En la playa

—Tienes un buen trasero. —Comenta abriendo la puerta. —Muy gracioso…. —Murmuro pasando a su lado para salir de la habitación.

—Para morderlo… —Continúa a mis espaldas, pero lo ignoro mientras me acerco a mis amigas. Las observo mientras hablan animadamente con los hermanos de Alex, parecen a gusto.

—¡Hola a todos! —Digo acercándome. Carlotta me mira mal y no comprendo el porqué. La presencia de Vicenzo junto a mí atrae su atención y cuando me giro hacia él advierto que algo importante está pasando.

—¿Qué paso anoche? —Preguntó en voz baja acercándome a ella. —¿No recuerdas nada? —Pregunta Sharon riéndome y dándome una palmadita en la espalda. Niego con la cabeza sin entender qué es tan divertido.

—¡Eres un desastre! —Comenta con una expresión que no me gusta en absoluto. La miro desconcertada. —Has desafiado a Vicenzo a beber un licor y después… La llamada de los chicos interrumpe a Jianna.

¿Y después? No entiendo nada. Hasta ahí lo recuerdo yo también, me interesa conocer el después. Cuando salgo me encuentro con un panorama espectacular, estamos en frente de la playa. Sigo a mis amigas mirando a mi alrededor, y en cuanto Vicenzo está lo bastante lejos como para que no pueda escuchar, apoyo el brazo en el hombro de Carlotta.

—Vamos, cuéntame lo que pasó anoche. Ella ríe. —Vicenzo y tú diste rienda suelta a la atracción que sentís el uno por el otro. Pero lo mejor de la noche fue cuando lo besaste. Cielos. Lo besé. Aturdida por la noticia me quito el vestido, lo dejo caer en la arena y camino hacia la orilla. No pude haber hecho algo tan estúpido. Lo deseaba, quería besarlo, pero nunca me habría imaginado tener el valor

Para hacerlo. ¿Solo nos dimos ese beso? Por Dios, me he despertado en su habitación y lo he besado. Toco el agua fría con los pies y mi cuerpo se estremece. Necesito reflexionar sobre cómo proceder y por el momento alejarme de Vicenzo es lo único que se me ocurre. Me tiro al agua y nado alejándome lo más posible de la orilla. Sigo nadando mientras el sol calienta mi piel y cuando me siento a buen recaudo floto sobre la superficie del agua y observo el cielo. Trato de despejar la mente de todo lo que me rodea hasta que la presencia de alguien perturba mi meditación.

—¿Estás escapando de mí? —Pregunta mientras su cuerpo impacta contra el mío. —Esa es la idea, Vicenzo. —Argumento observándolo de reojo. Sus labios se posan en mi mejilla y mi cuerpo reacciona apartándolo.

—Tenemos que hablar de lo que pasó anoche. Quisiera evitar el tema, pero sé que es inevitable.

—Lo siento, el alcohol se me subió a la cabeza y he tenido una reacción que no es propia de mí. Fue un error, no debió suceder —explico moviendo los brazos en el agua. —Ambos queríamos ese beso, es así como tenía que pasar —afirma con tono serio. Me vuelvo hacia él bruscamente y me topo con dos ojos azules llenos de deseo. M****a, es maravilloso.

—Ese beso no significa nada. Me alejo nadando hasta la orilla con un único pensamiento…el beso que nos hemos dado. Me acomodo sobre la hamaca, cierro los ojos y dejo que el sol me seque. Muy bien, Adrienna, ignora la situación. Reprocha mi consciencia. No entiendo nada, una parte de mí se paraliza, no escapa. Como si en realidad me gustara permanecer aquí. De pronto mi cuerpo ya no se está secando, sobre mi piel se deslizan gotas de agua fría. Abro los ojos repentinamente y me encuentro ante el rostro de Alexander a pocos centímetros del mío. Contengo la respiración mientras observo sus labios carnosos. Este hombre es impredecible y esto me asusta.

—Deja que te refresque la memoria… —Susurra antes de besarme.

