SOPHIE
Christopher me echó. Eso no puedo dejar de pensar.
El anillo en mi dedo reluce mientras estoy sentada en la parada del autobús esperando algo, no sé qué realmente porque no tengo dónde ir.
Mi madre no tiene idea de lo que pasó. Creo que nadie de la familia está informado de que fui echada de mi propia casa bajo la tonta suposición de que engañé a mi esposo, cuando la verdad es que nada de eso pasó.
Miro mi vientre y contengo las lágrimas que amenazan con salir. No puedo ponerme a llorar ahora porque sé que en cuanto lo haga, no me detendré, y no es momento de quedarme echa un ovillo en la cama.
Tengo que solucionar mi vida. Es claro que mi esposo, quien se supone que es el hombre que me ama, no va a darme la oportunidad de explicarme, ni siquiera me va a dirigir la palabra, así que no tengo otra alternativa más que buscar dónde demonios ir para pasar la noche e incluso la semana.
No quiero regresar con mi madre como si fuera una fracasada, pero no tengo opción. Cuando me encuentro más tranquila me doy cuenta de que no puedo pararme a llorar porque corro peligro en las calles.
Es de madrugada, no hay nadie aquí y no planeo sumar otra desgracia más a mi noche por lo que comienzo a caminar. La distancia desde nuestro barrio privado a casa de mi madre es de más de cinco kilómetros y aunque me encantaría tomar mi teléfono y marcarle, no puedo hacerlo.
De solo recordar que Christopher me arrebató todo lo que él me obsequió, mi corazón se estruja poco a poco porque jamás pensé que sería así de cruel conmigo, de la noche a la mañana, sin razón aparente.
Es tanto el odio que siente por mí que incluso llegué a preguntarme si alguna vez me quiso porque me resulta imposible creer que con simples falacias él pudiera llegar a cambiar tanto conmigo que he sido su esposa por los últimos cinco años.
Estoy tan decepcionada y tan dolida por dentro que la sensación de tener mis piernas quemando es simplemente algo mínimo en comparación.
La calle está desabitada, todo a mi alrededor está en completo silencio y de no ser por alguno que otro coche que continúa por este lugar, no podría ni siquiera ver la calle bien porque la iluminación no llega para estos lados.
No tengo idea de cuánto tiempo camino, ni siquiera soy consciente de si en verdad el tiempo está pasando porque no traigo ni un reloj conmigo, solo sé que de un momento a otro comienzo a entrar en el barrio de mi madre mientras los pies de zumban y el vientre lo tengo duro como una m*****a roca.
Algo comienza a iluminarme y no es la iluminación de la calle, sino el bendito sol que ha comenzado a salir lo que me grita que he caminado toda la noche en la oscuridad, sola y embarazada, durante cinco kilómetros donde lo único que me dolió fue el corazón.
Toco el timbre de casa de mamá y cuando lo abre, me desplomo en el suelo. No es el cansancio, no es el dolor físico, es el emocional.
Como una niña pequeña caigo rendida en brazos de mi madre que me abraza haciendo preguntas que no llego a escuchar porque mi cabeza me mantiene tan ocupada que hasta los sentidos estoy perdiendo.
Supongo que esto es lo que pasa cuando duele tanto el corazón. Pierdes todo el sentido de la orientación, así como el de la realidad porque de no ser que estoy en brazos de mi madre, seguiría pensando que lo que pasó hace unas horas es solo un mal sueño del que no puedo ser capaz de despertar.
Solo bastó una noche para destruir un matrimonio lleno de esperanzas y sueños. Solo una duda y todo el amor que él juraba tenerme, se fue a la m****a. Así de sencillo. Y eso me destruye.
—Hija, por Dios, ¿qué pasó contigo?—pregunta alarmada, y la verdad es que me siento mal ahora de solo verla porque está con su bata puesta y una expresión en la mirada que me grita que acaba de ponerse de pie y yo vengo con mis problemas—. Quédate aquí, llamaré a Chris...
La tomo fuerte de los brazos para que no me abandone.
—Hija, necesito que tu esposo esté aquí. Estás en shock, parece que fuiste atacada y...
Sacudo la cabeza.
—Nadie me atacó. Solo caminé.
Me mira como si hubiera perdido la cabeza.
—¿Qué? ¿Cómo que caminaste? ¿Escapaste de tu casa?
Me río por sus ocurrencias porque prefiere pensar que yo huí a que Chris fue capaz de echarme porque supongo que no entra en su cabeza esa posibilidad después de vernos ser felices por tanto tiempo. Pero rompo su burbuja de cristal así como rompieron la mía unas horas atrás.
—No llames a Christopher porque él fue quien me echó.
Se ríe, sacudiendo la cabeza.
—¿Qué cosas dices? Hasta parece que estás delirando.
Le doy una mirada triste antes de romper en llanto de nuevo. Pensarlo durante toda la noche es una cosa, ahora, el tener que decir en voz alta que mi esposo me echó de la casa con una mano delante y la otra detrás, es una vergüenza tan grande que no puedo ni siquiera poner en palabras.
