Epílogo
Horatio soltó una carcajada mientras sus hijos se removían para tratar de que los soltara. Llevaba a Caterina bajo el brazo y a Leo sobre el hombro.

—Los atrapé, tienen que rendirse.

—Eso jamás —declaró Leo.

Soltó otra carcajada. No sabía si se parecían más a él o a Isla, a sus tres años y medio ambos tenían una determinación que le sorprendía.

—Mamá les dijo que no se ensuciaran y lo mejor que se les ocurrió fue salir a jugar al jardín.

Había decidido que era hora de mudarse a un lugar un poco más espacio poco cuando los niños cumplieron dos años. El departamento no era tan pequeño, pero quería que sus hijos tuvieran aire libre donde correr.

—Ella estará molesta con ustedes.

Los gemelos dejaron de removerse en el acto. Ninguno de sus hijos parecía sentir la misma adoración que sentían a su mamá. Bastaba que Isla entrara en una habitación y el par de diablillos que tenía por hijos serían los niños mejor portados de la historia. Sí existía el karma, en definitiva, se estaba riend
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