Apoyo las manos sobre su pecho con la intención de empujarlo, pero en su lugar me dejo llevar por las sensaciones que experimento. Sus labios son tiernos y agradables, y en este momento no quiero se detenga. Extiende su cuerpo musculoso sobre mí, presionándome con su peso mientras sus labios devoran los míos. Un fuego se esparce en mi interior mientras sus manos acarician mi cabello.

Lo siento como fuegos artificiales… mi corazón late a mil por hora y recuerdo ese beso que tanto deseaba. He sido yo quien empezó todo esto. La verdad llega como un tren en movimiento. Santo Cielo, él me gusta. Deja de besarme para después susurrarme algo incomprensible. Nos miramos a los ojos y tengo la sensación de verlo por primera vez. Admiro sus ojos profundos como el mar, la mirada tenebrosa que corta la respiración. Sin duda es apuesto, muy sensual y su físico, bueno, ¿qué decir? Parece un dios griego. Quisiera disfrutar de esta sensación eternamente, pero sé que es imposible.

Es mucho más grande, un hombre con experiencia, acostumbrado a mujeres expertas. En cuanto sepa mi edad, escapará. Muy a mi pesar lo aparto empujando su pecho, ¡madre mía, es marmóreo! Me mira perplejo, como si no comprendiera mi actitud. ¿Cómo no va a tener razón? Primero lo quiero, y después lo rechazo.

—Lo siento, no debía repetirse… —Susurro con un nudo en la garganta.

—My prinadlezhim…— Responde. “Nos pertenecemos”. ¿Cómo puede decir una cosa similar? —¿Sí? —Pregunto con sarcasmo.

—No escapes, Adrienna—Dice con voz calmada, tranquilizadora. El latido del corazón se acelera, emociones que desconocía se apoderan de mi existencia. Y es en ese preciso momento que decido tirar la toalla. ¿Y si…? Imposible… pero podría ser. Estoy muy desconcertada. Ya no sé distinguir lo bueno de lo malo. Sus poderosos brazos me levantan, apoyo la cabeza en su hombro y miro su perfil tan bien definido.

—¿Adónde vamos? —Pregunto dulcemente. —Donde podamos estar solos lejos de miradas indiscretas… —Responde y a continuación me da un pequeño beso en la frente.

—¿Para qué perder el tiempo conmigo? Acabarás marchándote y yo no quiero ser un pasatiempo, ¿lo entiendes?

—No eres una distracción. —Declara serio con el tono de alguien que acaba de ofenderse.

—Tú me perteneces. No es de muchas palabras y no ha respondido a mi pregunta. Continúa diciendo que le pertenezco, ¿pero cómo te puede pertenecer alguien a quien nunca has tenido? Se detiene en el acantilado, bien escondido desde el punto donde estábamos. Para conocer este lugar ya ha debido estar antes.

—Ya has estado aquí. —Afirmo. —Venimos varias veces al año. —Responde con sinceridad. Mis pies tocan la arena mientras lo observo.

—¿Es la primera vez que vienes a Italia? —No tiene importancia, Adrienna. —Suspira. Para mí la tiene, miente quien tiene algo que esconder, y ellos mienten. —Comprendo. Creo que es mejor dejarlo aquí. —Digo retrocediendo.

—Demasiado tarde, no podrá suceder. —Responde fulminándome con la mirada. Sus ojos se entrecierran mientras la mandíbula se contrae.

—¿Quién eres tú para decidir qué es lo mejor para mí? —Pregunto molesta apoyando las manos en las caderas. Una vez más parece sorprendido.

—Ty moya. —Gruñe. Intento retroceder, pero se acerca cada vez más. Comienza a asustarme la extraña situación en la que me encuentro.

—¿Tienes miedo de mí? —Pregunta severo percatándose de mi comportamiento. Niego con la cabeza mientras sigo retrocediendo. En un movimiento sorprendente me encuentro envuelta en sus brazos. Sus ojos me miran con deseo, y yo en cambio solo quiero marcharme. Me escabullo de entre sus brazos y echo a correr, no me vuelvo, aunque querría saber si me está siguiendo. Voy rápidamente hacia mis amigas.

