CAPÍTULO IV: COMA INDUCIDO

Capítulo IV: La Señorita Keller está en Coma Inducido

Josh se había quedado dormido en el sillón de la sala de espera, sin embargo, un suave remezón en su hombro lo despertó de golpe. Tragó saliva cuando vio a un policía delante de él.

—¿Señor Bemberg?

—Si, soy yo —Josh se puso en pie y le tendió la mano al policía, el policía de inmediato lo estrecho, saludándose.

—Nos dijeron que usted es el novio de la chica que ha sido atropellada.

—Si, así es.

—Bueno le comento que, en ese caso, necesitamos hablar con un familiar directo de ella, ya que debemos recabar más antecedentes.  

Josh arrugó sus cejas.

—Soy su prometido —mintió seguro de sí mismo—. Puede decirme todo a mí.

Él desconocía si Leyna tenía o no familia, pero prefería hacerse cargo de todo, ya que, si involucraba a la familia de Leyna, entonces todos descubrirían su mentiría, y sería aún peor.

El policía frunció el ceño, pero reconoció que el hombre que decía ser el prometido de aquella mujer desconocida, era nada menos que el gran Ceo de los autos lujosos Berg que no quiso discutirle, ya que para el policía era imposible que alguien con una reputación intachable como él pudiera mentir con algo así.

—Bien, le cuento que se va abrir una investigación con respecto al caso. Ya han sido incautadas las cámaras de tránsito y se está recopilando información de testigos que vieron el accidente. A penas tenga más información lo llamare. —El policía le dio una mirada compasiva—. Y de corazón espero que ella se recupere.

—Gracias —murmuro Josh sintiendo una opresión en medio de su pecho, luego intercambiaron números de teléfono y el policía se fue.

Josh se volvió a sentar y se tomó la cabeza entre sus manos.

El peso del encubrimiento era la peor de las desgracias. Se comenzó ahogar, que tuvo que soltarse el nudo de su corbata, pero nada ayudó a que respirase mejor. Era solo cosa de tiempo que descubrieran en las cámaras la matrícula del vehículo y a quien pertenecía, por lo que, aunque lo intentara, no podría salvar a su hermano.

«Él se lo busco» pensó, pero no podía dejar a la deriva a Hendrik.

Le dolía esta situación de porquería y se culpaba de no ser tan severo con él, de no enseñarle como lo hizo su padre con él. Quizás debió corregirlo más o enviarlo a la academia militar, para que aprendiera disciplina, pero para Josh todo era muy tarde.

Hendrik siempre había sido el consentido de la familia, y eso ahora le estaba costando caro, tanto para su hermano menor como para todos los miembros de su familia.  

Porque, aunque no lo quisiera aceptar, el crimen de Hendrik sería la destrucción de Josh.

(…)

El doctor Fisher salió dos horas después de la sala de urgencias. Josh de inmediato se levantó del sillón y se acercó al profesional

—¿Como sigue ella? —preguntó.

—Es mejor que me acompañe —le pidió el doctor

—¿Pero ella vive?

—Vive, pero las siguientes cuarenta y ocho horas son de vital importancia —respondió el médico, que Josh se sintió en una incertidumbre horrible.

El joven empresario de autos lujosos siguió al médico por un largo pasillo blanco. Llegaron a una sala y la enfermera le paso una bata verde, guantes y gorro. Josh no sabía que estaba haciendo, pero sentía la necesidad de verla… de conocer a Leyna, sin embargo, cuando salió de aquella habitación que servía como camarín, y vio al doctor que le esperaba para llevarla a la sala de hospitalización, sus pies se volvieron como rocas de pesados.

—Solo podre dejarlo unos minutos con ella —avisó el doctor.

—Es más que suficiente doctor Fisher —contestó Josh cabizbajo.

Él no tenía esperanza de que ella sobreviviera, pero igual rogaba por un milagro.

Tragó saliva, cada que se iba acercando a la habitación en dónde Leyna estaba hospitalizada. El doctor apretó un botón y la puerta de cristal se abrió de forma automática.

