Uno

La Universidad de Yesca es más grande de lo que se ve en los folletos. Tres de los edificios son modernos y dos de los más antiguos aún conservan el estilo gótico. Lo más llamativo es la biblioteca que está en el centro del campus; tiene forma hexagonal y la pared es color barro.

Me presento en un módulo de bienvenida en el que me entregan una llave electrónica y firmo el reglamento el cual tiene la letra tan pequeña que únicamente leo lo importante.

1. Prohibido introducir tabaco, alcohol o cualquier sustancia adictiva.

2. No se permitirá la entrada después de la medianoche ni en estado de ebriedad.

3. Cualquier daño ocasionado al mobiliario será repuesto como nuevo.

4. Prohibida la entrada a personas del sexo opuesto después de las nueve de la noche y antes de las nueve de la mañana.

Arqueo una ceja ¿creen que no se puede follar durante el día? ¿Qué no se puede coger con alguien del mismo sexo?

Una vez que entrego el documento me dirijo a la residencia, subo al tercer piso y me detengo frente al número 301. Al parecer mi compañera ha llegado temprano, pues la puerta está entreabierta.

—¡HOLA! —una chica de cabello castaño ondulado me grita en la cara—. Soy Giuliana.

Puedo identificar a la perfección cuál es su lado del cuarto, pues la mitad pegada a la ventana está excesivamente organizado, tanto, que me resulta un poco incómodo. La cama está libre de arrugas, sobre la mesa de noche hay esmaltes de uñas acomodados por colores y los libros del escritorio están en orden alfabético. No hay ropa en la cama, ni en el suelo, no hay maletas ni mochilas, parece fotografía de revista inmobiliaria.

—Hola —sonrío amablemente—. Soy Kendra, me transfirieron.

—¡Qué emoción! ―chilla―. ¿De dónde vienes? ―antes de poder responder me interrumpe―. Necesitas un tour de bienvenida.

Giuliana toma la mochila color azul de mis hombros y la pone sobre la cama, también agarra una de mis maletas y la pone junto al escritorio, la imito y pongo la otra maleta ahí. Esta chica sí que tiene prisa.

―El primer día nadie va a clases ―me jala hacia la puerta―. Es para socializar y más en El Queso.

¿El Queso? Medito la idea de preguntar qué es, pero apuesto a que lo sabré muy pronto.

El campus está sumido en un ambiente alegre, despreocupado y jovial. Todos se saludan, se abrazan, las parejas se besan. Parece una m*****a película de comedia romántica.

Después de caminar durante un gran tramo, llegamos a una zona algo alejada del campus con forma de coliseo pequeño. No es necesario preguntar, ahora sé que eso es El Queso. Hay tanta gente en las gradas que me es imposible calcular el número, tal vez tres mil personas. Trago saliva mientras me imagino entrando a la masa de gente para complacer a mí compañera de habitación.

Santo cielo, las cosas que hago para tener amigas.

Nos abrimos paso, Giuliana entre empujones y yo pidiendo disculpas detrás de ella hasta que llegamos a la parte más baja de las gradas. Escucho un grito agudo que se pierde entre el ruido y veo a Giuli lanzarse hacia un chico pelirrojo, de cabello rizado y ojos claros que sostiene un vaso rojo. Cuando se separan, el chico me mira. Vaya, creo que es momento de presentarme.

―Eh... Hola ―no me considero tímida, pero no me gustan las presentaciones―. Soy Kendra Erazo ―Genial, el apellido estuvo de más―. Me transferí.

Extiendo la mano en un acto reflejo, el chico mira mi mano con una mezcla de confusión y burla, pero la estrecha.

―Soy Hernán, mucho gusto.

Automáticamente pienso en Hernán Cortés, ahora es seguro que no olvidaré su nombre. Nos quedamos viendo y todo se vuelve incómodo. Ya no sé qué decir, mi mente se ha quedado en blanco. Al final solo suelto palabras al aire.

―Estoy en ciencias ¿tú?

―Uy, no, aquí hay puro de Economía, la mejor ―me guiña un ojo―. Bueno, no, Joan está en Literatura.

De pronto, un chico de lentes, ojos oscuros, cabello castaño y alto llega a lanzarse contra nuestro grupo.

