Capítulo 25
Sin embargo, se contuvo y estacionó frente a una farmacia.

Volvió rápidamente y, abriendo la puerta del copiloto, le quitó el calcetín a Sheila.

—¿Qué haces? —preguntó ella confundida.

—Revisando tu pie. Te lo torciste, ¿no? Sería malo si se hincha.

—Gracias.

Conmovida por sus gestos delicados, Sheila se inclinó y le dio un rápido beso en la mejilla.

Ese breve contacto bastó para que Marco se sonrojara hasta las orejas. Siempre la provocaba, pero cuando ella lo besaba, se ponía nervioso y torpe.

Sheila rio suavemente al ver su adorable reacción.

—Vaya, ¿así que el General Ruiz también se sonroja?

—¿Quién se está sonrojando?

Marco le masajeó el tobillo y Sheila soltó un pequeño grito.

—¡Ay!

Marco retiró las manos asustado. —¿Te duele?

—No —negó ella, pero la imagen de Fernando apareció en su mente. Antes, cuando se torcía el tobillo, Fernando también le compraba ungüento y la masajeaba. Cuando ella gritaba de dolor, él también retiraba las manos asustado y le preguntaba si le dolía. Los
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