojos desorbitados de rabia—. ¡O abortas o me das el divorcio si decides tener a ese bebé!

El zumbido silencioso en mis oídos se intensifica con la suficiente potencia como para agregar un dolor agudo en mi pecho. No me puede decir eso, no ahora que tengo ocho meses de embarazo, perder al bebé por medio de un aborto, no se puede. Y ni siquiera se cruza por mi mente la idea de aceptar semejante atrocidad.

Dejo escapar un suspiro tembloroso, no me siento bien, cuando me casé con él, tenía la esperanza de que darle un hijo lo haría feliz, estaba equivocada. Con un movimiento de cabeza, vuelco mi atención hacia él, le amo, no obstante, amo más a mi hijo. Cierro los ojos por un segundo, a través de mis párpados pesados trato de concentrarme en romper mis pensamientos.

—No lo haré —digo con firmeza.

El rostro de Harvey se descompone en una mueca de enfado y al mismo tiempo, alivio.

—¿Qué? —pregunta con la indignación bailando en su mirada.

—Lo que escuchaste, no voy a abortar, tampoco voy a firmar el divorcio, nunca te he faltado, he sido una buena esposa, y lo que dices y pides, no tiene ningún sentido —un destello de irritación arde bajo mi piel—. Hablaré con tus padres sobre esto, ¡ellos no van a permitir que mates a su propio nieto, su sangre!

En un momento lo tengo sobre mí, su agarre sobre mi brazo es demasiado fuerte, incluso pienso que me romperá el hueso, el miedo acelera mis pulsaciones, mi cabeza aguijonea, las palabras de dolor se me atoran en la garganta sin poder romper en mis labios helados.

—¡Estás loca, toma una m*****a decisión, aborto o divorcio! —grita con su postura defensiva habitual.

Mis ojos queman con lágrimas que se derraman por mis mejillas, al tiempo que levanta la mano y me abofetea en el rostro, la incertidumbre me golpea más fuerte, sus palabras siguen martilleando en mi cabeza, sirviendo como un comodín a su ataque, mi labio inferior tiembla, la mitad del rostro me arde, pierdo el equilibrio y casi caigo de bruces contra el suelo.

—¿Qué te sucede? —sacudo la cabeza frenéticamente—. ¿Cuál es el problema? Se trata de tu hijo, soy tu esposa, yo te amo…

Sin poder contener por más tiempo mis lágrimas y el llanto, dejo escapar un chillido de dolor, me casé por amor, este bebé es fruto de eso, soy buena esposa, jamás he faltado a nada, ¿por qué no solo me ama como lo amo?

—¡Deja de mentir! —Harvey estalla en cólera—. ¡¿Acaso crees que soy ciego o tonto?! Ese hijo no es mío, el día de nuestra luna de miel, te esperé toda la puta noche, a la mañana siguiente, me enteré por la recepcionista que saliste por la puerta adyacente a la que era nuestra, luego de un par de meses me dices que has salido embarazada, ¿no te dice nada eso? ¡Eres una asquerosa guarra!

La piel se me eriza en cuanto sus palabras se filtran en mi cabeza, la impresión de su revelación se multiplica por segundos, aumentando y llenando de terror mi ser.

—¡Eso es imposible! —un latido débil se incrusta bajo mis huesos—. ¡No puedo estar embarazada de otro, esto… debe ser un error! Yo me acosté contigo, te entregué mi virginidad.

—¡Noticia de última hora, Colette, no es cierto! —su voz resuena por toda la habitación—. Jamás te he tocado, ¡Desde el momento en el que supe que estabas embarazada, tuve un plan, solo me bastó esperar a que tu barriga creciera, quería que tus esperanzas crecieran cada día bajo la ilusión de la familia feliz, para después destruirte por la falta que me hiciste!

Una sensación de frío recorre mi piel, retrocedo al notar como un hormigueo arrastra todo mi cuerpo.

—Durante ocho meses he soportado verte feliz, embarazada de otro, mientras la humillación me ahoga a cada segundo, mi dignidad de hombre no me permite seguir aguantando otro día más —apunta—. ¡O te deshaces de ese niño que cargas en el vientre y olvido todo, empezando de nuevo, o te largas con él luego de firmarme los papeles del divorcio!

Un grito sale volando de mi garganta y me tambaleo hacia atrás, agarrando mi vientre con ambas manos, al sentir una punzada fuerte que me hace doblar del dolor.

—¡Eres un monstruo, Harvey! —con los ojos cerrados exhalo un suspiro.

—¡Ya me he cansado de esto, aborta o firma! Ah, y una cosa más, firmes o no, quiero que te quede clara una cosa —rodea mi cuello con una mano para que le mire a los ojos—. ¡Mi familia ya no te dará ninguna ayuda económica, y tu tío ni tus primos, ya no obtendrán un solo peso de mi fortuna!

Hablar con Harvey ya no tiene ningún sentido, por lo que recogiendo lo poco que queda de mí, elijo lo que más amo en el vida.

—Firmaré el divorcio —las lágrimas calientes ruedan por mis mejillas, haciendo que el corazón se me rompa.

Harvey relaja el cuerpo y desliza sobre la superficie de su escritorio, el documento, dejando un bolígrafo sobre este, con manos temblorosas lo tomo y firmo.

Y con esto se marcha, dejándome sola, deshaciéndose de mí como si nunca hubiera sido importante para él desde el principio.

