26 Solo queda rezar.

Macarena

Mi respiración sale entre cortada, mis piernas tiemblan como si fueran de gelatina, y mi corazón estoy segura de que dentro de poco saldrá de mi pecho, aun así, continúo corriendo al tiempo que me pregunto porque rayos estoy siguiendo a Felipe al lugar donde se escuchó el estruendo, en lugar de correr al lado contrario, para ponerme a resguardo y es cuando el rubio grita con desespero, que recuerdo porque lo estoy siguiendo y no estoy huyendo por mi vida.

— ¡Hijo! ¡hijo! ¡Pedro donde estas! — el grito del rubio es aún mayor que todo el ruido que nos rodea, su desesperación atraviesa mi piel provocando que esta se ponga de gallina, las detonaciones, que ahora se son disparos, no han cesado, mis ojos no dan crédito a lo que ven, creí que la seguridad que vi al llegar a esta casona se había marchado con Hades y los demás, ahora me doy cuenta de que no es así, su función es cuidar a Felipe y su hijo.

— ¡Papá! — grita el pequeño moreno bajándolas escaleras y es cuando un hombre lo
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