—Chicas, tenemos que marcharnos inmediatamente. ¡Hay algo que no me convence! —Digo de un tirón. —¿Por qué?, ¡a nosotras nos parecen súper monos! —Carlotta se cruza de brazos en señal de protesta, no puedo evitar mirarla de mala manera. —Antes de nada, os han metido, ya han estado aquí más veces. —Argumento.

—¿No te estarás preocupando mucho? —Pregunta Brina extendiendo los brazos. —Nosotras estamos bien con ellos. Precisamente hace cinco minutos hablábamos de la posibilidad de ir de vacaciones a Rusia… —Explica con calma. No me lo puedo creer, está loca. La miro de reojo, pero no respondo.

—¿Sois conscientes de que me ha dicho Ty moya? Jianna se pone a enredar con el teléfono y algunos momentos después abre los ojos y alza la vista satisfecha.

—Significa “eres mía”. Sus ojos brillan, y yo no encuentro nada divertido en ello. ¿Cómo puede decir algo así solo porque nos hemos besado?

—Está loco, yo me marcho. —Digo nerviosa mientras vago con la mirada en dirección hacia la carretera. Debo encontrar el modo de marcharme inmediatamente.

—¿Por qué no te dejas llevar de una bendita vez? Ningún chico te ha dicho algo tan bonito. Y además, ya lo has visto, es un buen ternero. —Deja la frase a mitad y mira a las otras. Ríen. Su pasotismo me pone de los nervios. Es oficial, mis amigas han desaparecido.

—¿Sabéis que os digo? Haced lo que quieran. Yo me marcho. Ya estoy en el límite de la tolerancia. Están todos tarados. Me acerco a la hamaca mientras mis amigas me observan en silencio sin protestar, es mejor así.

De Vicenzo y sus hermanos no hay rastro, lo cual es positivo, al menos evitaré su mirada mientras me voy. Me preparo con rapidez y con paso apresurado me acerco a la carretera. Espero que el taxi al que he llamado llegue ya. Continúo golpeteando el pie sobre el asfalto impaciente y nerviosa. Venga, ¿por qué tarda tanto en llegar? No quiero que a Vicenzo le dé tiempo de percatarse de mi ausencia. No me apetece enfrentarme a un ruso loco del que no sé nada.

—¿Adónde crees que vas? —Su voz retumba tan fuerte que me hace sobresaltar.

—¡A casa! —Digo intentando parecer segura sin volverme.

—No puedes. Tienes que estar conmigo. —Ruge a mis espaldas. No pensaba que fuera de su propiedad, tal vez en Rusia basta con un beso para hacer creer al otro que es para siempre.

—¡Yo no quiero estar contigo! —Respondo duramente.

—Ty moya. —Masculla acercando su cuerpo al mío. Salto como un muelle volviéndome y dirigiéndome a él furiosa.

—¡Yo-no-soy-tuya! —grito perdiendo los papeles. No permito que nadie decida por mí.

—Lo eres porque has decidido besarme, provocarme, desafiarme. No tengo ninguna intención de dejar escapar a una como tú, ¡ni ahora ni nunca! Su tono es amenazante. Sus palabras se repiten en mi cabeza. Nunca me había topado con un tío así, nunca. Agarra mis brazos y me atrae hacia él, dejo de respirar. Estoy a punto de gritar, pero la llegada del taxi me salva de todo esto. Me escabullo bruscamente retrocediendo algunos pasos.

—¡Adiós, Vicenzo! —Digo subiendo en el taxi mientras nos aguantamos la mirada fijamente. En su rostro aparece esa sonrisita maliciosa que me deja fuera de combate.

—Te encontraré, Adrienna. Eres mía. Pronuncia las palabras con calma de manera que pueda comprender todo el mensaje. Es una promesa, estoy segura de que me encontrará.

—Do svidaniya… —Digo burlándome. Sonrío victoriosa y le mando un beso al aire. Sonríe despidiéndome con la mano mientras el taxi se aleja cada vez más.

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