SEBASTIAN GALLARDO.
Fui claro al momento de hacerle saber mi inquietud al médico que nos recibió. Esperé alrededor de cuarenta minutos para poder verla, para poder confirmar las teorías que en mi cabeza se están formando. El hecho que la enfermera me pida que la acompañe a cierta área me indica que no están equivocados la dirección en la que van mis pensamientos.
Pero necesito la confirmación por parte de ella. Que salga de sus jodidos labios.
«No sabes si es tuyo» deshecho ese pensamiento.
La enfermera abre la puerta, la veo recostada en la cama con la mirada fija en la pared, su rostro tiene un poco más de color, su cabello rojizo cae en cascada por sus hombros, produciendo que mi pecho se caliente.
Es una vista…
Es una vista digna de ver, pero no en las circunstancias que nos encontramos.
Ella desvía la mirada de la pared y me nota.
—Ileana —la llamo, preocupado.
Sus ojos son una tormenta. Hay tantas emociones en ellos.
—Señor Gallardo.
Trago.
Cada que me dice señor es un golpe a mi pecho, sé que lo hace para marcar distancia, más desde aquella vez…
Me armo de paciencia.
—Ileana, sabes que no es necesario que me trates de usted cuando estamos solos.
Una lágrima traicionera baja por su mejilla, mis pies toman vida propia y me acerco a ella.
Nuestras miradas permanecen atadas, sus ojos azules lucen atormentados, los míos de seguro han de demostrarle la preocupación.
—Señor Gallardo —aprieto la mandíbula—, no sé ni siquiera por dónde empezar estoy tan… consternada, confundida, indignada con la vida —le soy su tiempo sin dejar de verla. Ella baja su mirada a sus manos unidas. Está nerviosa—. De seguro vas a pensar un montón de cosas de mi, de seguro… —hipa—, voy a arruinar sus planes, pero…
La respiración se me corta, quiero que sus ojos me miren, pero no lo hacen. Para infundirle valor tomo sus manos entre las mías. Me mira con sus ojos inundados en lágrimas.
—¡Jefe, estoy embarazada!
La realización de sus palabras me golpean.
Embarazada.
Voy a tener un hijo.
«No sabes si es tuyo».
—Es algo que no estaba en mis planes, no creí que fuese posible, no de la única noche en la que he cometido un error.
Un error… eso representó nuestra noche para ella.
—Estoy esperando a sus hijos, Señor Gallardo —¿Hijos? ¿Escuché bien? Mi rostro ha de ser un poema porque aclara—. Tendremos gemelos idénticos, estoy de quince semanas.
Joder…
¿Gemelos?
Que Dios me ampare.
Una noche donde dejamos de ser jefe y asistente inunda mi cabeza, sus gemidos queditos, su jodido olor, el color de su piel mientras la apretada junto a mi… producto de esa noche crecen dos vidas en su vientre y no sé como sentirme...
—Es una locura. Ni yo me lo creo… mucho menos lo hará usted —toma sus manos devuelta. La miro sin poder identificar lo que está pasándome.
En un intento de amortiguador las emociones paso las manos por mi cabello, aun incrédulo, por los acontecimientos.
—Entiendo si no me cree, yo no lo haría, pero no quiero que vaya a tener una idea equivocada de mí. Lo único que voy a necesitar de usted es que me permita seguir con mi trabajo, no voy a pedirle nada que a usted no le nazca, y sé que le traerá problemas con su prometida.
¿Prometida?
¿De dónde demonios sacó eso?
La sangre me hierve.
—¿Qué te hace pensar que no reconocería a un hijo mío? —pregunto con tono cortante al notar la dirección en la que van sus palabras.
Sus ojos se abren sorprendidos, sin poder creer mis palabras. ¿Acaso soy un asco de persona? Porque si reacción es…
—Se-señor…
—Sebastián —la corto —. Así me llamo, y así puedes llamarme Ileana.
—Yo… —suspira—. No sé cómo pasó… no sé cómo no lo noté antes, no sé ni qué cara voy a darle a mis padres… —entrecierra sus ojos, como si recordara algo—. Tu prometida, ahora todos me tratarán de quita maridos…
—Eso es lo menos que debe preocuparte Ileana —me inclino y deposito un beso en su frente. Se tensa—. Lo resolveremos al llegar a la ciudad, pero ten por seguro que responderé por mis hijos y tú no tendrás nada que preocuparte.
Salgo de la habitación donde se encuentra. Me siento… extraño. Voy a ser padre… no tengo tiempo ni de digerir la noticia cuando me entra una llamada de Blanca.
La dejo pasar, no la tomo. Me encuentro con mi socio quien me pregunta por el estado de mi asistente, les digo que se va a mantener en observación y que pueden regresar al rancho, que yo estaré con ella. Sé que sospechan la causa del por qué estamos aquí, pero no dicen más nada.
