CAPÍTULO 29

Estaba a punto de mandarla al diablo pero de pronto apareció el ama de llaves para decirle algo a mi madrastra:

–Señora, la señorita Eloísa está en el teléfono.

–Perfecto. Tomaré la llamada en el despacho.

–Cómo usted prefiera, me retiro permiso.

Solté una risilla al acordarme de aquella anciana –la mejor amiga de mi madrastra- una anciana que estaba más cerca de la tumba que de otra cosa.

–Si ve, no tardes demasiado en contestar… o sería una pena que no llegaras a contestarle a tiempo.

Mi madrastra me miró algo enfadada a la vez que se retiraba de la sala repiqueteando con sus zapatos caros en el piso de madera lustrado. Al ver que se perdía su figura al doblar la esquina me reí aún más fuerte, Amalia apareció de pronto para darme mi almuerzo antes de que me fuera, y sin querer se unió a mi risita. Me despedí amablemente de ella para dirigirme a la cochera a buscar mi bicicleta. Era una bicicleta de montaña que mi padre me había regalado para uno de los tantos cumpleaños que pasamos
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