CAPÍTULO 30

Blas observó el océano a través de la ventana, su mirada perdida en las olas mientras intentaba ordenar sus pensamientos. No recordaba en qué momento de la noche se había quedado dormido, pero el intenso dolor en su miembro y la hermosa mujer en la cama le confirmaban que lo sucedido no había sido un sueño. Sus recuerdos eran un torbellino de sensaciones: la calidez del cuerpo de Milena bajo el suyo, sus gemidos ahogados y el vaivén de sus cuerpos en la oscuridad.

Desvió la vista hacia ella, aún profundamente dormida. La luz matutina resaltaba la suavidad de su piel, y, por un instante, Blas se permitió contemplarla. Le gustaba verla ahí, aunque no fuera su cama.

Intentó poner sus pensamientos en orden, pero le resultaba difícil concentrarse. Echó un vistazo a su móvil y se sorprendió al ver innumerables llamadas y mensajes de Zane y Sally. Recordó que se había marchado sin avisar, por lo que era lógico que pensaran que simplemente había desaparecido. Comenzó a responder cuando notó q
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