De esposa a Rebelde
De esposa a Rebelde
Por: Luly Rose
Capítulo 1 - El alma en mil pedazos

Sofía Navarro, una hermosa joven de cabellos rizados un poco más abajo de sus hombros color castaño con tintes cobrizos cuando brilla el sol sobre ella, de rostro redondo y de mejillas infladas y sonrojadas, con ojos redondos y grandes, de color avellana que brillan llenos de vida. 

O brillaron alguna vez...

Porque su mirada cargada de felicidad ha sido apagada, sus ojos intensos y llenos de vitalidad ahora parecen tener un velo gris, manchados por las lágrimas cristalinas que no dejan de caer de su rostro húmedo e hinchado de tanto llorar. 

Sofía corre, o eso intenta con las pocas fuerzas que le quedan en su pequeño y delgado cuerpo que ha sido ultrajado en contra de su voluntad. 

El rostro de su abusador, ese hombre sádico de rostro perfecto pero maligno jamás se borrará de su memoria, esa sonrisa despiadada y llena de lujuria, clavándole sus ojos negros llenos de deseo impuro a su piel enrojecida por su brutalidad. 

Sus manos grandes y callosas rasgando su vestido favorito, ese que le había regalado su esposo en su quinto aniversario y que amaba usar en las tardes soleadas y que ahora solo era jirones que caían sobre su magullado cuerpo. 

Sofía rengueó, huyendo de la escena, el hombre se había cansado de jugar con ella y la había dejado tirada en una calle oscura y muy alejada de su hogar, a la merced de los peligros de la noche, aunque Sofía sabía que lo peor había sido ese monstruo y no la calle desconocida.

La joven castaña a duras penas llegó a su hogar, miró la puerta de la casa que había construido junto con su amado esposo Victor Blackthorn, el amor de su vida y el yerno que sus padres tanto habían deseado para ella.

Sofía suspiró y se limpió las últimas lágrimas de su rostro con su brazo y entró con sigilo, no quería que su esposo la viera así, no debía, ella era una esposa perfecta y siempre sonriente, Lucas no la podía verla en ese estado demacrado.

Caminó con sigilo escaleras arriba con la intención de ir directamente al baño a restregarse su piel hasta que quedara en carne viva si fuera necesario, cuando escuchó ruidos en el cuarto matrimonial. 

"Que extraño, suele estar dormido a esta hora" Se dijo a sí misma y volvió sobre sus pasos, apoyando su oído contra la puerta del cuarto. 

Unos ruidos extraños la alarmaron, parecían quejidos bajos de dolor.

¿Su esposo se sentía mal? Debía ayudarlo, él siempre había sido su prioridad. 

-Cariño ¿Estás bien? - Exclamó la joven mientras abría la puerta del cuarto. 

Sofía esperaba cualquier cosa menos lo que estaba viendo frente a sus ojos. 

Su esposo estaba completamente desnudo de pies a cabezas montando salvajemente a una mujer de piernas largas que se enroscaban alrededor de la cintura estrecha de su hombre.

Los gemidos de ambos llenaron sus oídos, aún no se habían dado cuenta de su presencia. 

-Mi amor...- apenas pudo decir, con el corazón roto, no solo su alma se había roto en mil pedazos hace tan solo una hora, ahora también su corazón. 

-¡Cariño!- exclamó su esposo alejándose de la mujer. 

Sofía observó a la amante tapar con muy poco esfuerzo su cuerpo con las sábanas de su noche de bodas, era notoriamente más joven que ella y mucho más hermosa claro, se notaba que se cuidaba mucho, su rostro era perfecto y ni hablar de su cuerpo de ensueño, uno que estaba muy alejado de su cuerpo delgado y venido abajo por los años. 

-¿Qué haces aquí tan temprano?- preguntó con molestia su esposo mientras se colocaba su ropa interior- Dijiste que no vendrías hasta al menos pasada las 10 de la noche. 

-¿Esa es tu excusa?- preguntó con dolor

-No te hagas la sorprendida Sofía, siempre supiste de mis amoríos. 

-¿De tus amoríos? ¿Hay más?

El hombre puso los ojos en blanco mientras se abrochaba la camisa. 

-Por favor Sofía, siempre has hecho la vista gorda a todo, con tu sonrisita estúpida y tu "Si amor", todo esto es en parte culpa tuya. 

-¿Y tú?- exclamó con la voz quebrada, sintiendo que las lágrimas volvían a caer- ¿Quien hace la vista gorda ahora? ¿No ves en qué estado estoy?- exclamó extendiendo sus brazos, mostrando los moretones en sus muñecas, su vestido con un bretel roto y con la falda descosida, el moretón en su mejilla izquierda y su labio sangrando por una mordida cruel, además de las marcas de labios en su cuello y escote. – Ni siquiera eres capaz de mirar más allá de tu nariz. Me han lastimado y no te importa….

El hombre la miró de arriba hacia abajo con total indiferencia, sin mostrar ni un poco de compasión. 

-Eso ya no es mi problema. 

-¿Qué quieres decir?- preguntó confundida, intentando acercarse a su esposo quien se alejó de ella como si fuera una enferma contagiosa- Mi amor... Por favor- suplicó la joven. 

-Realmente agradezco que me hayas descubierto, no veía la hora de terminar con esto. 

-¿Qué dices?- exclamó desesperada, tomando de la camisa a su marido, pero este se alejó con crueldad haciéndola caer al suelo. 

Sofía se arrastró, perdiendo por completo la poca dignidad que le quedaba luego del cruel asalto. 

-Quiero el divorcio Sofía. 

-No no, Víctor, por favor- lo agarró de sus piernas- No podemos divorciarnos, ¿Que van a decir tus padres y los míos? ¿Qué van a decir tus amigos? 

Sofía escuchó como la mujer, que aún seguía muy cómoda en su cama, se burlaba de ella. 

-Cariño, ¿Cuándo se va a ir la pesada de tu mujer? Me muero de ganas de seguir- ronroneo

-Ya mismo mi amor- habló con cariño su esposo, como hace años no lo hacía con ella. 

El hombre sacó de arriba del armario una valija y metió toda la ropa hecha un bollo de Sofía en ella. 

-¿Qué haces?

-Te enviaré el papel del divorcio y espero que lo firmes cuanto antes ¿Me oíste?

Exclamó tomándola con fuerza del brazo y arrastrándola fuera de la habitación. 

-Por favor, mi amor, puedo perdonarte esto, hagamos como si nada- suplicó la mujer que intentaba agarrarse de las paredes sin éxito. - No puedes hacerme esto. ¿Me vas a dejar en la calle, así como si nada? ¿Ya no me amas? Víctor, por favor escúchame…

El hombre no la escuchó, arrojándola fuera de la casa con brusquedad junto con la valija que se abrió tirando todas sus cosas, mojándose con la lluvia que había comenzado.

Víctor cerró la puerta con llave y traba, no sin antes decir:

-¿Realmente creíste que luego de que alguien más te tocara querría seguir siendo tu esposo? Me das asco.

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