Capítulo 02

Lucca

Con el corazón acelerado, miré atónita a Marco, que se debatía en el suelo. Me aterrorizó ver a mi mejor amigo en aquella situación. En estado de shock, me arrodillé a su lado y le cogí la mano, intentando mantener la calma.

- ¡Marco! ¡Mírame, amigo! Intenta mantenerte despierto. - le supliqué, sintiendo que se me hacía un nudo en la garganta.

Marco abrió los ojos lentamente y me miró con dificultad. Sus ojos estaban llenos de dolor y desorientación.

- Lucca... ¿qué... ha pasado? - susurró con dificultad. Una mezcla de preocupación y alivio inundó mi pecho. Marco estaba vivo, aunque gravemente herido. La sangre goteaba incesantemente de su espalda y sus palabras eran débiles.

- Alguien te golpeó en la espalda mientras cenabas con Giovanna. Pero ahora tiene que concentrarse en mantenerse despierto hasta que llegue la ambulancia. Aguanta. - dije, luchando contra las lágrimas que querían escapar de mis ojos.

Marco asintió con dificultad mientras sujetaba mi mano con fuerza. Sus labios temblaron antes de volver a cerrar los ojos. Me di cuenta del esfuerzo que estaba haciendo para mantenerse consciente y apenas pude soportar la angustia que se apoderaba de mí.

Decidí actuar con rapidez para que la ambulancia llegara cuanto antes. Comuniqué al personal del restaurante que necesitábamos una ambulancia urgentemente, explicándoles la gravedad de la situación. Se quedaron estupefactos, pero reaccionaron de inmediato llamando a los servicios de emergencia y organizando rápidamente el espacio mientras esperábamos la ayuda médica. Mientras tanto, con él en mi regazo, me preguntaba si debía llamar a su suegra para comunicarle lo sucedido. Sabía que ella tenía que estar al tanto de la situación y esperaba que su presencia pudiera calmar a Marco. Sobre todo porque tiene a su hija, que es lo más preciado para él. Pero se me ocurrió cómo iba a hablarle de su hija, Giovanna, que no sobrevivió. ¡Qué carajo! Oigo a mi mejor amigo gemir de dolor, todavía sangrando. ¡Maldita sea! Entonces grité al personal del restaurante que trajeran un paño para detener la hemorragia. El camarero me oyó y fue a buscar el paño. Volví a mirar a Marco y estaba cerrando los ojos.

- ¡Marco! Abre los ojos, ¡quédate conmigo! - grité, pero no respondió. Mi respiración se aceleró y empecé a sentir pánico. Saqué el móvil del bolsillo y marqué el número de emergencias mientras intentaba despertar a Marco. Mientras esperaba a que respondieran a la llamada, me di cuenta de que el camarero había vuelto con el paño para detener la hemorragia. Rápidamente le quité el paño de las manos y lo apreté con fuerza contra la herida de Marco, intentando controlar la hemorragia. Los minutos me parecieron una eternidad mientras esperaba en la línea con el servicio de urgencias. Pedí ayuda desesperadamente y les informé de la situación. Les expliqué que le habían apuñalado durante un atraco en el restaurante. Finalmente, tras una espera que me pareció interminable, me informaron de que la ambulancia estaba en camino. Los paramédicos me dieron instrucciones sobre cómo ayudar a Marco hasta que llegaran. Seguí apretando el paño contra la herida y gritando a Marco que mantuviera los ojos abiertos. Tenía que mantenerlo despierto y luchar por su vida hasta que llegara la ayuda.

Mientras tanto, yo seguía teniendo ese dilema en la cabeza: si llamar a la suegra de Marco para contarle lo que había pasado. Fue una decisión difícil, porque sabía que le causaría más dolor. Pero también me di cuenta de que se merecía conocer su estado y hablar de su hija. Finalmente, decidí esperar a que llegara la ambulancia antes de tomar ninguna medida con respecto a la suegra de Marco. La prioridad ahora era cuidar de mi amigo lo mejor que pudiera y asegurarme de que salía vivo de esta situación. Mientras esperaba ansioso el sonido de las sirenas de la ambulancia, no podía evitar pensar en la fragilidad de la vida. Todo nos iba tan bien hasta que ocurrió este terrible incidente. Cuando por fin oí el fuerte sonido de las sirenas acercándose, sentí una mezcla de alivio y tensión. La ayuda estaba al alcance de la mano, pero aún quedaba un largo camino por recorrer en la lucha por la vida de Marco.  En ese momento siento que algo me toca y rápidamente vuelvo la cara hacia ello. Me sujeta del brazo y parece decir algo, pero no puedo oírle, su voz es demasiado baja. Así que me agacho para escucharle.

- Lucca... Lucca... -me llama. Su voz es tan baja que ni siquiera puedo oírle bien.

- Ya estoy aquí. Puedo oírte, adelante. - Le contesté.

- Prométeme... que cuidarás y protegerás... a mi princesa... -Parecía aliviado de que me hubiera fijado tan rápido en él, y continuó incisivo-: Prométeme... prométeme que cuidarás y protegerás a mi princesa."

Aquellas palabras parecieron resonar en mi mente por un momento. ¿Quién era la princesa a la que se refería? ¿Y por qué había acudido a mí con esa petición? No pude evitar responder a aquella súplica con sinceridad, porque no sabía cuál era su situación -ni sus motivos-, pero sentí el peso de aquellas palabras en mi corazón. Necesitaba comprender más detalles antes de adoptar una postura.

- ¿Quién es tu princesa? - pregunté con cautela.

Suspirando pesadamente, reveló su secreto: "La princesa es mi hija. Ahora mismo está envuelta en una situación peligrosa. Necesito confiar en ti para que cuides de ella, para que la protejas mientras yo no estoy en este mundo".

Tras un breve momento reflexionando sobre mis obligaciones y el papel que podía desempeñar en la vida de esta "princesa", decidí que si me comprometía a cumplir esta promesa, lo haría con todo mi ser.

"Cuidaré y protegeré a su hija", respondí solemnemente, mirándole a los ojos. "Prometo que haré todo lo que esté en mi mano para mantenerla a salvo y feliz".  Cuando se lo confirmé, sonrió. Cerró los ojos y me di cuenta de que su mano, que había estado sujetando mi brazo, había caído al suelo. No me lo podía creer.

- ¿Marco? Marco, ¡despierta! - Empecé a sacudirle para que abriera los ojos, pero no lo hizo. Empecé a desesperarme. Entonces los paramédicos vinieron hacia nosotros. Me apartan del cuerpo y empiezan a darle a mi amigo un masaje cardíaco. Al poco tiempo, lo declaran muerto.

- ¡NO! ¡NO PUEDE SER! - Caigo de rodillas al suelo y se me saltan las lágrimas. Mi amigo ha muerto.

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