Gianna Davies fue ofrecida como ofrenda de paz cuando el plan de su manada fracasó y no lograron derrocar a los Ashbourne, líderes de la manada «La Luna susurrante». La infancia de la loba transcurrió en medio de humillaciones por los crímenes de su manada, pero sobrevivió. Gianna entrenó por su cuenta y no tuvo miedo de enfrentarse al joven Darragh Ashbourne, hijo del líder de «La Luna susurrante», pero perdió y como castigo recibió quince latigazos. Desde ese momento Darragh Ashbourne no pudo olvidarse de la pequeña loba que lo desafió y casi lo venció, pero no volvieron a hablar. Hasta esa noche, años después, cuando Darragh invita personalmente a Gianna a la fiesta de Año Nuevo. Él se disculpa. Ella lo rechaza. Pero en medio de esa disputa, la magia ancestral surge entre ellos y sienten algo nuevo fluir por sus venas, ¿acaso la leyenda es verdad y ellos están destinados a estar juntos? Sin embargo, su reencuentro se ve opacado por un misterioso ataque y pronto descubren que una nueva amenaza se cierne sobre ellos.
Leer másGianna notó cómo Beth vacilaba al acercarse a la mesa. Con un suspiro, la pelirroja extendió la mano hacia su amiga, esperó a que la tomara y le dijo, con esa firmeza reconfortante que sólo ella sabía transmitir:—Te mereces el mundo, Beth, no lo olvides.La rubia apretó los labios y asintió, se obligó a creer en las palabras de su mejor amiga. Con la mano de Gianna sosteniendo la suya, avanzó con más seguridad hacia la mesa, aunque sentía el calor de la mirada de Aleksi siguiéndola, intensa y abrasadora, como si quisiera grabar cada detalle de su presencia.—No le iba a romper la muñeca a esa chica—soltó Gianna en cuanto tomó asiento, recostándose cómodamente en el pecho de Darragh—. Sólo le pedí una disculpa porque fue grosera con Beth y, como se negó, tuve que tomar medidas un poco más drásticas.Aleksi giró la mirada hacia Beth, que había tomado asiento junto a él, pero dejando una distancia prudente. La cercanía lo ponía nervioso, pero a ella aún más. Beth, con su coctel en mano,
Gianna se contemplaba en el espejo mientras la música del club nocturno vibraba a través de las paredes del baño público. El sonido era casi ensordecedor, pero ella estaba atrapada en sus pensamientos, con la mirada fija en su reflejo, como si buscara algo… o quizás alguien.Mujeres iban y venían, ajenas a la pelirroja que parecía perdida en su mundo. Su semblante tranquilo escondía una tormenta de preocupaciones.Gianna intentaba, sin éxito, dejar de lado sus problemas durante las breves vacaciones. ¡Pero eran tantos!El peso de las palabras de la oráculo y el dolor de saber que su propia sangre intentó matarla —y que parecía no desistir en ello—, la mantenían en vilo. Peor aún, el esfuerzo constante por bloquear aquellos pensamientos y emociones, para que su mate no los viera, la estaba agotando. No podía fingir que nada sucedía, por más que lo intentara.Suspiró, deseando un nuevo mensaje de esa enigmática «Gianna del futuro», una pista que la guiara en medio de este caos.Irene la
Gianna lucía imponente y segura de sí misma mientras descendía las escaleras con la gracia de alguien que sabía quién era y el impacto que causaba.Beth, en cambio, dudó al dar el primer paso. La posibilidad de tropezar y rodar desbocada escaleras abajo se hacía cada vez más real en su mente.Gianna giró hacia ella, sonriendo con confianza.—Puedes hacer lo que te propongas, Beth —dijo la pelirroja, con una calidez en la voz que no admitía réplica.No necesitó añadir nada más. Las palabras de Gianna se grabaron en la mente de Beth. Respiró hondo, alzó el mentón y siguió a su amiga escaleras abajo, intentando imitar su porte seguro.Cuando Darragh vio a Gianna descender, una sonrisa de aprobación se dibujó en su rostro. Para él, su Luna nunca había estado más hermosa. Sus pensamientos la envolvieron como un manto cálido, y Gianna, que podía leerlos con claridad, estuvo a punto de llorar al sentir el amor y la admiración con los que su mate la miraba.El futuro alfa tomó la mano de Gian
Gianna tomó otra uva del bol y pasó las páginas de la revista que hojeaba mientras estaba sentada al borde de la cama. La ventana abierta dejaba entrar una brisa fresca, acompañada del canto de las aves y el relajante murmullo del mar.La pelirroja se estaba adaptando rápido a las impuestas vacaciones. Ya casi ni recordaba por qué había pensado que eran peligrosas o, mejor dicho, intentaba pensar lo menos posible en el mensaje de la oráculo y la verdadera identidad de sus enemigos.El día había sido tranquilo hasta ese momento. Almorzaron en el jardín bajo el sol, y en ese momento se preparaban para bajar a la playa.Gianna llevaba un bikini rojo que resaltaba su figura delgada y firme, aunque también dejaba ver algunas cicatrices de su infancia y la más prominente, aquella que recorría su espalda. Sin embargo, lejos de restarle, esas marcas parecían sumarse a una imagen que mezclaba sensualidad y fuerza, una belleza peligrosa que no podía pasar desapercibida. Arriba del bikini portab