Blanca nuevamente llama, está vez sí la atiendo.
—Amor…
—Si no te respondo la primera vez, ¿Por qué insistes? —cuestiono con voz dura—. Blanca, te dije que estoy en un viaje de trabajo, así que abstente de llamarme, mientras yo no lo hago.
—Amor te extraño —su voz es suave, casi infantil… ahora entiendo a mi hermana.
—Al llegar a la ciudad tenemos que hablar.
—No demores amor, te extraño.
Corto la llamada sin responderle. Sé que esto es mi culpa, le di muchas libertades que no tenía por qué dárselas, ahora debo lidiar con eso cuando llegue a la ciudad.
Mi teléfono vuelve a sonar. Lo tomo sin ver el número.
—¿Ahora qué demonios quieres?
—¿Cómo es eso que vas a casarte? —la voz iracunda de mi hermana al otro lado de la línea me hace fruncir el ceño.
¿Qué demonios?
Me pone al tanto de lo que está en redes sociales. Hace media hora se reveló una entrevista que le hicieron a Blanca. Corto la llamada con mi hermana y busco el primer portal de noticias que me aparece.
La actriz y modelo Blanca Nieves reveló que se encuentra felizmente en los preparativos de su boda con el magnate Sebastián Gallardo. Dejó saber que celebrarán su matrimonio en intimidad, con el acceso de pocos reporteros.
Las palabras de Ileana cobran sentido.
Maldición.
Regreso a la habitación donde está internada.
ILEANA PEDROZA.Después de que Sebastián sale de la habitación, me quedo viendo a la nada… Estoy cansada, siento el cuerpo estropeado. Quiero despertar y que esto sea un sueño, pero no, no lo es.Llevo mis manos a mi vientre. Tendré dos bebés. Increíble.¿Cómo no los sentí?Ya están en tiempo de moverse, ¿Y si sucede algo malo con ellos? ¿Y si la doctora no los revisó bien?Me invade los nervios, me obligo a tranquilizarme por mi presión arterial.Apenas lleguemos a Chicago lo primero que haré será concertar una cita con el ginecólogo y hacerme mil y un exámenes, porque para el tiempo que tengo es para que se notase mi pancita.Me subo la camisa y…«No lo viste por tonta, pero tus caderas están más anchas, y tu tripa está un poco más grande». Se burla esa voz en mi cabeza.Joder…¿Qué demonios que hecho estos cuatro meses que no lo noté? ¿Acaso necesito lentes? ¿Y si los puse en peligro?Suspiro profundo.Menuda mierda es esto… todo lo que se me viene encima. Mamá pegará el grito en e
Es despertar y saber que he pescado un bicho. Como puedo me levanto, estrujo mis ojos, me duelen, así como todo el cuerpo. Las náuseas me hacen salir corriendo al baño.Joder…Después de sentir que mi vida se iba por el retrete me aseo para bajar al desayuno. Espero que el día de hoy no sea tan ajetreado como el de ayer, o definitivamente no le aguantaré el ritmo a mi jefe.Mi reflejo en el espejo da pena, esas ojeras no desamparan mi cara, me aplico un poco de corrector. Sé que apenas volver a la ciudad, debo ir al médico. Ya no puedo seguir ignorando los síntomas de mi cuerpo.Solo deseo que… sea algo viral y no tenga mayor complejidad.«Eso te pasa por no ir al médico desde el primer momento en que te sentiste así» dice esa voz molesta en mi cabeza.Una vez estoy lista, bajo. Mi jefe no me ha escrito de seguro ha de estar durmiendo. Debido a unas negociaciones que está haciendo con los Reyes, nos encontramos en su rancho.Nos invitaron a conocer el proceso del cultivo de las uvas y
SEBASTIAN GALLARDO El rostro pálido de Ileana no me da buena espina. Algo está pasándole, algo está alterándola. Lo he notado estos últimos días, por eso mi decisión de traerla al campo, pero ella no pareció notarlo hasta esta mañana que salió corriendo como alma que lleva el diablo en dirección al baño, y ahora acaba de hacer los mismo.—¿Qué te sucede hermosa? —cuestiona con ella en mis brazos inconsciente.Mi socio llega con su mujer hasta nosotros, le dan una mirada a la encargada de la casa, ni siquiera reparé en ella cuando noté que el cuerpo de mi asistente estaba por colapsar.La señora Reyes, le indica que vaya por agua y alcohol.—Gallardo, ¿la señorita Pedraza se encuentra enferma? —veo preocupación en ambas caras y no es para menos, la palidez de Ileana me enferma—. Ya mismo, mando a preparar la camioneta para que nos lleven al hospital más cercano.Ileana… Ileana… Ileana…Despierta hermosa.La encargada regresa con lo pedido por su patrona, me entrega el alcohol con el a