4 Chispas entre los dos

Francesco sacudió la cabeza para apartar los malos pensamientos, era muy tormentoso pensar en todo lo que sucedió entonces, ahora estaba obligado consigo mismo a superarlo y a retomar su vida, aunque fuera casi imposible creer que había alguna esperanza para él de ser feliz después de lo que hizo…

« No hay segundas oportunidades para alguien como yo », solía decirse mentalmente.

La chica finalmente recibió medicación y se quedó profundamente dormida.

— Locantore, ¿Crees que ella pueda recuperarse sin necesidad de trasladarla?

— No lo sé Francesco, no puedo asegurarlo, la veo muy agotada, y la fiebre puede ser por alguna infección, la trataremos con antibióticos de amplio espectro, pero se le deben administrar cuidadosamente, puedo decirle a una de mis enfermeras que venga…

— Sí, eso estaría bien, te lo agradezco mucho…

— ¿De dónde sacaste a esta chica Francesco?

— Te juro que no la vi hasta que tuve que maniobrar para no partirle las piernas con el auto.

— Bueno, le administraremos tratamiento, pero tengo la sospecha de que va a complicarse, no olvides que antes del accidente ella ya presentaba una situación de salud delicada…

— ¡Gracias por todo!, estaremos en contacto…

Cuando se quedaron solos, Francesco se sentó frente a la chica en el sillón y la observó dormir.

Se veía tan inocente y tan hermosa, como una flor lastimada que necesitaba cariño y cuidados, ella había perdido un hijo, tal como él estuvo a punto de hacerlo solo por su estupidez y su orgullo, era algo en común para ambos.

Entrada la madrugada, cuando el efecto del tratamiento había pasado,

Vittoria comenzó a temblar de nuevo.

— Francesco… por favor… — Ella lo llamó — Francesco…

El hombre abrió los ojos pesadamente y tardó una fracción de segundo en darse cuenta de lo que ocurría. Saltó de la silla y se acercó a ella rápidamente.

— ¿Qué pasa? ¿Es la fiebre otra vez?

La chica asintió, y luego él advirtió que las sabanas estaban manchadas de sangre.

— Beatrice, ¡Estás sangrando…!

— ¿Qué? ¡No! — Vittoria dirigió la mirada hacia abajo y vio como la mancha seguía extendiéndose como si tuviera vida propia — ¡No, no, no!

Ella comprendió de inmediato que debía ser trasladad a un centro asistencial.

— Lo siento mucho… — Los hermosos y expresivos ojos de Francesco se posaron sobre ella con expresión de disculpa ante su mirada llena de terror— Debo llevarte al hospital, no puedo dejar a que te desangres.

Vittoria tomó la mano de él con fuerza y lo miró a los ojos.

— ¡Te lo ruego… me lo prometiste! — Comenzaban a picarle los ojos.

— Y lo cumpliré — Le aseguró — No te dejaré sola, ni tampoco dejaré que indaguen en tus datos personales, eso déjamelo a mí, pero debemos irnos ya…

La chica dudó, pero seguía perdiendo sangre, así que hizo amago de levantarse, pero se dio cuenta de que estaba completamente desnuda debajo de la sabana y sintió una oleada de calor en su cara cuando estuvo a punto de dejarla caer al suelo.

— Yo… no tengo ropa… — Balbuceó.

— Eh… si, yo… — Él se sintió avergonzado, supuso que ella no recordaba que le había pedido permiso para quitársela — Estaba muy mojada, no podía dejártela puesta, pero resolveré eso pronto, solo sujeta las sabanas y te llevaré en brazos.

Vittoria pensó que el color de sus mejillas competía con la mancha carmesí de las sábanas blancas.

— Esto es tan incómodo… perdón, estoy muy avergonzada… — Bajando la mirada.

La expresión del rostro de ella causó un corto circuito a las neuronas del empresario, levantó la mano lentamente hacia el rostro de ella y aunque su razón le decía a gritos que debía detenerse, sus impulsos seguían moviendo su mano hasta la mejilla pálida de Vittoria. 

— No tienes nada de que avergonzarte — Tocando suavemente su rostro con la punta de los dedos — Es una cuestión de salud, ven, apóyate en mí.

Vittoria rodeó el cuello de Francesco con los brazos mientras él la levantaba como si fuera solo una niña, sus rostros estaban tan cerca que ella pudo advertir su aroma profundamente masculino, mientras sus fuertes brazos la mantenían en alto y sus manos apenas rozaban partes de su piel que la sabana no cubría.

— Carlo… ¿Por qué lo hiciste?

— ¿Carlo?

— Te amaba Carlo y me traicionaste… ¿Cómo pudiste? ¿Cómo pudiste quererme muerta? — La joven estaba prendida en fiebre y hablaba sin sentido.

Francesco bajó la mirada para ver como ella deliraba.

— Tranquila, pronto estaremos en el hospital, creo que hay uno muy cerca…

— Sí, eso es lo que temo… el hospital… — Fue lo último que ella dijo antes de desvanecerse.

***   

— ¿Crees que ella esté huyendo en verdad? ¿O solo está chiflada por el golpe en la cabeza? — Giorgia comentó acariciando la espalda desnuda de Carlo.

— No lo sé, pero creo que si quisiera habernos acusado ya lo habría hecho.

— Solo ha pasado un día, pero como siempre yo ya hice mi tarea.

Carlo se giró para mirarla.

— ¿A qué te refieres?

— Contacté a la policía, por la mañana harán un operativo en el hospital.