― ¡Hey! Quiten esas caras de muerto porque ya llegué para alegrar ―toma el vaso de Hernán y le da un buen sorbo―. A que ni adivina, me saqué la lotería, me alcanzaba para publicar un libro y dejar de estudiar, pero lo aposté en el casino y lo perdí todo.

Hernán saca más vasos de la mochila que está en sus pies, vierte un líquido de una botella de agua y nos lo ofrece. Acepto por educación, pero hace dos días me embriagué por mi ex y la cosa terminó conmigo hablándole; por suerte, Dana, mi mejor amiga en Sores, me quitó el teléfono y evitó la tragedia.

El chico recién llegado toma un sorbo de su vaso, nos mira con una sonrisa boba, pero cuando repara en mi presencia se limpia la boca y se irgue.

―Oh, caras nuevas ―saludo con la mano―. Disculpa mi irreverencia, soy Joan.

Claro, el de Literatura, vuelvo a presentarme e intercambiamos un par de palabras, pero mi atención va un poco más allá pues mis ojos buscan a Juan Pablo. Oh, por favor, no puedo hacer eso, debo tener dignidad y olvidarlo. Digo, solo han pasado tres días desde la ruptura, tampoco es que llevemos tanto tiempo alejados.

Busco a un chico alto, de cabello castaño, tez clara, un tatuaje con forma de p en el cuello y ojos acaramelados, sin embargo, mi vista se detiene en alguien muy distinto.

El hombre en cuestión es alto cuyo cabello rubio platinado desprende brillo con el sol, es de brazos y torso fuerte. No lo aprecio bien porque está de perfil, pero su playera polo color negro realza su piel y se ve malditamente bien.

Detrás de él, una chica de melena espesa del mismo color que el cabello del chico con un broche rojo que lo peina, piel blanca, labios gruesos y rojos avanza con gracia. Sus facciones son inexpresivas, pero tiene porte regio. Quien abre la marcha es el rubio platinado, pero la que atrae miradas y deja boquiabiertos tanto a hombres como a mujeres; es ella. Viste un pantalón ancho color negro y blusa blanca escotada. Va tomada de la mano de una chica bajita, de cabello castaño y cuello largo.

El último es un hombre fornido, alto, con siete líneas negras verticales tatuadas en la nuca apenas cubiertas por su mata rebelde color negro. No creo en auras ni esas mierdas, pero juro que veo un halo de luz alrededor de él. Un burbujeo extraño nace en mi estómago. Es sexy, pero es la clase de chico a quien, por amor propio, no te acercarías.

―Tierra llamando a Kendra ―Giuliana chasquea los dedos frente a mí―. Hay que ser discretas, amiga.

Los tres chicos me miran divertidos, genial, acabo de quedar como una pervertida. Pero viéndole el lado bueno: No pensé un solo segundo en Juan Pablo y eso ya es logro.

―Son los Diener, hazte un favor y no te claves ―dice Hernán―. Su círculo social se reduce a ellos y la otra que se llama Neli Torres. Son súper calientes, pero inalcanzables. Conocí a una chica que estuvo con Tristán y la pobre no hablaba de ello. Un día metió su baja y desapareció.

―Marlene es la peor ―Giuli lo dice como si recitara poesía―. Es hermosa, he tenido pensamientos lésbicos con ella, pero te mira y trata como escoria. No sabemos por qué Neli está con ella.

Porque son novias, es más que obvio. La tal Neli la mira como si fuera una diosa. No sé quién sea Tristán, pero ambos hombres son tan sexys que debo apartar la mirada para no tener pensamientos inmorales.

―¿Y a quién le importa? ―Joan echa un vistazo a los cuatro y vuelve a su actitud despreocupada―. Son narcisistas, se creen perfectos y piensan que debemos alabarlos. Hay que mandarlos a la m****a.

Confirmo.

―Gracias, no estoy interesada ―afirmo con seguridad―. Aún lloro por mi ex, no estoy para clavarme con uno nuevo... O dos.

El pelirrojo suelta una carcajada burlona.

―Corazón, ningún ex compite con ellos ―Giuliana asiente en acuerdo, Joan se encoge de hombros dando a entender que a él le da igual―. ¡Míralos! No hay comparación.

