Capítulo 6

Tres años antes

Exactamente un año atrás había logrado entrar a la universidad. Y no era híbrida o virtual como estaba acostumbrada, si no presencial con edificios hermosos, aulas de todo tipo, compañeros variados y laboratorios increíbles.

Mi hermano fue quien me convenció de intentar entrar a una universidad, pues mi plan original era quedarme acostada mientras me retorcía en mi propia miseria y esperaba a que milagrosamente mis problemas desaparecieran.

—Está bien llorar y remojarse en el fracaso durante un rato —me había dicho Karim muy serio—. Pero no puedes escapar de tu realidad. Llora, recóbrate y pelea, tienes un mundo de oportunidades allá afuera —me miraba con tanta ternura que empezaría a llorar—. Y no estás sola, Vi. Ya no.

Karim también conocía el mito del Montero Celestial, él sabía en términos generales de qué trataba y también era consciente de que era muy probable que se refiriera a mí, pero si yo era algo escéptica, el lo era el triple.

—No la odies, no es su culpa —Karim intentó proteger a Siena—. No debieron esconder su nacimiento, pero en tal caso es culpa de la tía.

Y era verdad, si desde el principio ambas hubiésemos sabido que alguna de las dos sería nombrada Montero Celestial, estaríamos preparadas, no habría decepciones ni disgustos, pues desde el principio habríamos sabido que podíamos ser o no.

Karim logró hacerme salir de la cama, casi me obligó a estudiar para el examen de admisión y, sobre todo, me ayudó a ver qué es lo que querría hacer en un futuro.

La idea de ser psicóloga quedó atrás, lo elegí porque debía estudiar algo, pero jamás me convenció. Al final me decidí por química, después de todo, eso era lo más cercano que estaría alguna vez a la magia.

Llevaba cuatro horas metida en el laboratorio esperando a que se llevara a cabo la destilación de un compuesto. Ya habíamos terminado todo el trabajo teórico y solo debíamos esperar a que lo práctico arrojara los resultados que esperábamos.

—¿Qué dirías si te propongo beber hasta el amanecer? —susurró Daniela en mi oído—. Todo seguro, una casa cómoda y cuando mucho unas siete personas.

La miré. Su sonrisa traviesa que solía aparentar inocencia solía ser irresistible para unos, pero en mi caso, había sabido desconfiar de aquello que parecía no romper un solo plato y que al final resultaba ser lo más malévolo del mundo. Ajá, hablaba de los malditos duendes. Daniela no era para nada como ellos, su alma era pura mientras que los elementales eran perversos, pero Daniela era muy convincente para algunas cosas.

—Diría que suena falso.

Ella soltó un quejido. Llevábamos un año conociéndonos, era un año menor que yo, pero a veces sentía que nos separaba un abismo.

Cuando Karim vio el resultado del concurso de selección de la universidad y resultó que fui aceptada, prometí dar todo de mí e incluso más para hacer que funcionara. Porque ya había perdido mucho, no estaba dispuesta a hacer tonterías para perder lo que acababa de conseguir.

Karim vivía bastante bien, claro que él tenía ocho años más que yo, pero lo había logrado. Tenía un departamento bien ubicado, pagaba a tiempo todos los gastos, siempre tenía comida en el refrigerador y además criaba de forma increíble a una iguana. Una vez incluso la vi durmiendo en su cama porque se escapó de su jaula.

A él le había costado esfuerzo, sacrificio y trabajo, algo que yo también estaba dispuesta a hacer. Karim no tenía una buena racha en el amor, pero era exitoso en su trabajo. Yo tampoco tenía una buena racha en el amor, pero intentaría ser una profesionista exitosa como él.

Los primeros meses fueron pesados, cada recuerdo de Lucas dolía como la m****a. Las primeras dos semanas imaginaba que aparecería en la puerta y me diría que recapacitó y que debíamos estar juntos. Y así me pidiera volver con él al mundo montero, lo haría sin dudarlo.