El shock para Josh fue grande, que sus pies se congelaron en el umbral de la habitación. El corazón le dejo de latir y la piel se le coloco pálida. Un sudor frio recorrió su frente al ver a la joven en una camilla, de blanco y con máquinas que tenía en su pecho, en su cabeza y el oxígeno de respiración, que los sonidos retumbaron en sus oídos.

Ella estaba entubada, por lo que supuso que, si se recuperara, incluso le costaría recuperar su voz.

—¿No va a entrar? —preguntó el doctor, sacando de aquel trance a Josh.

Josh asintió con un sutil movimiento de cabeza y se acercó a la orilla de la camilla. Y nuevamente ese latigazo en el pecho avasalló su ser. Se sintió casi flotando por los aires, como si se tratara de una ilusión.

La piel de la joven estaba pálida y violácea por los golpes, los labios morados y agrietados, pero seguía conservando esa belleza deslumbrante que lo sumía en un espiral de emociones. Josh deseó poder ver sus ojos, él no quería ver una simple fotografía, si no que necesitaba admirar aquella belleza despierta, por lo que un impulso, y sus dedos se enredaron en su cabello negro sedoso, que contrastaba con la almohada blanca.

—¿Tiene muerte cerebral? —Fue lo primero que preguntó Josh con el miedo palpitando en sus venas.

El doctor suspiró largo y tendido y él sintió el verdadero terror que dejo de respirar, ya que no quería ser el responsable de desconectarla de las maquinas que ayudaban a mantenerla con vida. Él no iba autorizar jamás una cosa como esa.

—No, afortunadamente ella no tiene muerte cerebral porque sus conexiones nerviosas responden a los estímulos externos, sin embargo, le hemos aplicado un nuevo tratamiento para que su organismo trabaje lo menos posible. La señorita Keller está en coma inducido —respondió el doctor Fisher y Josh pudo respirar un poco más aliviado—. Lo que sí, ella recibió todo el golpe en su brazo derecho y en la cabeza. Tiene una fractura expuesta de clavícula y un traumatismo encéfalo craneal cerrado, además de una anemia aguda.  

—¿Que significa?

—La anemia es por mala alimentación, estrés y se puede curar con suplementos y dieta ricas en hierro, por otro lado, la fractura también se curará con medicamento y rehabilitación, sin embargo, el traumatismo es lo más complicado de su caso, ya que debido al golpe la señorita Keller sufrió una inflamación en su cerebro, —explicó el médico pausadamente—. Y como el cerebro no puede expandirse, pueden aparecer síntomas más graves, como el compromiso de la conciencia o lesiones cerebrales secundarias, por eso es de vital importancia tenerla en observación, ya que si no son tratada como se debe incluso puede ocurrir la muerte. Pero aún no sabemos nada con certeza, cada organismo es diferente, ni tampoco podemos saber el daño ocurrido en magnitud. No sabemos que parte del cerebro fue la más afectada por el golpe, por lo que eso solo lo veremos cuando ella despierte. Y por su seguridad ahora la señorita Keller está en coma inducido.  

Josh tragó saliva al escuchar tanta información, pero estaba seguro de una cosa.

—Quiero trasladarla a un hospital privado —exigió Josh con el fin de darle la mejor atención de todas.

—Su condición es peligrosa —aconsejó el doctor—. Dentro de unos días la despertaremos, si ella está en aptas condiciones, entonces podrá pedir su traslado, pero antes debemos asegurarnos que la inflamación de su cerebro baje. Ahora podrá estar unos minutos con ella.

El doctor se retiró y Josh quedo solo en la habitación con Leyna. Toda la situación lo abrumaba, pero verla respirar, era una gota de alivia en un mar de amargura. Él se sacó el guante y tomo la fría mano de Leyna entre sus manos.

—Te vas a recuperar mi ángel… eso te lo prometo —susurró y luego besó los nudillos de su mano—. Por qué no dejare que ni la muerte te arrebate de mis brazos.

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