Marianne Belmonte deberá encontrar al que sería su futuro esposo con su hermana en la cama para darse cuenta que siempre ha estado sola en este cruel mundo. Su padre le da la espalda y bendice el matrimonio de su ex prometida con su hija menor, también se somete a la humillación que conlleva el anuncio de que esperan un bebé juntos. Sin pareja, dónde vivir, pocos ahorros y con su trabajo pendiendo de un hilo, decide por unos tragos de más, pasar la noche con un apuesto desconocido entregándole su virginidad. Aunque vive una noche apasionante y sensual, Marianne se arrepentirá encarecidamente de su aventura, porque ese apuesto desconocido es Luciano Brown, su nuevo jefe y accionista mayoritario de la compañía donde trabaja. Algo peor pasa después, ella deseará vengarse de su familia y perderse en el misterio que representa un hombre lleno de secretos como Luciano. Por eso decide proponerle un contrato matrimonial que pondrá en riesgo a su corazón, y quizás hasta a su propia vida.
Leer másCon la llegada de Luciano a la sala de juntas, la incomodidad se apodera de Mateo. Y su incomodidad hace que no termine de revelarme el nombre del accionista, tampoco le termina de contestar a Luciano. En un respiro, Ernesto está de regreso con nosotros argumentando que ya tienen que irse.Con ello, ambos se despiden de mí volviendo a estrechar nuestras manos, y por igual tienen que hacerlo de Luciano. Con Ernesto el apretón de manos es normal, con Mateo no lo es. Veo que se la aprieta mucho, también veo que le dedica una mirada de amenaza que hasta a mí me da miedo. Luciano tenía ojos terroríficos cuando se lo proponía.Al quedarnos los dos a solas, mi esposo no pierde tiempo en hablar.—¿Qué fue eso Marianne? — pregunta mirándome con exigencia.—¿Mi trabajo? — respondo viendo a los lados.—No me parecía trabajo de lo que hablaban. Estaban muy cerca para considerarlo trabajo — comenta.Puede que al querer sacarle información a Mateo me haya inclinado más a él, pero sus acusaciones so
El regreso a la realidad es triste, pero necesario. Había regresado a Belmonte Raíces a volver con la rutina y esta vez con la mano izquierda con dos anillos de quizás mayor valor que mi pequeño departamento, ese que seguía pagando. Ironías de la vida.—¡¿Qué haces aquí Marianne Belmonte?! — exclama Giana que estaba pasando por mi escritorio. Tiene una expresión de sorpresa. Se acerca a mí — ¡Te hacía adornando y dándole tu toque a tu nuevo departamento de lujo!No le presto mucha atención a su argumento, estoy analizando por quinta vez los contratos de venta del New Century. En unas horas concretaríamos la ansiada venta.—Una empresa de mudanzas se está encargando de llevar mis cosas y arreglarlas. No tengo tiempo para mudanzas, ni redecoraciones innecesarias. El departamento está bien así — revelo al pendiente de mi computadora.—Debe estarlo. ¿No le alquilaste una propiedad de cinco estrellas? — se recuesta de mi cubículo.—Así fue.Ella toma la silla a mi lado, se sienta y se me a
La confianza es la base de cualquier matrimonio, pero alguien podía culparme de pensar que Luciano me estaba escondiendo más. Lo cual era una locura porque de por sí que fuese el hijo de mi madrastra, y que nos hubiésemos casado, es un disparate del cual estoy al tanto.De lo que no estoy es de lo que sigue escondiendo. Por eso, veme aquí con su celular desbloqueado a mi disposición por primera vez desde que nos conocemos. Mis pulgares se mueven al aire mientras sostengo el teléfono sin saber en dónde buscar.—Los mensajes, vamos por los mensajes primero — me digo a mí misma buscando en su celular.Entro en la sección de mensajes de texto, me desplazo por varias conversaciones sin que ningún nombre en particular llame mi atención. Entro en cuatro conversaciones con nombres de mujeres y tres con nombres de hombre, pero las conversaciones tratan sobre trabajo o sobre servicios triviales.Intento en otra app de mensajería con el mismo resultado. Después me voy a la lista de llamadas reci
Mi estado actual es: con el corazón roto, no el estómago vacío. He terminado sola la cena de muchos tiempos en el restaurante debajo del mar y estoy alargando mi camino hacia mi habitación de hotel. Como lo pude esperar, Luciano no volvió, después de sacarme de la comodidad de mi cama para comer, me dejó cenando sola en ese sitio. Él era todo lo que nunca quise en un hombre, sin embargo, veme aquí. Abriendo la puerta de la suite para comprobar en qué onda está montado esta vez. En lo que abro, me extraña que las luces estén apagadas y haya música de ambiente suave. —¿Luciano? ¿Volviste? — pregunto al vacío. Entonces lo escucho, risas masculinas a la distancia. Al mismo tiempo miro al piso para encontrarme con una camisa blanca masculina, más adelante veo un pantalón y más allá en una de las mesas, una botella de vino tirada, vacía. Las risas masculinas vuelven a sonar desde afuera, desde el apartado de la piscina privada. Mi mente se va hacia un lugar doloroso, hacia esa escena que