Regreso mi mirada a los Diener quienes se asentan en el centro del coliseo y charlan entre ellos. Neli no encaja ahí, cualquiera puede verlo, es como un punto de luz entre sombras y penumbras. Algo en ellos es atrayente, como si desearas pertenecer a ese grupo, nunca percibí algo parecido.

―¿Por qué todos los miran como si fueran... Superiores?

Joan les echa un vistazo rápido y luego se centra en beber de su vaso. Giuli adopta una actitud desconfiada, quien responde es Hernán.

―Son misteriosos, hacen fiestas exclusivas en su mansión, tienen buenas calificaciones ―explica en un susurro―. ¿Cómo es que tienen una mansión? La respuesta está en sus padres, pero parece que no existen.

Bueno, si nacieron es porque tienen padres, tal vez son los típicos que se la pasan viajando y sus hijos malcriados viven una vida sin adultos. Aunque a esta edad ya somos adultos. No lo sé, no me convence el argumento de Hernán, porque además de que parecen respetarlos, muy por debajo hay un tinte de miedo. Se ve que tienen complejo narcisista, pero no es para ponerlos en un pedestal ni para temerles.

―A mí me da miedo Tristán por lo de su exnovia o eso, solo se fue sin decir nada.

Eso explicaría en parte el miedo, pero no me parece un argumento suficiente. Si la chica cortó con él y quiso alejarse, es normal que metiera su baja. Cuando uno atraviesa una ruptura es capaz de hacer tonterías.

—O lo del cuarto hermano —murmura Hernán, de pronto meditabundo—. Dicen que hay otro, pero no sé si más pequeño o grande. Creo que se fue a vivir a otro país

—No, yo oí que está en drogas y lo metieron a rehabilitación.

—¿O habían dicho que era retrasado? —observo a Giuli y Hernán discutir—. Nadie sabe, nadie lo ha visto.

―Tal vez porque no existe ―Joan interrumpe, irritado—. Solo olvídalos —se dirige a mí y me incita a tomar un trago del vaso rojo―. Casi no se ven en público. Oirás rumores, te enterarás de sus fiestas exclusivas para sus amigos millonarios y verás a Ventura con una chica diferente cada mes, pero a los otros ni el polvo les verás. Odian estar aquí ―he decidido que Joan me agrada―. Disfruta el semestre, embriágate y ten el sexo más loco de tu vida.

Alza su vaso en un gesto de brindis y bebe lo que queda de un sorbo. Sonrío genuinamente y doy un pequeño sorbo a la bebida, es dulce. Cuando por fin me empiezo a sentir a gusto, aparece el imbécil de Juan Pablo. Nuestras miradas se encuentran y me bloqueo. Mi ex no sabe qué hacer, va en compañía de una chica morena y dos chicos. Les dice algo y entonces se acerca a mí.

No puedo enfrentarme a esto. Trato de subir las escaleras, pero un grupo de personas cantando me impiden el paso. Solo me queda bajar. Escucho que Juan Pablo dice mi nombre, pero no me detengo.

Llego hasta el centro del coliseo, pero al dar un paso tropiezo con una grieta. Me alcanzo a sostener de un hombro, específicamente el del hombre de cabello rubio quien mira mi mano como si fuera lo más asqueroso del mundo. Y entonces sus ojos encuentran los míos. Son color verde esmeralda, tan fríos, tan duros. Con un rápido y elegante movimiento de su mano, avienta la mía y se da la vuelta para alejarse. Ah, muy cabrón, estoy por decirle algo, cuando mi ex llega.

―Kendra ―echa un vistazo hacia las gradas―. Mmm... Hola, por favor no hagas una escena.

¿Yo? Fue él quien se acercó a mí.

―Si te largas de inmediato, prometo mantener la calma.

―¿Podemos hablar como gente civilizada?

―Me hiciste promesas de amor de mierda―siseo, siento tanta furia qué si me presiona más, voy a explotar―. Y me cortaste hace menos de una semana. No me pidas ser civilizada. Jódete.

Me mira entre exasperado y arrepentido, pero alza los brazos en señal de derrota y se va. Me siento ridícula parada con un vaso rojo en la mano. Así que doy un paso hacia las escaleras, pero antes de poder avanzar, una sensación de incomodidad se adueña de mí, alguien me mira.

