Ángela era la típica dueña de casa casada con un médico. Todos pensaban que tenía una vida perfecta. Tiene un buen pasar económico. Vive en una casa enorme ubicada en el mejor barrio de la ciudad. Conduce un auto último modelo. Viste ropa de diseñador. Tiene joyas y perfumes caros. Viaja constantemente al extranjero y se hospeda en los mejores hoteles. Y los demás creen que tiene un esposo que la ama. La gente no se equivoca en lo relacionado a lo material, pero, si con relación a su matrimonio. Cristian, su cónyuge, nunca la ha amado y nunca la ha tratado bien. Su unión fue pactada por sus padres. Cuando se casaron quedó saldada una deuda millonaria que debía el papá de Ángela a su actual suegro. Ella tenía una vida muy rutinaria. Lo único que quebraba el esquema eran sus clases de danza. Esto cambió radicalmente de un día para otro. Cuando se enteró que su marido tenía un amante y que no pretendía dejarla. Por despecho, Ángela aceptó trabajar como bailarina de Burlesque en un cabaret. También, comenzó un amorío con Eduardo, el dueño del local, quien la trata como a una reina. Al principio ella no sabía que él era la oveja negra de la familia de Cristian. Cuando se enteró que eran cuñados dudó en seguir esta relación clandestina, pero, finalmente decidió seguir teniendo un amante. Posteriormente, la vida de Ángela se va a complicar por una serie de acontecimientos. ¿Quieres saber qué pasará con ella? ¿Mantendrá su relación con Eduardo? ¿Cristian al ver que la está perdiendo cambiará? Y tantas otras interrogantes que se resolverán a medida que vayas leyendo los capítulos de este libro.
Leer másEran las ocho de la mañana y aún no podía dormir. Pasé toda la noche pensando en todo lo que estaba pasando en mi vida. Y cuando aún estaba dándole vueltas a todo llegó Cristian. Simulé estar dormida. No tenía ganas de seguir discutiendo con él. Y tampoco quería verlo. Me nombró suavemente, pero, yo no abrí los ojos. Luego se duchó, desayunó y se fue a su consulta médica.Me levanté a las nueve. Mucho más temprano de lo que habitualmente dejo la cama. Fui a la cocina por un café cargado. Ana al verme me dijo que ella me lo llevaría al comedor. Y con tono entusiasta me avisó que tenía una sorpresa ahí. Me encontré con un enorme ramo de rosas rojas con una tarjeta que decía un escueto “Perdón, no volverá a pasar”. Aparte de las flores había una bolsa de papel de una importante perfumería. En ella había una botella de un perfume carísimo.La empleada llevó el café y me ofreció desayuno. Le indiqué que lo tomaría a la hora habitual. Le pedí que pusiera las rosas en un florero y que guarda
Como bromeando, Marión, ha seguido diciendo que puede chantajearme. Ahora no se conforma con decirlo cuando estamos solas. También, lo hace delante de compañeras de estudio y de trabajo. Incluso lo hizo delante de Eduardo quien la increpó aludiendo a la lealtad de equipo. Cosa que le causó gracia a Marión que se puso a reír como loca.Tras la amenaza que mi compañera hizo delante de Eduardo tuvimos una larga conversación con él para acordar de qué forma seguiríamos encontrándonos. Quise aprovechar de contarle quien era mi esposo, pero, él insistió que no quería saber nada de mi vida matrimonial. Luego seguimos hablando sobre cómo llevar nuestra relación. Llegamos a la conclusión que solo nos veríamos en su departamento. Nunca nos reuniríamos en lugares públicos. Y en el cabaret me trataría como a una bailarina más. La idea era ocultar lo nuestro a todo el mundo. En especial a Marión y a mi cónyuge.Después de este acuerdo comenzamos a vernos casi todos los días. Nos reunimos a almorza
Para que Cristian no sospechara, al ver que salgo todos los días hábiles, pedí un cambio de horario en la academia de danza moderna. Comencé a tener clases de lunes a viernes de 19.00 a 20.00 horas. Si mi esposo me llegase a preguntar porque salgo de casa temprano ya tengo la coartada perfecta. Le diré que con unas compañeras estamos ensayando una coreografía para un examen que nos tomarán.En la primera clase de mi nuevo grupo de baile me encontré con una estudiante que también bailaba en el mismo horario que yo en el cabaret. Mientras esperábamos que empezara la clase traté de hablar con ella. Fue muy cortante y respondía de mala gana. Por lo visto le caigo pésimo.Cuando llegué a casa, Cristian, ya había llegado. Se estaba tomando un whisky con mucho hielo. Me preguntó dónde andaba a esas horas. Le expliqué sobre el cambio de horario en las clases y le conté que más temprano estamos ensañando una coreografía. De mala forma me dijo que no tenía necesidad de perder el tiempo en “bail
Desperté como todos los días después de las once de la mañana. Esta vez con la cabeza hecha un lío. No sabía qué hacer. Hoy a las tres de la tarde debía comenzar a bailar en el cabaret. Yo no necesitaba ese trabajo. Mi esposo es médico y tenemos un muy buen pasar económico, sin embargo, siento la necesidad de trabajar en ese tugurio como venganza porque él me es infiel.Sumado a que no puedo sacarme de la cabeza a Eduardo. El dueño del cabaret y mi cuñado. Yo nunca había engañado a mi cónyuge. Era mi primera experiencia de infidelidad. Y había sido magnífica. Todavía temblaba al recordar sus caricias, sus besos y su penetración. Me hizo sentir una mujer viva y no un simple trofeo comprado como me hace sentir Cristian.En esta relación clandestina había dos problemas adicionales a la infidelidad. Eduardo tenía casi diez años menos que yo sumado a que él desconocía que era mi cuñado. En el momento de fornicar ambos desconocíamos esto último, pero, ahora que lo sé me conflictúa. Por much
— Conejito, ¿por qué no me “contestabai” el teléfono? —dijo una mujer con voz vulgar cuando contesté el móvil de mi esposo. Yo no suelo hacer esto, pero, llamaban con tanta insistencia que pensé que uno de los pacientes de mi cónyuge tenía alguna emergencia.Yo sospechaba que Cristian tenía amoríos con otras mujeres, pero, no tenía la certeza que así fuese. Escuchar a esta mujerzuela fue un balde de agua fría. No sabía si contestarle de forma irónica u ofenderla sin piedad. Finalmente, opté por cortar y no decir nada. Me senté en la cama y esperé que mi maridoterminase de ducharse.—¿Qué haces acá a esta hora? —preguntó molesto—Te recuerdo que en esta casa yo vivo, conejito—respondí con frialdad. Manteniendo la calma y tratando de disimular mis ganas de matarlo.Por unos segundos pude ver su turbación, sin embargo, volvió a su postura fría casi de inmediato. Tuvo la desfachatez de increparme por haber contestado su móvil. Yo no podía creer que era tan cara dura. Traté de mantenerme d