Drew estaba más calmado y alegre. Los siguientes días luego de la muerte de Henry Hammil habían sido extrañamente tranquilos y rápidos, teniendo en cuenta la presión constante y sorpresas a las que los tenía acostumbrados.
Horas antes había hablado con su jefe y este le había dado la noticia de que Emily saldría del hospital al día siguiente por la tarde si no se presentaba ninguna complicación.
Luego de una larga ducha relajante se metió a la cama tomando el descanso que no había podido tener durante algún tiempo. Su celular vibrando interrumpió su progreso alertándolo de una notificación entrante.
Tomó el aparato y revisó la pantalla iluminada. El conta
Emily no había parado de ver el anillo durante todo el camino de vuelta a su casa. Era muy desvergonzada y se miraba en el espejo retrovisor posando con él y haciendo diferentes caras en presencia de Drew, quien conducía tratando de no pegar una risotada y concentrarse en llevarla a salvo.Aquello incluso le había hecho olvidar de que fue a buscarla solo, llegando a pensar que quizá se lo había pedido a su padre para poder mostrarle el departamento y darle el anillo.Al llegar a la enorme mansión Dunhee, algunos hombres se ocuparon de bajar el poco equipaje que tenía y la basta cantidad de regalos que había recibido como buenos deseos para su recuperación.Drew la ayudó a abandonar el auto llevándola hasta la quietud del
Cuando llegaron al pasillo de la entrada pudieron observar a una llorosa y desgreñada Rita Hammil.De la mujer seria y pensante que había conocido tiempo atrás no quedaba nada.Se había colocado un uniforme de servicio para lograr tener entrada a la mansión y por fin tener la oportunidad de encararla.Su hijo no estaba a su lado y ahora estaba más sola que un perro.–¡Te pedí! ¡Te rogué que no mataras a mi hijo! Aún así lo hiciste y mira… ¡Estás aquí celebrando como se deshicieron de él arrebatándole la vida! ¿¡Qué tipo de gente son todos ustedes?!–
Elianne Abreú amaneció muy contenta ese día. Si bien, su situación no era particularmente la mejor de todas y tampoco se encontraba en libertad por las calles, algo se avecinaba y sabía que jugaría a su favor.Se permitió arreglarse bien para su primera audiencia con el juez, (Estaba segura de que sería la última) caminó orgullosa y voluntariamente sin desacatar las órdenes de los guardias que custodiaban cada uno de sus pasos.Al llegar a lo que parecía ser la sala del juzgado en donde se decidiría su libertad no pudo evitar repasar su planificado plan trazado varias noches antes, desde su temporal carceleta.Seguramente iba a ser como siempre. Liam estaría muy ocupado como para ir hasta allá p
–¿Pasa algo malo? –Preguntó Liam mientras se acomodaba en el asiento frente a Nicolleta, la mujer había estado muy callada durante el camino.– Normalmente tienes un ánimo festivo envidiable, hoy pareces algo decaída.–No es nada. –Asintió con una sonrisa triste– Es solo que hay días malos nada más.Al parecer algo en aquella tenue expresión despertó un sentimiento protector en el patriarca de los Dunhee, aunque, podría confundirse con su personalidad afable de siempre.–Puedes confiar en mí, creo que tu ya conoces los malos secretos de mi familia e incluso estuviste en los peores momentos. Puedes considerarme un amigo cercano y contarme lo que sea que te esté sucedien
–¿Cómo sabías que el ex esposo de la señora Nicolleta iba a ir hasta allá con su nueva pareja? –Preguntó Drew, mirando a Emily.–Esa misma noche habían llevado tan solo una cama, un colchón y edredones al departamento vacío que Drew había adquirido para ambos. Todo estaba desocupado, salvo la habitación en la que estaban. Era la primera noche que pasarían juntos en el departamento por una idea loca y precipitada de Emily.–Pues… Tuve una plática previa con Nicolleta el día de ayer. Me llamó y tomamos un café en casa de papá mientras conversábamos de algunas cosas. Fui directa y le confesé que sabía sobre las tácticas que estaba usando para capturar a papá y no voy a negarlo
6 años después–Leo, cariño, no vayas al agua sin antes avisarle a alguien, puede pasarte algo malo.Le advirtió su abuelo mientras metía el equipaje de mano de su ahora esposa Nicolleta Parissi, a la enorme casa de playa que alguna vez escondió a su hija y yerno de los planes crueles de Henry Hammil.–¡Abuelito! ¡Llévame a la playa!Pidió el pequeño, Leo Dunhee, quien a sus cinco años apenas era todo un bribón y rompecorazones en el jardín de niños. Quizá por los malos consejos que le daba Emily incentivándolo a conquistar a todas sus compañeras o por la belleza que había heredado de sus padres y