27 El inferno.

Hades le hizo honor al apodo que había heredado de su padre, sus manos eran dos alas y en cada una de ellas sus arma, cumplían la función de la guadaña, sus movimientos se los podrían comparar con un baile de ballet, la destreza al gira, la delicadeza al mover sus manos y la fuerza al jalar del gatilló y repeler la sacudida sin que el blanco se saliera de foco, era única, tenía sed de sangre, deseaba torturar a cada uno de esos hombres, pero por ahora, solo apuntaba, jalaba el gatillo y mataba, directo a la cabeza, sin errores, sin segundas oportunidades.

La técnica de Hades era buena y única, pero la del caimán ocasionaba aún más miedo, si ver disparar a Hades era saber que tu fin llego, ver al caimán con una escopeta recortada disparando en medio del pecho a todo aquel que se le atravesaba, era lo mismo que ver a un caimán destrozar a sus presas, pues las municiones que usaba el sicario en pocas y especiales ocasiones, estaban destinadas a dejar el mayor daño posible, más de un c
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