41. DESAPARECIDA

Noah

–¡No está! ¡Sus cosas tampoco están!

–No entiendo, ¿para qué me llamas a mí si la responsabilidad de cuidarla era tuya? Te lo dije claro, Meier, si algo le pasa a Lu…

–¡Tú sabes dónde está! ¡Tienes los malditos códigos de estas pulseras!

–Con que alguien intentó hackear mis dispositivos –soltó con sorna el muy imbécil mientras mis nervios empeoraban.

–¡Ja! como si no lo supieras… Oz, por favor… Si sabes dónde está solo dime.

–Te dije que ya era hora de que tuviesen más libertades, tú fuiste a visitar a esa ricura que llamas mamá y si ella quiere salir también puede hacerlo.

–Oz…

–¿Qué? No puedo negar que tu madre es una preciosura y está libre…

–Oz…

–No sabía que eras uno de esos hijos celosos, acepta que ella también merece un poco de cariño y yo no me negaría a dárselo.

–¡¡Oz!!… ¿¡Dónde está Luna!?

El estruendo de un vaso estrellándose contra la pared me deja congelado. Si Oz está tomando tan temprano en la mañana es por algo grave… o eso creo, tal vez lo más extraño sea que no
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