Capítulo 3

Llego a casa con una sonrisa luego de haberle dicho en la cara que era un hijo de puta. El hombre quería explotar de la rabia, pero antes de que dijera algo, me fui corriendo. Al rato, Ana me llamó diciendo que mañana comenzaba como asistente personal del señor Ferrer y que ella me iba a capacitar.

- Hermano - corro hacia él y lo abrazo, pero este no lo hace.

- ¿Por qué gritas?, me duele la cabeza.

- ¡Conseguí trabajo! ¡Y logré pagar la deuda! - este me mira de una manera extraña y en menos de lo que yo pensé, este me sostiene con fuerza el brazo a tal punto de hacerme daño. - ¿Qué haces? ¡Me lastimas!

- ¿Cómo conseguiste ese dinero? ¡Qué hiciste?

- ¡Suéltame! No hice nada, solo le pedí un adelanto a mi jefe que se lo iba a ir pagando con mi trabajo. Ya suéltame, que me lastimas - este me suelta y puedo ver cómo su mano quedó marcada en mi brazo. - ¿Qué mierdas te pasa?

- Más te vale que sea verdad - dice en tono amenazante.

- ¿No te alegras de que conseguí trabajo y que solucioné nuestro problema?

- Y yo ahora estoy sin trabajo.

- No es mi culpa, Antonio. No te desquites conmigo. - Me subo a la habitación y me miro al espejo viendo cómo mi brazo se va tomando otros colores.

Al otro día me preparo para ir al trabajo. Cuando bajo a comer algo, me vuelvo a encontrar a mi hermano tirado en la sala, totalmente borracho. Literalmente, se está gastando toda su liquidación cuando tenemos cuentas por pagar.

- Tendré que hablar seriamente contigo. - Salgo de casa y cuando llego a la oficina, Ana me dice que tengo que ir a la oficina del señor Ferrer para reportarle la agenda del día de hoy, así que tomo aire y toco la puerta.

- Adelante.

- Con permiso, señor Ferrer. - Este me atraviesa con la mirada y se acerca a mí, cosa que me pone nerviosa.

- Sabes, eres hermosa, pero te verías más hermosa con ropa de diseñador. - Dice mientras acaricia mi mejilla. - Tranquila, yo me encargaré de eso.

- Vine a decirle su agenda.

- Lo sé, pero antes, salúdame como es debido. - Sin que yo me lo espere, este me toma de la cintura y junta nuestros labios en un beso bastante demandante. Al principio, me niego a corresponder, pero su olor a menta me embriaga hasta hacer que corresponda, entregándome igual que él. Este me lleva hasta el escritorio y me sube, metiéndose entre mis piernas mientras siento cómo sus manos van desabrochando mi blusa. Quiero pararlo, pero mi maldito cuerpo me traiciona porque el idiota sabe dónde tocar y cómo besar. Cuando menos pienso, ya estoy sin blusa y solo me encuentro con mi sostén blanco de encaje, pero al ver su cara, parece que no le gusto.

- ¿Qué pasa? - preguntó.

- ¿¡QUIÉN MIERDAS TE HIZO ESO EN EL BRAZO!? - M****a, el morado, se me había olvidado por completo. Ahora, ¿qué le digo?

- Me pegué, señor Ferrer.

- No me digas señor Ferrer cuando estemos solos, y tampoco me mientas. Tienes dedos marcados. - Le doy un empujón, bajándome del escritorio, y luego me acomodo la blusa. - Martín, qué raro suena su nombre en mi boca, no por el hecho de que sea tu amante tengo que compartir mi vida privada contigo, no cruces ese límite.

- ¿No te alegras de que conseguí trabajo y que solucioné nuestro problema?

- Y yo ahora estoy sin trabajo.

- No es mi culpa, Antonio. No te desquites conmigo. - Me subo a la habitación y me miro al espejo viendo cómo mi brazo se va tomando otros colores.

Al otro día me preparo para ir al trabajo. Cuando bajo a comer algo, me vuelvo a encontrar a mi hermano tirado en la sala, totalmente borracho. Literalmente, se está gastando toda su liquidación cuando tenemos cuentas por pagar.

- Tendré que hablar seriamente contigo. - Salgo de casa y cuando llego a la oficina, Ana me dice que tengo que ir a la oficina del señor Ferrer para reportarle la agenda del día de hoy, así que tomo aire y toco la puerta.

- Adelante.

- Con permiso, señor Ferrer. - Este me atraviesa con la mirada y se acerca a mí, cosa que me pone nerviosa.

- Sabes, eres hermosa, pero te verías más hermosa con ropa de diseñador. - Dice mientras acaricia mi mejilla. - Tranquila, yo me encargaré de eso.

- Vine a decirle su agenda.

- Lo sé, pero antes, salúdame como es debido. - Sin que yo me lo espere, este me toma de la cintura y junta nuestros labios en un beso bastante demandante. Al principio, me niego a corresponder, pero su olor a menta me embriaga hasta hacer que corresponda, entregándome igual que él. Este me lleva hasta el escritorio y me sube, metiéndose entre mis piernas mientras siento cómo sus manos van desabrochando mi blusa. Quiero pararlo, pero mi maldito cuerpo me traiciona porque el idiota sabe dónde tocar y cómo besar. Cuando menos pienso, ya estoy sin blusa y solo me encuentro con mi sostén blanco de encaje, pero al ver su cara, parece que no le gusto.

- ¿Qué pasa? - preguntó.

- ¿¡QUIÉN MIERDAS TE HIZO ESO EN EL BRAZO!? - M****a, el morado, se me había olvidado por completo. Ahora, ¿qué le digo?

- Me pegué, señor Ferrer.