El hombre con el que había planeado un matrimonio lleno de prosperidad, era el mismo que me había dado la espalda, la mentira que usó Harvey para deshacerse de mí, es lo que más me duele, ¿cómo me puede decir que este hijo no es de él? Cuando está claro que en nuestra luna de miel me entregué por completo.

Empaqué mis maletas y bajé.

El chófer no me quiso llevar debido a que solo seguía las órdenes de mí ahora, ex marido.

Abandono la casa de Harvey, dejando atrás todos los sueños que construí por años y que en algún momento tomaron forma cuando lo conocí gracias a mi tío Norman, el hombre que me cuidó desde que yo tenía cinco años, mis padres murieron en un accidente de auto, dejándome sola, él era mi familiar más cercano, hasta que cumplí la mayoría de edad y me vi en la necesidad de irme de su casa y seguir mi camino.

Recibo una llamada, el nombre que parpadea en mi móvil hace que el estómago se me encoja, se trata de mi primo River.

—Hola —trato de empujar la desazón por dentro.

—¡Primita, me alegra tanto escucharte! —exclama con entusiasmo fingido.

—¿Sucede algo malo… ?

—¡Por supuesto que sí! —esta vez su tono cambia—. ¿Dónde está el dinero que siempre recibimos mes con mes? Veo nuestra cuenta bancaria vacía.

Me muerdo el labio inferior.

—Me temo que ya no podrán recibir ese dinero —respiro con dificultad, aún estoy procesando lo que acaba de ocurrir—. Harvey y yo ya no estamos juntos…

Hay un breve silencio que me eriza la piel.

—¿Qué m****a? Colette, ¿por qué? ¿Es así como le pagas a mi padre todos los años de cuidado que tuvo contigo? ¿Qué le hiciste?

—Yo no…

—¡Arréglalo, no puedes dejar que tu familia esté en la calle, no eres más que una ingrata! —brama lleno de rabia—. Si no arreglas esto para mañana, Iré al hospital donde trabajas...ya verás. Mujer tonta.

Enseguida cuelga y tiemblo como una hoja.

—Todo estará bien —me susurro agarrando mi vientre para bajar los últimos escalones con mi equipaje en mano.

Necesito encontrar un lugar para vivir, mañana debo volver al trabajo, me había graduado con excelencia como médico general, especializada en el área de cirugía en la sección de urgencias, trabajaba para el hospital Central Jons.

La idea de regresar a casa de mi tío, hace que el estómago se me revuelva, ya que nunca me he llevado bien con sus hijos; River y Selma, mis primos son personas sumamente egoístas, por lo que un hotel era sin duda la mejor opción en estos momentos.

Arrastré mi equipaje hasta uno de los hoteles más cercanos al hospital.

Ya era casi la medianoche, pese al miedo, el cansancio y el dolor, caminé un par de manzanas con las maletas en mano, bajo el cielo nocturno, deseando tener una oportunidad para que las cosas cambiaran.

Llegando al hotel, pude divisar las afueras de la enorme construcción tétrica, podría considerarse como elegante y un desperdicio frívolo, sus ventanas eran largas y la puerta de entrada estaba cubierta por un fino mosquitero.

Siniestro.

Justo cuando estoy tratando de acercarme a la entrada, el sonido detonante de disparos hace que me detenga en seco, las pulsaciones de mi corazón van en aumento, buscando la supervivencia, me escondo detrás de uno de los autos que se encuentra en el aparcamiento a las afueras del hotel, una gota de sudor se deslizó por mi espalda, espero un par de segundos hasta que veo a seis hombres vestidos con trajes negros y corbatas azules, elegantes, peligrosos.

Cada uno trae consigo un arma de fuego en sus manos, ellos miran a ambos lados como si se estuvieran cerciorando de que nadie más los haya visto, un auto negro, blindado, rechina las llantas colocándose delante de ellos, se suben y desaparecen del mismo modo en el que llegaron, trago grueso, no me muevo, tengo demasiado miedo.

Me quedo escondida por lo que me parecen diez minutos y me sorprende el hecho de que nadie haya salido a ver la procedencia del ataque, deben ser traficantes, eso es seguro. Llegando cerca de la entrada, me detengo al escuchar un par de quejidos, una persona normal huiría dejando de lado lo que no es su asunto.

El problema es que no soy como las demás personas, mi profesión me impulsa a ayudar a los heridos, por lo que decido echar un vistazo al callejón de donde esos hombres salieron de las sombras y desaparecieron.

—¿Hay alguien aquí? —inquiero con cautela.

Poco a poco las sombras me muestran a un hombre tendido en el suelo, alrededor de un charco de sangre, el movimiento en mi periferia llama mi atención, la figura enorme hace que me acerque corriendo dejando de lado mi equipaje.

—¡Señor! —grito con desesperación.

El hombre alto, rubio, realiza una mueca de dolor, mantiene los ojos cerrados tratando de tocar su herida, de pronto entreabre los ojos y quedo atrapada por un azul eléctrico, tétrico, parece un animal salvaje, bestial, un… monstruo. Al verme, sus músculos se ponen rígidos y su mandíbula se endurece haciendo de sus rasgos aún más poderosos e intimidantes, es apuesto, pero la clase de hombre que tiene grabada en la piel la palabra “peligro” por todas partes.

No puedo dejarlo solo, tiene dos heridas de bala en las piernas, y una herida en el costado de la cadera, sangra demasiado, me deslizo a mi equipaje sacando mi maletín de primeros auxilios. 

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