Giro la cabeza y me encuentro con un par de ojos color verde esmeralda, al contrario que la del rubio platinado, esta no es gélida. La mirada profunda me atraviesa, me hace sentir desnuda y vulnerable. Logro romper la mirada y me voy. Gente con complejo inalcanzable conocí en Sores y aprendí que lo mejor es alejarse.

Al otro día llego tarde a mi primera clase, algo comprensible dado que me quedé dormida mientras soñaba con pingüinos rosados que visitaban la universidad. M*****a sea, ahora que entro al salón soy el centro de atención. El profesor pregunta mi nombre para pasar lista y me manda a sentar atrás.

―Señorita ―¿ahora qué quiere este?―. Los junté en parejas para que entreguen un trabajo, su compañero es Tristán Diener.

¿Trabajos en equipo? Es lo peor, se rompen amistades con eso y si le agrego el apellido me queda claro que tengo mala suerte. Sabía que debía enviar a diez personas esa cadena que me llegó por correo para evitarme los diez años de mala suerte.

Por favor, que no sea el rubio.

―Soy Tristán.

Dice una voz grave y de tono hostil. Increíble, es el rubio. Quisiera decir algo, pero se me corta la respiración cuando lo veo recorrerme con la mirada de arriba abajo.

―No eres la compañera ideal para practicar Anatomía.

El salón no irrumpe en carcajadas como si estuviéramos en la preparatoria, pero escucho las risas bajas de dos compañeros cercanos.

¡Hijo de la gran puta! No tengo el mejor cuerpo, pero me considero bonita, gracias.

―¿Fue una intento de ofensa? ―tomo asiento sin mirarlo―. Supongo que tu creatividad está por debajo del promedio.

Mi atención se centra en el pizarrón por el resto de la clase, llegar tarde el primer día no me define como estudiante. Aun poniendo atención es difícil, sé que la materia no es pan comido, pero no creí que fuera tan complejo; es mucha información.

Los últimos cinco minutos son para reunirnos con nuestra pareja y discutir sobre el estúpido proyecto. El profesor intenso quiere que hagamos un modelo de cuerpo humano con las venas, arterias, vasos linfáticos y nervios más importantes.

―Tenemos dos meses para hacerlo ―comienza Tristán―. Quiero pensar que es suficiente tiempo para hacerlo.

―Si insinúas que no tengo la capacidad ―le lanzo una mirada irritada―, te equivocas. Tú eres el poco creativo.

Sus ojos reflejan una mirada carente de emoción, parece que ni está vivo, qué miedo.

―De una vez te advierto que no aceptaré menos que un diez, si algo llega a ocurrir...

―Mira, campeón ―lo miro de arriba abajo, ahora sí me enojé―. Estoy jodida porque me tocó estar contigo, está bien, pero no voy a aguantar tus intentos fallidos de ofensas. Así que mete tus palabras por donde te quepan y cuando quieras hablar profesionalmente, lo hacemos.

Y me largo de ahí. Lo atractivo se le quita cuando abre la m*****a boca.

La última clase del día se trata de Geometría Analítica, ahí conozco a Raquel, una chica de ojos color miel y sonrisa amable. En cuanto me siento junto a ella, me hace la plática. Es alegre y vivaz, me cae muy bien.

―Se supone que estudio Leyes ―comenta mientras salimos del aula―, pero la verdad estoy en Ingeniería. Es mi secreto.

―¿Qué tipo de Ingeniería?

―Civil ―sonríe y alza la mano por encima de su cabeza, como si fuera porrista―. Voy a construir una autopista que atraviese el país y será hermosa.

¿Qué hace alguien que entrará el próximo año a la licenciatura en medicina tomando Geometría con el tronco común de Ingeniería? Ni idea, supongo que quien hizo el plan de estudios de la universidad estaba drogado cuando lo redactó.

La mayor parte del día lo paso con Raquel quien me acompaña a hacer las compras. Ella no vive en la residencia, pues desde su nacimiento ha vivido en el pueblo; su casa está a veinte minutos de camino, dice que la ventaja es que no tiene que cocinar porque su padre es experto en la comida. Incluso me invita a comer algún día que tenga libre y así podemos hacer ejercicios de Geometría juntas.

Por primera vez desde que llegué a Yesca, siento que el semestre no será un martirio.

Más tarde, llego con los alimentos y los guardo en una alacena pequeña en la cocina, no es que piense mal de las compañeras, pero la cierro con candado. Más vale prevenir que lamentar y sí lamentaría ver que mi comida ha desaparecido misteriosamente.

