—¿No? —Jack frunció el ceño ante la abrupta respuesta de Regina, también estaba asombrado, pues imaginaba que ella aceptaría, porque el material no era liviano.Regina tragó el nudo que se le formó en la garganta y se lamentó su reacción, pero tenía miedo de que alguien más, aparte de William, supiera sobre la existencia de la casita.—Perdone mi reacción, Jack, quizá es solo un capricho mío, pero me gustaría que cuando vean la huerta, sea un bonito espectáculo, ahora solo es tierra.Jack escuchó la excusa de Regina, no le parecía del todo válida, pues llevar materiales no era exponer nada del resultado, pero tampoco lo pensó mucho, pues si el deseo de la mujer era ese, él no la iba a contradecir. Tal vez en otra oportunidad ella se dejara ayudar y con gusto lo haría. —Está bien, no se preocupe —dijo, no entendía, pero tampoco tenía intención de pedirle explicaciones, sobre todo, porque deseaba ver a Serafina antes de marcharse.—Gracias, Jack —susurró.Jack asintió y procedió a baja
Regina no se dio cuenta del momento en el que se quedó dormida, con Dash a su lado y solo se despertó cuando escuchó la puerta abrirse. El ruido la sobresaltó, su corazón se agitó dentro de su pecho casi con violencia, estaba del lado contrario de la puerta y no había manera de conseguir ver al intruso. Se movió ligeramente y entonces se giró y lanzó sobre la sombra que deambulaba en la habitación.—¡Aah…! —gritó Serafina, cuando su cuerpo fue impactado por Regina, eso la hizo tropezar y caer sobre la cama.—¿Quién eres?—¡Soy yo, mi señora, Serafina!Regina se apartó con rapidez, pues la aplastaba con su peso.—¿A dónde has ido a esta hora? —preguntó, sentándose a la orilla de la cama, viendo a su doncella vestida con la misma ropa de esa mañana—. ¿Vienes de las caballerizas?Serafina apretó sus enaguas, estaba nerviosa y sus mejillas le quemaban, era una suerte que los rayos de la luna que se colaban por las rendijas, no iluminaran la habitación.—Sí, vengo de las caballerizas.Regi
Regina no esperó encontrarse con William, mucho menos, en su lugar de trabajo, tan alejado de la casa principal y tan temprano en la mañana, pues el sol apenas si estaba saliendo en el horizonte. Dash hizo un sonido fuerte, captando la atención de su madre, quien sin darse cuenta, se había acercado a su inesperado visitante. —¿Qué pasa, mi niño? —le preguntó con voz suave, como si esperara una respuesta de su parte. —Cada día está más grande —comentó William, mirando al bebé en el canasto. —Así es, cada día lo amo un poco más —contestó ella con una suave sonrisa en su rostro. William la miró detenidamente, el rostro de Regina estaba limpio, sin una gota de maquillaje, pero la sonrisa y el blanco de sus dientes, la hacían ver hermosa y radiante, que por un momento olvidó a qué había ido a Saint Bartolomé. —William…, no esperaba verlo por acá —confesó Regina, aunque no completó la frase, pues no imaginaba verlo de nuevo, después de haberlo echado como lo hizo en su encuentro anterio
El cuerpo de Regina se sacudió, mientras las primeras arcadas le hicieron vomitar. Sus ojos se llenaron de lágrimas, su rostro demacrado solo era el resultado de su estado. Estaba embarazada, esperaba un hijo de Henry. Un traidor del reino de Astor y que estaba muerto.Regina quería morirse, estaba deshonrada para cualquier hombre, su padre apenas le dirigía la palabra y la tenía encerrada en las cuatro paredes de su habitación para que nadie pudiera ver su lamentable estado.Desde que volvieron del castillo real, todo cambió. Su padre no dejaba de recordarle en cada oportunidad que tenía, lo que había hecho. De cómo él había mentido para salvarla; de cómo por su culpa, se había comportado de manera desleal a su Rey.Haciéndole recordar que Henry y ella…—No, no, no —se lamentó cuando fue presa de una nueva arcada, su garganta ardía, llevaba dos días así y esa misma mañana el médico le había confirmado sus temores. Su padre había pagado una generosa cantidad de dinero para que el médi