— ¿Y si no está ahí?

— No pudo simplemente desaparecer, además, lo solicité a nombre del esposo angustiado por la desaparición de su esposa — Dijo con un toque de burla en la voz.

— Por eso es que te amo, ¡Porque siempre piensas en todo! — Dándose la vuelta sobre ella y posando los labios sobre los suyos.

— Luego me agradecerás cuando pongas tus manos sobre su fortuna, nunca olvides gracias a quien la vas a disfrutar…

— La vamos a disfrutar — Él la corrigió, aunque ella no estaba del todo segura de que Carlo le fuera leal, por ahora era mejor mantener la careta de la mujer enamorada, y ya luego las cosas darían punto solas.

***  

—¿Nombre de la paciente?

Francesco dudó un momento y luego contestó:

— Beatrice Romano…

El médico apuntó en su folder mientras miraba de reojo a la paciente en brazos del empresario.

— El Doctor Locantore me dijo que era un caso especial… — Continuó mirando por encima de sus gafas.

— Así es doctor, aprecio mucho su discreción.

— Póngala en la camilla y deme unos minutos para conocer su condición y hablaremos, señor Romano.

Luego de un momento el médico regresó y Francesco se levantó como un resorte de la silla.

— La paciente ya recobró la consciencia, padece una infección que debe ser tratada de inmediato, a eso se debe la fiebre y la hemorragia, es imperante practicarle un legrado para detener el sangrado, el proceso no es invasivo, pero es lo mejor en su caso debido a la reciente pérdida y a que la infección puede complicarse, lo demás no es importante, solo tiene algunas contusiones, pero no es de cuidado.

— ¿Y ese procedimiento puede hacerlo aquí?

— En cirugía, sí…

— Entonces la dejo en sus manos doctor, haga lo que sea mejor para ella…. ¿Puedo verla?

— Que sea rápido, van a prepararla para el procedimiento…  Y consígale algo de ropa…

Francesco asintió con la cabeza y entró en la habitación.

— Gracias por todo… — Ella musitó.

— Todo estará bien — Pasando su mano por el cabello oscuro y abundante de la joven — Estaré aquí cuando salgas.

Él la vio desaparecer tras las frías puertas forradas en acero y se sintió extrañamente vacío, era una sensación extraña, parecida a la que tuvo cuando vio a su exesposa salir de la oficina el día que firmaron el divorcio.

Sacudió la cabeza e hizo un par de llamadas a su asistente para que comprara ropa para dama y todo lo que Beatrice necesitara, mientras tanto se sentó a esperar noticias de su intervención.

Vittoria escuchó al fondo un zumbido e intentó abrir los ojos, sentía que la cabeza le iba a estallar y dolor en el bajo vientre era muy agudo.

Miró hacia los lados y supo que estaba de regreso en el hospital, buscó a Francesco y tal como él le había prometido, estaba recostado en un sillón junto a la cama.

Parecía más guapo, dormido de lo que ella hubiera notado antes, suspiró, y pensar que ella nunca se dio la oportunidad de ver siquiera a otro hombre como una oportunidad porque estaba convencida de que Carlo la amaba como a ninguna.

¡Qué equivocada estaba!

Lo observó dormir por un rato hasta que despertó. Francesco abrió los ojos cargados de sueño para observar a Vittoria que lo miraba directamente.

— Buenos días, ya despertaste, ¡Qué bueno! — Exclamó tomando un respiro —Anoche las cosas estuvieron un poco preocupantes, pero el médico dice que evolucionas rápidamente… ¿Necesitas que acomode tu almohada?

Él se levantó y se acercó para dar palmaditas sobre la almohada y ajustarla mejor en su cuello, la cercanía entre ambos despidió algunas chispas que Francesco se obligó a disimular.

— Hay ruido afuera…

— Ya está, voy a ver qué sucede…

Cuando se asomó al pasillo estaba repleto de policías, los uniformados iban y venían de un lado a otro abriendo las puertas de las habitaciones y haciendo preguntas a todos.

— Solo es la policía, parece que buscan a alguien. Vitoria de inmediato se quedó de piedra. Un frío recorrió su espalda y las náuseas la atacaron de pronto.

— ¿Puedo pedirte otro favor?

Él la miró inclinando la cabeza ligeramente en señal de interrogación.

— ¡Necesito que me saques de aquí de inmediato! — Hablo con urgencia en un profundo ruego.

Él negó instintivamente con la cabeza.

— No puedo hacer eso Beatrice, estás muy delicada de salud, el procedimiento que te han hecho requiere reposo, no deberías arriesgarte de esa manera… ¿A qué le temes?

— ¡Lo prometiste! Sin preguntas.

— Lo sé, ¡Pero comprende si te saco de aquí empeorarás!

— ¡Y si no lo haces, moriré!

Francesco enmudeció. Definitivamente las cosas no pintaban bien para esta chica. Caminó de regreso junto a la cama mientras afuera el ruido se incrementaba avisando que los funcionarios estaban ya casi en la puerta.

— Dime ¿De qué otra manera puedo ayudarte? Otra que no implique sacarte de aquí Beatrice…

Él se acercó lo suficiente como para que ella justo en el momento en el que la puerta se abrió y un policía entrara, lo envolviera con sus brazos y lo atrajera hacia ella estampándole un beso.

El policía solo vio a una pareja besándose y nada más en la habitación, por lo que volvió a cerrar con prudencia.

Ella pudo haberlo soltado, y él pudo haberse apartado. Pero ninguno lo hizo.

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