Por momentos recordaba a Ariana y a Josué, no me pude despedir de ellos. Una parte de mí seguía resentida con Ariana, probablemente siempre lo haría, pero Josué era un caso diferente y a veces imaginaba que iba caminando por la calle y sin querer nos cruzábamos.

Dada la vida tan peligrosa de un montero, ellos dos bien podrían estar muertos.

Fue gracias a Dani, a Karim y a Jossy que logré salir adelante. Mi hermano y mis amigas me hacían ver la vida menos gris y al final logré volver a sonreír.

Pero no había hecho ninguna tontería, nada de beber, de fumar, de drogarme, ni siquiera... Bueno, sí, seguía virgen. Lucas ya no era parte de mis sueños, su recuerdo me seguía doliendo, pero su imagen cada vez aparecía menos y solía distraerme de mil formas como las clases de crossfit o las clases de natación. Además, estaba apuntada a danza aérea y aunque sufría demasiado estando en las alturas, me ayudaba a no pensar en mi miseria.

—Vamos, Viviana —se lamentó—. Llevamos un año siendo amigas y no hemos bebido una sola vez.

—Porque no bebo, ya te dije.

—Pero ¿por qué? —observó las gotas caer—. Si es por cruda o cruda moral yo también he tenido. Se te pasa. Juras jamás beber de nuevo, pero lo superas y vuelves a beber.

Pero es que ella no había perdido la dignidad de la manera en que yo lo hice. De no haber sido por mi estupidez, Lucas no se habría enterado de mi enamoramiento y no habría intentado alejarme. Esa noche fue la que cambió todo.

—Solo no me gusta... ¿Va a ir Jossy?

Jossy era la chica más extrovertida que jamás había conocido. No me consideraba tímida en absoluto, se podría decir incluso que mi seguridad en mí misma rayaba en el egocentrismo. Se lo atribuía a mi época como montera, pues nos la vivíamos compitiendo, debíamos confiar en nuestras habilidades y sobre todo en nuestros instintos.

Además, era sociable, no al nivel de tener amigos esparcidos por todas partes, pero sabía caerle bien a la gente y siempre tenía tema de conversación.

Pero Jossy hablaba hasta con las paredes, no entendía como éramos tan amigas si Daniela era tímida, yo era el punto medio y Jossy era el alma de la fiesta.

—Claro que va a ir —Dani dijo como si fuera obvio—. Ella me pidió que te convenciera.

Y eso era lo que me aterraba. Jossy salía de fiesta cada fin de semana, no tenía límites y de alguna forma siempre tenía planes para el after. Estar con ella significaba que podríamos terminar en la playa sin recordar cómo llegamos hasta ahí. Una vez chocó su auto contra un poste y ella durmió en el pavimento hasta que un conductor pasó cerca y llamó a la policía y a una ambulancia.

—Podemos intentarlo el año que entra si solo estamos nosotras tres.

—No, Viviana, ya es hora de que superes lo que sea que te ocurriera y abras las puertas de tu nueva vida.

Yo no le había contado que provenía de un linaje de monteros antiguo y que todos mis sueños habían sido destrozados, pero sí sabía que había pasado por algo triste y complicado que me negaba a relatar. Ella pensaba que se trataba de un simple corazón roto y lo era, pero también había algo más complejo.

—Hagamos un trato —podía intentarlo, siempre podía escapar si algo salía mal—. Voy, pero a las diez me voy.

—Eso me sirve, Vivia —Daniela alzó un pulgar—. Estoy dentro.

Sabía que me iba a arrepentir, pero también sabía que no podía vivir castigándome para siempre.

Aquella noche no fue algo tranquilo en una casa segura con siete personas cuando mucho, fue un bar que tenía bebidas de todos colores y sabores, con música tan fuerte que debía gritar para hacerme escuchar y un tumulto de gente que se apretujaba sin importarle el sudor y el calor.