El cuerpo de Regina temblaba como una hoja mecida por el bravo viento, no podía evitarlo mientras miraba su imagen en el espejo. Estaba vestida de novia, en unos pocos minutos iba a convertirse en la esposa de Lucio, dejaría de ser la hija del Conde de Norwood y se convertiría en Regina MacKay. Tenía un cúmulo de emociones atoradas en la garganta, quería gritar y renegar su suerte, pero sabía que nada podía hacer para evitar lo que estaba por venir.Las lágrimas se derramaron por sus mejillas, cerró los ojos y recordó lo que había sucedido tres días atrás.«—Tienes que afrontar las consecuencias de tus actos, hija. Este es el precio de la traición, Regina. —Norwood liberó los brazos de Regina y se alejó de ella, posó sus manos sobre la columna, su cabeza cayó hacia adelante, cualquiera que lo viera desde el jardín, pensaría que estaba sufriendo una gran tristeza y así era. El Conde sufría igual o más que Regina, pero nada podía cambiar el destino que ellos mismos eligieron.—Ve, Luc
Para la desventura de Regina, la situación de su noche de bodas se repitió cada noche, Lucio le susurraba de manera lasciva lo mucho que disfrutaba de hacerla suya, mientras ella sentía que moría un poco cada noche y así continuó durante las siguientes semanas, hasta el día que Lucio hizo venir a un médico para confirmar su embarazo. Ese día, Lucio bebió hasta la saciedad y Regina creyó que esa noche, por fin se libraría de dormir con él; sin embargo, esa noche fue la peor de todas.Regina cerró con fuerza los ojos, cuando sintió la mano de Lucio acariciar su brazo.—Tienes que levantarte, Regina, tu padre llega hoy —dijo, besando su hombro desnudo. Ella tembló y no fue de gusto, sino de miedo y de asco —. Ayer le hice llegar un mensaje para recibirlo, tenemos que hacerle partícipe de nuestras buenas nuevas. Estoy seguro de que mi suegro estará muy feliz de saber que su primer nieto está de camino —susurró con regocijo. Regina estuvo a punto de gritarle que ese hijo no era suyo, sol
El conde Norwood no se movió de la habitación hasta que el médico terminó de examinar a Regina.—¿Puedo hablar con usted? —le preguntó cuando el hombre estaba a punto de retirarse.—Por supuesto, lo estaré esperando en el gran salón, no puedo marcharme sin hablar con el señor Lucio —dijo, mirando con disimulo a Regina. La muchacha tembló, pues sabía que engañar a un hombre profesional y con experiencia era difícil de conseguir.—En seguida estoy con usted —respondió el Conde. El hombre asintió, tomó su bolso médico y salió de la habitación. Debatiéndose entre decirle a Lucio que le parecía extraño el abultamiento exagerado del vientre de su esposa, puesto que dudaba mucho que estuviera embarazada de gemelos, aunque… cabía la posibilidad.Entretanto, Regina miró a su padre.—¿Qué es lo que harás? —le preguntó.—Hablaré con él, despejaré todas sus dudas —dijo, sin mencionar lo que estaba dispuesto a hacer.—No creo que podamos engañarlo, papá. Ese hombre es un profesional y este no es e
Regina miró a su padre y supo pronto que había vuelto a mentir por ella. El rostro del Conde lucía sereno, pero en sus ojos estaba la angustia que sus labios no había pronunciado.—No vas a entrevistarte con Frederick, ¿verdad? —preguntó, sintiendo un nudo en la garganta.El Conde negó.—No debí pedirte que aceptaras llevar compañía, Lucio va a descubrirnos.—No, no lo hará, hija, no te preocupes por mí, lo que tienes que hacer es retener al bebé todo el tiempo que puedas en tu interior, así no habrá manera de que alguien pueda sospechar. Iré a casa por el dinero, para pagarle al doctor —dijo.—Papá.—Te quiero, Regina, perdóname si no supe ser un buen padre. En verdad, lo siento, hija mía —pronunció Norwood, abrazando a la joven.Regina se quedó sin palabras, hacía mucho tiempo que su padre no la abrazaba, tanto, que parecía haber olvidado su calor alrededor de su cuerpo; por primera vez desde que todo este infierno comenzó, volvió a sentirse protegida. Su padre siempre había sido s