Gianna había escuchado innumerables historias sobre la mansión de piedra de los Ashbourne. Todos en la manada conocían su existencia, pero jamás había visto una foto ni tenido una descripción que hiciera justicia al lugar. Ahora, frente a ella, se sentía completamente anonadada.Al bajar de la camioneta nueva de Darragh —una imponente Rolls-Royce en color negro que relucía bajo la luz del sol—, no pudo evitar quedar boquiabierta. Su mirada ascendió por las altas paredes de piedra y recorrió cada detalle de las torres, los ventanales y las molduras.A veces le costaba asimilar la riqueza de la familia de Darragh. Eran generaciones de herencias, trabajo y poder acumulados. Sin embargo, su mate siempre había sido bastante sencillo… salvo, claro, cuando decidía comprarse algo como un Rolls-Royce.La propiedad era enorme, y no se limitaba a la imponente mansión. Un extenso bosque la rodeaba, y entre los árboles se asomaban otras casas más pequeñas, como refugios escondidos. Gianna las habí
Gianna apretó con fuerza la muñeca de la oráculo en un intento desesperado por liberarse, pero su esfuerzo fue inútil. El agarre era como una barra de acero que no cedía ni un milímetro.Con horror, notó cómo el cuello de la mujer se alargaba de forma antinatural hasta que su rostro quedó a centímetros del suyo. La proximidad era aterradora, y por un instante, Gianna dejó de estar segura de qué tenía frente a ella.¿Era realmente una oráculo? ¿O algo completamente distinto?El agarre disminuyó lo suficiente para que pudiera respirar, y Gianna tosió con fuerza, su pecho quemando con cada bocanada de aire que lograba tomar. Sin embargo, la mano de la oráculo seguía aferrada a su cuello, como si pudiera volver a apretar en cualquier momento.—Ellos vienen con muerte por ustedes, por ti, por él —siseó el ser con una voz que parecía venir de todos lados a la vez.—¿Darragh? —preguntó Gianna con dificultad, intentando encontrar claridad en medio de su confusión.De repente, la oráculo la sol
Gianna bajó de la camioneta, pero sus rodillas flaquearon al enfrentarse a la escena. Aquella casa, que ya le había parecido en pésimas condiciones la primera vez que la vio, ahora era poco más que un esqueleto consumido por las llamas. Las paredes ennegrecidas se alzaban de forma precaria, y el interior no era más que un mar de cenizas.El aire estaba impregnado de un aroma inconfundible: muerte. Se extendía por el césped quemado, trepaba por los árboles circundantes y se aferraba a la piel como una sombra persistente.—Sucedió hace dos lunas —informó Harry. Había liderado a los exploradores que encontraron la casa en ese estado—. La oráculo está en la parte trasera.Darragh colocó una mano firme sobre el hombro de Gianna, un gesto breve pero reconfortante, antes de avanzar en compañía de Aleksi y Kilian.Gianna permaneció donde estaba, incapaz de moverse. La última vez que había estado allí, hacía apenas unos meses, no podía imaginar cuánto cambiaría su vida desde entonces, ni todo
Darragh había aprendido que alegrar a su Luna no era tarea sencilla. Con cualquier otra mujer bastarían rosas, joyas o ropa para arrancar una sonrisa, pero con Gianna, esas superficialidades no tenían peso alguno. La única forma de enmendar sus errores era un proceso lento, uno en el que ella tendría que decidir perdonarlo. Aun así, el lobo sabía que los acontecimientos recientes jugaban a su favor, empujándolos en la misma dirección.Esa mañana, William le había confesado que había estado dentro de la mente de Gianna. Por supuesto, la primera reacción de Darragh fue querer arrancarle la cabeza, pero tuvo la suficiente contención para escuchar toda la historia antes de deshacerse de su aliado. Fue así como descubrió la existencia del muro que bloqueaba los recuerdos de su Luna.El vampiro le explicó que el lobo podría localizarlo, siempre y cuando se concentrara de la forma correcta. Darragh siguió las instrucciones al pie de la letra, pero no como William lo había sugerido. En su lu
—¡¿Qué demonios pasa?! —rugió William.Su voz resonó como un trueno en la habitación.Beth dio un brinco del susto, congelándose al cruzar la mirada con los ojos carmesí del vampiro y su rostro inhumano. La bandeja de comida estaba abollada y tirada en el suelo, ¿en serio acababa de golpear a William con ella?Y como si eso no fuera suficiente para el vampiro, ahora había gelatina esparcida sobre la camisa que claramente pertenecía al siglo XVIII, ¡no era un simple disfraz!Kilian, que estaba a un lado sosteniendo el portabebés con Finnian pataleando felizmente, tuvo que cubrirse la boca para reprimir la carcajada. Ver al vampiro desplomado fuera de la cama había sido demasiado.—Que conste en acta que intenté detenerla —dijo Kilian, alzando una ceja mientras Beth intentaba esconderse, casi pegándose a su espalda—, pero admito que fue… una escena peculiar.Los rasgos inhumanos de William comenzaron a desvanecerse, y poco a poco recuperó su apariencia habitual bajo la mirada atenta de