Aquí tienes el texto corregido:

- No me llames señor Ferrer cuando estemos solos, y tampoco me mientas, tienes dedos marcados – le doy un empujón bajándome del escritorio y luego me acomodo la blusa.

- Martín – qué raro suena su nombre en mi boca – no por el hecho de que seas mi amante tengo que compartir mi vida privada contigo, no cruces ese límite.

- ¿Ah, sí? Parte de mi deber también es cuidar de ti.

- No tienes ningún deber conmigo, Martín. No sé de dónde sacas eso, solo soy una más – veo cómo se pasa la mano por la cabeza en señal de frustración.

- Si vuelvo a verte con otro de esos no te preguntaré, yo mismo lo averiguaré y actuaré a mi manera.

- Ok. ¿Podemos revisar la agenda?

- Sí, pero guarda un espacio porque en la tarde vamos a ir a la diseñadora. Quiero que hagan ropa para ti – suelto un suspiro y asiento, ya que no puedo decir nada al respecto.

- Hola, ¿cómo te ha ido el primer día? – pregunta Ana.

- Bien, ya aprendí varias cosas. La verdad es bastante sencillo.

- Me alegra que aprendas rápido. Quería proponerte que mañana vayamos a celebrar que entraste a la empresa con algunos empleados de aquí que son amigos, para que los conozcas.

- Es que no soy mucho de fiestas - respondo con algo de timidez.

- Oh, vamos, será divertido. Eres joven, debes disfrutar más de eso – me sonríe.

- Está bien, acepto – en ese momento aparece Martín.

- Señorita Molina, vamos – me despido de Ana y sigo al señor Ferrer. Nos montamos en la camioneta y en un incómodo silencio manejamos hasta donde queda la tienda de la diseñadora. Cuando llegamos, me quedo sorprendida porque la tienda es enorme y muy hermosa.

- Martín querido, qué bueno verte - Martín le da dos besos en ambas mejillas a la mujer alta y estilizada que nos recibe.

- Cristina, vine porque solicito tus servicios. Te presento a la señorita Lisa Molina – le extiendo la mano y ella la recibe dedicándome una sonrisa – quiero que le des tus mejores prendas, no importa el precio, todo corre por mi cuenta.

- Perfecto, ven conmigo – ella toma mi mano y me lleva a unos vestidores enormes. Me pide que me quite la ropa y me ponga una bata de seda. Cuando salgo, exploró la tienda y me quedo sorprendida con los precios.

- Genial, con esto se podría alimentar a toda una población, qué desperdicio.

- ¿Querida? - llama mi atención.

- ¿Sí?

- Ya la ropa está lista – ropa tras ropa me mido. No lo negaré, es preciosa, pero cada vez que veía el precio me sentía fatal al ver la cantidad de dinero que se podría invertir en gente que en realidad necesitaría ese dinero – no te noto feliz, ¿acaso no te gusta la ropa?

- Oh no, no es eso, Cristina. La ropa es preciosa, es solo que…

- Yo lo sé, te veo como una chica muy humilde y sé que tener ropa de marca no es tan importante para ti. Lo haces más por él que por ti.

- Así es, siento que con este dinero puedo ayudar a otras personas – Cristina me sonríe.

- Martín es afortunado de tener una chica como tú a su lado – ¿qué? Ella piensa que somos pareja.

- Cristina, él…

- ¿Ya está todo?

- Sí, Martín, tu novia quedó preciosa – m****a, mis mejillas deben estar rojas.

- Siempre tan eficiente, mándalo todo a mi casa.

- Claro, Lisa, fue un placer conocerte – ella me da un abrazo y yo le correspondo.

- Adiós, Cristina – nos montamos en el auto y Martín me pregunta.

- ¿Te gustó lo que compré para ti?

- No te hubieras molestado en gastar esa fortuna en mí.

- La persona que esté conmigo tiene que tener lo mejor.

- ¿Y de qué me sirve tener todo eso? ¿Crees que eso comprará mi felicidad o algo así? – este se queda callado, sin embargo, yo decido preguntar lo que me tenía pensativa – ¿por qué no le dijiste a Cristina que yo no soy tu novia?

- No tengo por qué aclarar nada a nadie, Lisa – otra vez el silencio, pero ahora noto que no vamos para la oficina, es otro camino.

- ¿A dónde vamos? – llegamos al portón de una enorme casa. Cuando se abre, mi sorpresa fue grande al ver el lujo de esa casa.

- Mi casa - sonríe.

- ¿Por qué estamos en tu casa?

- Quería privacidad contigo – me ayuda a bajar y cuando entramos a su casa, me quedo maravillada con cada cosa que hay. Todo es tan lujoso, pero sofisticado. Martín se ve que goza de buen gusto – ¿te gusta la casa?

- Es muy hermosa – siento cómo pega mi espalda a su pecho. Descubre mi cuello dejando besos húmedos en él, mientras acaricia mi abdomen plano.

- Te deseo, Lisa, me traes loco – trago saliva al pensar que había llegado el momento que tenía miedo que llegara. Este me voltea y luego me carga como una princesa subiendo conmigo hasta una habitación que se supone que debe ser la suya. Con todo el cuidado del mundo, me quita la ropa y luego me dice que le quite la suya. Aunque mis manos están temblorosas e inexpertas – eres tan jodidamente inocente – si supieras que literalmente soy inocente

- Martín yo … – este me calla con un beso mientras me tumba a la cama terminando de quitar mis últimas prendas quedando los dos completamente desnudos, este se separa y se coloca un preservativo, siento que estoy embobada no soy capaz de formular palabra hasta que siento como entra con fuerza en mí logrando que salga un grito de mis labios, Martín se queda paralizado mirándome con angustia

-¿Eres Virgen?

- Era … 

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