—Chris me echó de la casa como un perro, mamá—digo, con mi voz quebrándose al final—. Por alguna tonta razón cree que lo engañé y me echó. Hasta el divorcio me pidió.
Con la mandíbula descolgada cae de rodillas frente a mí, observando mis ojos fijamente, supongo que intentando encontrar la mentira en ellos, pero entonces cae en la realidad de mi sinceridad, mirándome con lástima.
—Hija...
—Me quitó todo lo que me obsequió. El carro, el móvil, mis cuentas de banco fueron congeladas, todo el dinero... no tengo nada.
—Pero, ¿lo hiciste? ¿lo engañaste?
—¿Cómo puedes creer una cosa así de mí?—pregunto indignada—. Todo lo que él cree es mentira, lo puedo jurar hasta encima de una Biblia, mamá, pero no me dejó explicar. Ni siquiera fue coherente, él solo... me echó sin importarle un carajo. Eso pasó.
Durante algunos minutos se queda en shock cosa que entiendo. Cualquier persona que nos vea de afuera jamás podría siquiera imaginar que terminaríamos así, y es confuso incluso para mí. Lo que no vi venir jamás fue su reacción posterior.
—¡¿Cómo se atreve a tirarte a la calle como si nada en medio de la noche?! —grita alterada—. Ha perdido la cordura, la razón. Es un idiota.
—Ya, mamá, no importa. Estoy aquí y estoy bien. Estoy cansada.
Se pone de pie toda ofuscada.
—¡Claro que importa! Eres su esposa. Por cinco años dormiste a su lado y no va a dejarte sin nada. Te corresponde la mitad de todo y si no quiere escucharte, pues que no lo haga, pero ahora mismo vamos a la estación de policía a denunciarlo por abandono de persona.
Sacudo la cabeza.
—No, mamá. No voy a hacer eso.
—¡Fue inhumano lo que te hizo! Seguramente te escoltará la policía hasta la casa para que busques lo que necesites y después podremos decidir qué haremos, pero eso es lo primordial.
Seco las lágrimas que caen por mis mejillas. Dentro de mí sabía que iba a perder la razón cuando lo supiera. Mi madre ejerció como abogada de divorcio durante toda su vida e incluso llevó el suyo adelante cuando se divorció de su segundo esposo.
—Sé qué es lo que me corresponde—digo con la voz calmada—. Sé qué es lo que podría quitarle, pero no quiero, mamá.
Me mira sorprendida.
—¡Sophie!
—No quiero nada que venga de él—sentencio—. Puede quedarse con todo lo que me regaló porque si hay algo en lo que no mintió es que todo lo que tengo es por él, así que puede quedarse con todo. Yo solo quiero paz y tranquilidad, ¿de acuerdo?
—¿Vas a dejar que se quede con todo?
Asiento, agotada físicamente ahora que el tiempo de anoche comienza a pasarme factura.
—Sí. Dejaré que se quede con todo, que comience con los papales del divorcio y todo lo que quiera, pero no pienso poner nada de esfuerzo en perseguir a ese hombre, mucho menos por dos malditos dólares.
Mi madre se siente frente a mí, observándome con lástima.
—Sé que estás herida, cariño, pero son tus derechos como esposa. Te echó, te quitó todo y no puede quedar esto en la nada.
—Pues quedará, porque le dije que si me dejaba salir de su vida, no pensaba regresar por nada y cumpliré esa promesa, mamá. No quiero verlo, ni saber nada de él, ¿está claro?
Ella suelta un suspiro.
—Podemos pelear esto y ganar, Sophie.
—Estoy embarazada—le suelto—. Y antes de que digas que puedo quedarme con todo, solo te diré que no lo sabe porque me acusó de ser infiel y no pienso decirle para que continúe humillándome gritando a los cuatro vientos que me embaracé de otro hombre.
—Hija...
—Me quedaré sola, criaré al bebé y haremos de cuenta que Christopher Marshall jamás existió en nuestras vidas.
SOPHIE.No recuerdo bien cuánto tiempo es que dormí, solo recuerdo despertar con un dolor físico demasiado agotador, sin embargo me levanté igual esta mañana.Mi madre se esfumó, en casa no está y por consiguiente tuve que tomar un autobús para llegar al centro de la ciudad. Bueno, no tan al centro porque no quiero ver a Chris por error en una esquina ni mucho menos, y tampoco pretendo frecuentar los lugares a los que solíamos ir juntos. No soy una maniática ni acosadora. De ser por mí ni siquiera habría salido de casa, pero el futuro me está golpeando la puerta con ganas recordándome que en poco tiempo tendré un bebé en mis brazos y debo conseguir un empleo para los meses finales donde ya no pueda trabajar.Sé que mi madre se negará a que trabaje, pero no pretendo ni voy a dejar que ella nos mantenga. Me fui de casa a los dieciocho años, no pretendo regresar siendo una carga para ella cuando sé que ya ha hecho planes para irse de vacaciones en solo un mes más.Tengo que tener mi prop
Sophie.—Les pedí que no te llamaran, pero eres mi contacto de emergencias—digo, bajando la mirada porque no soporto verlo a los ojos después de todas las cosas que salieron de su boca—. Puedes irte, mi madre vendrá a recogerme.Espero ansiosa porque se cierre la puerta, porque se vaya a vivir su vida lejos de esta supuesta mentirosa, pero no lo hace. Eso me confunde.—¿Cómo estás?Da dos pasos en mi dirección, helando mi sangre. Sé que no va a golpearme jamás, no le tengo miedo, solo que mi cuerpo reacciona diferente al tenerlo cerca. Me vuelvo una idiota que es capaz de rogarle por su perdón incluso por algo que no hice en absoluto, por eso me mantengo firme en mi posición.—Estoy bien, no tienes que quedarte.—Hablé con tu doctor—me enseña las recetas en sus manos—. Me lo dijo todo, Sophie.Lo miro confundida, sacudiendo la cabeza.—¿De qué estás hablando?—Me dijo sobre el bebé—me quedo helada, fría, sintiendo que tengo agua helada corriendo por venas en lugar de sangre caliente—.