Jossy estaba contenta y más que nada, ebria. Su mirada bobalicona y sus palabras arrastradas la delataban. Llegó a abrazarme con fuerza y se rio.

—Eres increíble Vivia, te juro que te adoro.

Sí, claro. Eso mismo ya se lo había dicho al menos a cinco personas, dos de ellas que justo hoy había conocido. La canción cambió y por los altavoces sonó una canción viral, cuyo máximo apogeo se había dado en el último mes y que Jossy catalogó como su canción. Soltó un gritito emocionado y saltó directamente a la pista de baile.

El mesero trajo la bebida y probé el líquido rojo brillante sabor cereza. Ya me había tomado un mojito, esa sería mi segunda bebida y me había dado un límite de tres. Dado que ya eran las diez de la noche, decidí darme hasta la medianoche para seguir disfrutando de una velada que iba mucho mejor de lo que había imaginado.

—Jossy se está conteniendo, ¿sabes? —Dani se sentó junto a mí—. No quiere asustarte.

—No me asustaría verla en peor estado.

—Pero de salir con nosotras, ella en verdad te aprecia.

—¿Y tú no?

Dani abrió la boca, indignada, parpadeó varias veces y volteó la cabeza como si la hubiese ofendido.

—Es un insulto que lo digas —chilló por encima de la música—. Si yo fui quien te habló antes.

En realidad, fui yo quien le habló primero a Dani, pero no iba a discutir por ello.

—Y solo venía a decirte que hoy es el día en que dejaré atrás mi timidez para hablarle a ese chico de ahí —señaló a un moreno de cabello corto—. Es de la carrera también.

En mi vida lo había visto, aunque no era como que conociera a todos los de la universidad. Dani siempre hablaba de que le gustaba ese o aquel, el alto o el bajo, el que conoció ayer o el que había conocido hace medio año. El problema es que nunca les hablaba, era tímida y no podía formular una oración coherente sin caer en balbuceos. Habíamos estado trabajando en ello y era momento de ponerlo en práctica.

La vi revolotear alrededor del chico durante unos minutos, después reunió el valor necesario y se sentó con él a platicar. Y entonces alguien cayó a mi lado pesadamente, fue tan súbdito que por un momento creí que había sido un error. Hasta que lo vi.

Lucas no había cambiado mucho, tenía el cabello más largo y rebelde, una cicatriz pequeña adornaba su mejilla izquierda y el brillo en sus ojos se notaba mucho más refulgente. Se veía feroz y por mucho, era el hombre más caliente en el bar, vi algunas chicas mirarlo sin decoro y a algunas otras murmurar emocionadas. Pero él solo me veía a mí, sus ojos me analizaron profundamente, como si en lugar de un año hubiesen pasado diez.

Se me cortó la respiración, mi pulso se aceleró a una velocidad que dudaba fuera compatible con la vida por mucho tiempo y un nudo apareció en mi garganta. Era él, lo tenía frente a mí en carne y hueso y no solo como un recuerdo borroso que clamaba por olvidar.

Claro que me iba a encontrar, siempre cargaba conmigo el bendito localizador por si alguna vez necesitaba verme. <<Necesito saber que estás bien>>. Fueron sus palabras y yo siempre le fui devota como para no fallarle, o al menos hacer el intento de no hacerlo.

Al principio creía que me iría a buscar un par de semanas después de la ceremonia de coronación, me gustaba imaginar que estaría metida bajo las sábanas restregándome en mi tristeza y que de pronto tocarían a la puerta, que él me diría que lo había pensado y que se había dado cuenta de que no podía simplemente ignorar su amor por mí. Y así me dijera que debía volver al cuartel y solo podríamos vernos una vez al mes o incluso cada dos meses, yo lo aceptaría, gustosa.

Y si en ese momento me pedía volver, lo seguiría sin dudarlo.

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