Nuestra ansiada llegada al paraíso en la tierra, se sintió más bien como la llegada a nuestra primera pelea como casados. ¿Sorprendente? Para nadie, ni yo misma debía sorprenderme con que nuestra disputa alcanzase este nivel. Nuestro matrimonio era con facilidad una receta perfecta para el desastre, y así demostró serlo.En todo el vuelo hacia Malé, el proceso de bajar las maletas, tramitar el visado, ir al puerto, y montar la lancha hacia el resort sobre el mar, ni pío nos dedicamos Luciano y yo. Cada vez que el miraba hacia mí, le reviraba la cara del mal humor que tenía.No lo quería ver ni en pintura, ni siquiera las aguas turquesas que parecían ser sacadas de una imagen editada que estaban de su lado. Finalmente, pisando la villa que sería la nuestra, puedo distraerme mucho más con la sensación de fantasía que nos da.La terraza privada con un panorama capaz de dejar a cualquiera sin aliento, después la ducha con efecto lluvia al aire libre, la piscina privada, seguido de las com
La felicidad de Luciano debía ser estudiada por los niveles absurdos que alcanzó en nuestro viaje a Sri Lanka. El hombre que se subió a ese avión fue uno diferente al que se bajó conmigo, todo chistes, risas y muy confianzudo con sus manos sobre mí. Aunque claro, quejarme de lo contrario sería tonto después de las cosas imprudentes que hicimos en ese baño.También debía admitir que disfruté más de lo esperado nuestra segunda vez, y que de hecho estaba disfrutando muchísimo este día. Como Luciano andaba tocándome la espalda o la mano tanto a nuestra llegada a Negombo, aproveché para recostar mi cabeza de su hombro en el auto que nos llevó al hotel. Y como estaba así de feliz, le pedí que volviésemos a dormir acurrucados porque el cuerpo no me daba más. Tuvimos así, una buena noche de descanso al llegar al país.Pero el descanso se ha acabado con la alarma de mi celular sonando en esta linda habitación de hotel. Era momento de explorar este rincón del mundo con bosques, llanuras, playas
Es una mañana más sintiendo que el mundo me da vuelta detrás de mis parpados cerrados. Los abro con dificultad para que la luz incremente el dolor de cabeza que tengo. He amanecido en una cama blanca.Mi boca tiene una sensación rara dentro de ella, por lo que salivo y la abro para sacarme de esta un pedazo de pétalo de rosa. Esto no sólo me extraña, sino que me sorprende junto con las velas, y la botella de champagne allá a la distancia. No es lo único a la distancia, veo mi vestido de novia arrugado tirado por el suelo.También el bajar la mirada a mi cuerpo me hace sudar en frío. Estoy presa por el abrazo de un hombre, y sin ropa, incluso veo uno de mis senos fuera del resguardo de la sabana. Poco a poco voy girando mi cuello hacia atrás para encontrarme a mi flamante nuevo esposo: Luciano.Él está en las mismas condiciones que yo, desnudo y me maldigo mil veces porque lo que aquí pasó es demasiado evidente. Tan evidente como que no me acuerdo una mierda de cómo llegué a esta habit
Narrado por Luciano Brown Le he dado la boda que ha querido, le he cumplido como ha querido, y he ido tan lejos como para darle la exclusividad de mi cuerpo. Marianne no se podía quejar de mí, pero yo sí tengo muchas quejas de ella. Comenzando por su insistencia en no separarse de Giana a estas horas de la madrugada. Son las 2:00 AM, la mayoría de nuestros invitados se han largado del hotel y estoy dándoles una patada de despedida a los últimos. Sin embargo, miro y miro de reojo en el salón casi vacío a mi esposa riendo como niña de preescolar con su amiga. —¿Se puede saber a dónde irán de luna de miel? ¿Por cuánto tiempo? — pregunta Lucía con Levi dormido en sus brazos. El bebé anda sin zapatos y sin camisa, ha quedado en pañales. —Las Maldivas creo haber escuchado… — digo distraído, viendo hacia atrás. Marianne ahora está intentando pintar los labios de Giana. Es un labial rojo y le embarra la cara. Las dos se mueren de risa, de nuevo, como dos niñas. —¡No puede ser! ¡Leandro y
Narrado por Luciano Brown Siempre he sido un ave en libertad. He volado a donde he querido, cómo he querido y con quien he querido. Sin límites, sin rendir cuentas a nadie, sin desperdiciar mis energías en conexiones emocionales o apegos innecesarios. Esa había sido mi vida, esta excitante vida que he tenido la dicha o desgracia de vivir. Quizás deba pedir perdón a quienes he molestado o herido en este trayecto, pero dicen que la gente herida suele herir a los demás. ¿Qué más se podía esperar de alguien como yo? Abandonado por su madre, a la merced de un padre alcohólico y en la batalla constante por tener la atención de mi abuela. Hice lo que hice, no me arrepiento, no me siento culpable. O eso era así, hasta que tuve un recordatorio de que el tiempo no perdonada a nadie, incluyéndome. El Luciano de 18 no era el mismo de sus 34, e inevitablemente el peso de las consecuencias de lo que una vez hice, tendrían que alcanzarme. Estuve consiente de que en esta vida todo se paga, y gusto