El llamado
El llamado
Por: Maria Bedoya
El inicio.

Suelo ser una chica no tímida, pero sí renuente a la interacción con las personas. Desde que tengo memoria siempre me resistí a entrar en el bosque que rodea mi pequeña ciudad, no por miedo, sino por respeto. No es un secreto entre los ciudadanos la existencia de los lobos. No los normales, por supuesto, sino aquellos mucho más grandes llamados protectores de la naturaleza. Se sabe que son humanos pero con un don otorgado. Viven igual que nosotros. Claro que su forma humana no la conoce cualquiera, son muy reservados en eso.

Los ancianos cuentan que desde hace unos años acá todo está tranquilo, pero en otras partes se estaban dando grandes batallas, con muchos muertos de por medio. ¿Qué los aquieto? No se sabe, pero ojalá quede así por mucho tiempo. A mí me emocionaban todas esas historias, la mayoría contadas por un matrimonio de ancianos que vivían frente a nuestra mansión.

En mis tiempos libres me encantaba ir donde ellos, aunque me alejé mucho últimamente por culpa del odioso de su nieto. Viene con frecuencia a visitarlos, así que preferí mantener un poco de distancia por qué no lo soporto. ¡Es un ¡engreído! Pero a los mayores les tenía mucho cariño y respeto y los quería mucho. Así que antes de generarles un mal rato decidí marcharme siempre que él llegaba.

Todos los días antes de irme a dormir miraba desde la ventana de mi habitación lo grande y extenso que se veía el bosque desde allí. ¡Y pensar que en esas profundidades existía criaturas tan maravillosas! De esto soy consciente desde hace cinco años, justo el tiempo que tengo de conocer a Darko. Es mi mejor amigo y es un lobo. En realidad no conozco su forma humana, nunca ha querido decirme quién es y eso no ha afectado en nuestra amistad.

No es que me cause enojo que no crea posible decirme quién es. Entiendo su postura y que no pueda revelarse ante mí, ya que en su forma de lobo son protectores de las montañas, así que debe ser discreto. Yo solo lo conozco a él. Ambos decidimos guardar el secreto de nuestros encuentros y ser amigos a escondidas.

Nuestro primer encuentro fue algo extraño. El día que nos conocimos fue el mismo en que me enteré de que era adoptada. Tengo unos excelentes padres que me han inculcado muy buenos valores y me han dado amor incondicional sobre todas las cosas. El día que ellos me confesaron la verdad fue un día muy triste para mí, pero les agradezco profundamente que lo hicieran. Tenía 12 años, en ese momento me comunicaron que lo hacían ese día porque fue una petición de mis verdaderos padres.

Me contaron lo que dicen saber ellos hasta ahora. No fui a un orfanato ni nada por el estilo. Me dijeron que cuando mi hermano mayor, Roger, tenía 5 años de edad, enfermó. Estuvo a punto de morir en la clínica de un pueblo muy alejado de aquí. En medio de la desesperación en la que se encontraban mis padres, tres personas se les acercaron a preguntar que tanto estarían dispuestos a hacer por salvar la vida de su hijo. Ellos respondieron que cualquier cosa y era lógico. Les ordenaron venir a vivir a esta ciudad. No debían preguntar, ni cuestionar nada.

El niño iba a recibir la mejor atención aquí, pero a cambio debían traerse a una niña recién nacida. Les aseguraron que sus vidas desde ese momento cambiarían a mejor y que nunca más iban a tener dificultades económicas. Solo tenían que cuidarme, solo eso. Ellos aceptaron sin ningún reproche, ya que nada los ataba a aquel lugar.

Me dejaron en claro ese día que en ningún momento se han arrepentido de la decisión que tomaron. Pero tenían una condición algo extraña y era que cuando mi hermano cumpliera los 17 años, tendría que ir con ellos durante un año completo. Luego de ese tiempo, cuando Roger volviese, tendrían que contarme lo que sabían hasta el momento. Y que luego yo con el tiempo sabría el resto y así lo hicieron. Esto sucedió a la semana justa de volver mi hermano de su viaje. Lo noté diferente, más sobre protector conmigo, pero no me incomodaba. Yo amo a mis hermanos.

El día que supe todo reconozco que no actúe de la mejor manera. Escapé y corrí hacia el bosque, lo más rápido que pude. Me lancé a una veloz carrera en medio del llanto, intentando pensar que todo era mentira, alguna clase de broma sin gracia de mis padres. No sé cuanto corrí, pero de repente me estrelle con un gran lobo negro y blanco.

Me dio un gran susto. Era un lobo enorme, muy hermoso, con un pelaje perfecto. Esos colores, negro y blanco, hacían un juego perfecto en su piel. Cuando escuché que hablaba, me alteré un poco porque no sabía qué pasaba conmigo. Pero él me transmitió tranquilidad.

—¡Tranquila! ¿Niña, cómo llegaste a este lugar? —me preguntó.   

—¡No lo sé! Solo corrí todo lo que pude sin mira atrás —le contesté. 

Después de estar más calmada, le conté quién era y qué me sucedió. Hablamos largo rato él dándome un sermón de esos que no crecen más. Dijo que lo importante era que mis padres me amaban, así que si ellos decían que todo fue de esa manera, debía creerles. Además, me invitaba a verlo todo por el lado positivo. Tenía otra familia que se preocupaba por mí y si hicieron eso sus razones tendrían, me decía intentando convencerme.

Hablando con él, me pareció escuchar que mi hermano me llamaba, pero luego no lo oí más. Le pregunté a Darko como es que yo podía oírlo y que si todos los humanos podían hacerlo también. Me dijo que no, que él tampoco lo entendía, pero él me iba a guardar mi secreto. A cambio él también me confiaría uno a mí. Me hizo prometer no hablar con nadie más del tema. Me dejó perpleja al decirme que era humano, solo que tenía la capacidad de convertirse en lobo porque era uno de los protectores del lugar. 

Dijo que no había pasado mucho tiempo desde su primera transformación. La curiosidad me llevó a preguntarle quién era y si yo lo conocía en su forma humana, pero no quiso ser reconocido. Después de hablar un largo rato, me acompañó cerca de mi casa y se despidió.

Al entrar todos estaban allí, esperando, preocupados y con algo de angustia. Digo todos porque también tengo una hermana menor que yo por dos años que aún no había mencionado. Los abracé y pedí perdón por mi comportamiento. Había decidido creer en ellos. Ese día fue el inicio de todo lo nuevo que estaba por llegar. Fue la entrada a un mundo para mí, desconocido.

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