El resto de la semana transcurre tranquilo; las clases son monótonas, livianas y al ser la primera semana, no dejan tanta tarea, Giuli trata de socializar conmigo, pero es muy extrovertida para mi gusto, prefiero pasar tiempo con Raquel, somos más afines.

Y entonces llega el viernes y como una tormenta, pone de cabeza mi vida.

Metí dos clases con Juan Pablo, una era Bioética, esa sí es útil para mí, pero la di de baja porque puedo cursarla intensiva intersemestral, pero la otra es una optativa y como en primer año metí ninguna, tengo que cubrir esos créditos o me atrasaré. Se trata de Pintura en lienzo, no puedo creer que la metiera por mi ex.

Para mi pésima suerte, al intentar entrar al aula, me raspo con el marco metálico de la puerta y salto debido al dolor. La buena noticia es que apenas me hice un raspón leve, sale poca sangre; la mala noticia es que colisiono con alguien que suelta un quejido de desagrado. Me volteo para pedir disculpas y me encuentro de frente con Marlene Diener.

Me mira como si fuera una cucaracha que ansía pisotear. De frente es mucho más hermosa aun con la mueca de desagrado pintada en el rostro. Y los ojos... Tiene heterocromía, un ojo es color verde esmeralda y el otro es café, si fueran cuchillos, ya estaría muerta.

Pasa de mí después de hacerme sentir como escoria. La golpeé por accidente, pero ahora me siento como la peor persona por haberle causado molestia. Ay, bueno, ni fue para tanto.

Aparte de tener que tomar clase con mi ex, tendré que tomarla con una Diener. Hoy es mi día.

Juan Pablo entra al salón sin mirarme, sabe que estoy ahí, pero finge que no. Maldito idiota, lo mandé a la m****a, pero su indiferencia me hiere. Está un par de lugares atrás de mí, junto a él hay un espacio vacío y después está Marlene; solitaria y con cara de tener m****a bajo la nariz.

Y entonces ocurre lo imposible: A Marlene se le cae el lápiz con el que dibujaba las líneas que nos dejó el profesor y rueda hasta el lugar de Juan Pablo. Mi ex se da cuenta y se agacha para recogerlo, voltea a ver a Marlene y se lo ofrece. Juraba que ella le haría el feo y rechazaría el lápiz porque ¿cómo sus regias manos tocarían algo que estuvo en las manos de alguien de la plebe? Pero la chica le dedica una sonrisa encantadora y le agradece, cuando toma el lápiz, incluso se avienta a tocar la mano de Juan Pablo quien la mira embelesado.

Siento tanta rabia que lágrimas de furia se acumulan en mis ojos. No es culpa de Marlene que mi ex esté tonto, pero no por eso la odio menos.

Una vez que termina clase, me siento liberada, salgo lo más rápido posible y me voy hacia Geometría, veré a Raquel y seguro me hará reír con sus ocurrencias. Apenas me confesó que tiene un crush con Ventura Diener. Al menos no con Tristán porque eso sería... Creíble, pero de mal gusto.

―Es agradable ―me dijo mientras almorzábamos―. La mayoría les tiene miedo, pero todos los rumores son idiotas. Son como borregos que siguen el rebaño. Los que tenemos sentido común sabemos que no defines a alguien por los chismes.

Igual que los demás, cuando pregunté por los rumores, solo me dijo que no importaba, que eran tonterías.

El profesor nos deja una serie de ejercicios para entregar hoy antes de las doce de la noche. Sé que lo hace con el fin de arruinar el viernes.

―¿Te has enterado? ―me dice Raquel―. Los Diener harán una fiesta de bienvenida y será pública. Tenemos que ir.

Definitivamente no.

―Tenemos tarea.

―¿Y eso qué? ―me lanza una mirada suplicante―. Es la primera semana y amerita alcohol.

Concuerdo con ella, este día lo amerita, sobre todo después de ver a Marlene sonreír a Juan Pablo. Necesito bailar y beber, puedo ligarme a alguien, ¡Puedo ligarme a Marlene! Apuesto que eso sería algo que nadie espera. Juan Pablo quedaría helado. Bueno, es una simple fiesta, ¿qué es lo peor que podría pasar?

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