SOHPIENo puedo hacer absolutamente nada. Según las ordenes del doctor no tengo permitido más que ir de la cama al baño y viceversa, lo que ha sido demasiado agotador mentalmente.En situaciones como estas, lo mejor es tener contacto con los demás, salir, intentar tener nuevos amigos y quizás una nueva rutina. Es lo que intenté cuando salí a buscar un empleo, además de que lo necesito, sin embargo eso ya quedó descartado. Estoy confinada a mi cuarto, donde seguramente voy a morir de depresión.Me siento fatal. A medida en que pasan los días, voy sumando chequeos médicos, medicinas y mucho pesar en mi corazón porque no es la forma en que hubiera deseado jamás pasar un embarazo.Es de alto riesgo, podría perderlo en cualquier momento y seguramente es lo que la mayoría quiere que suceda, y eso me pone todavía peor.Se suponía que embarazada todos estarían pendientes de mí. Que mi esposo sería amable, dulce y demasiado cuidadoso conmigo, pero nada está más alejado de la verdad. Mi propio
CHRISTOPHERCarrie me insiste en salir a cenar hoy, pero acabo por apagar el móvil y dejarlo a un lado del sofá. Soltando un suspiro miro hacia arriba, luego hacia las escaleras, clavando la mirada en mi esposa tirada en el suelo por mi culpa, sintiendo un peso enorme en el centro de mi pecho.A medida en que pasan los días me siento como un completo idiota al no haber sido capaz de mantener la compostura con ella. Pude haber hecho todo de forma diferente, pero ya no hay marcha atrás.Sophie se llevó la peor parte porque fue la única culpable de mi desaire. Ni siquiera me importó con quién fue. Me tiene sin cuidado que haya sido Julian porque supe desde el momento en que se conocieron por primera vez que se enamoró de mi mujer y no me molestó porque quien tenía lo que quería, era yo. Jamás pensé que Sophie caería tan bajo como para entregarse a ese patético imbécil.Me siento terrible de solo pensar que mi propia esposa, la única que me debía fidelidad, fue capaz de tirar todo por la
SOPHIEEl vestido es perfecto. En tonos rosados como yo quería, con volados románticos y con tacones que hacen juego que terminan por poner todo en perspectiva combinando a la perfección con la decoración de mi hogar, donde al fin puedo soltar un suspiro después de estar planeando esta cena por más de un mes entero. Mi visión está completa.Veo a los camareros comenzar a preparar la gran mesa para nuestros invitados, lo que me pone la piel erizada de solo pensar que será la primera vez en que damos una celebración de esta magnitud en nuestro hogar.Siempre quise ser la clase de mujer que solo se preocupa por tener la casa arreglada y mantenerse pulcra, y al fin estoy logrando eso con Chris. Gracias a él en realidad, lo que se siente genial.Intentando no emocionarme demasiado doy una caminata por la sala de mi casa buscando hasta el mínimo detalle que rompa mi visión estética. Alguna que otra cosa mínima, pequeña, pero que influye demasiado en cómo quiero que esté todo porque no piens
SOPHIE.No deja de mirarme como si fuera su peor enemiga y eso me duele, aunque también estoy bastante desconcertada poe todo lo que está pasando al ver a estas tres personas frente a mí esperando a que yo hable cuando en realidad no tengo ni idea de lo que pasa.Chris voltea a ver a su amigo, Julian.—¿Tú no vas a decir nada? ¿Te vas a quedar ahí con cara de idiota o qué carajos?Este hombre, desconocido a nivel personal, solo se encoge de hombros dejándome peor todavía.—Siempre te dije que Sophie se me hacía atractiva. No pude rechazar la oportunidad cuando se me dio, lo lamento.—¿Lo lamentas? Arruinas mi matrimonio, nuestra amistad, mi puta vida y solo puedes decir que lo lamentas.—¿De qué estás hablando?—increpo al amigo de mi esposo porque a decir verdad, puedo al menos darle el beneficio de la duda al hombre con el que compartí mi vida durante años, pero no a este imbécil que no significa nada para mí—. ¿Por qué estás mintiendo de esa manera?—Sophie... por favor, deja de fin