CORAZÓN GITANO.
CORAZÓN GITANO.
Por: Liseth Torrealba
CAPÍTULO 1

Vanessa abrió los ojos lentamente, parpadeando varias veces mientras intentaba despejar la neblina de su mente. 

El suave resplandor de la luz del amanecer se filtraba por las blancas cortinas entreabiertas, iluminando la habitación con una luz tenue que agradece, pues evitaba que su dolor de cabeza empeorara.

Un escalofrío recorrió su espalda al darse cuenta de que no reconocía el lugar en absoluto. 

En un principio, pensó que estaba en la casa de Silvia, su compañera de trabajo, pero al notar que no era así, no dudó en incorporarse rápidamente en la cama. 

¡Al demonio con el dolor de cabeza! 

Mirando a su alrededor, intentaba entender dónde se encontraba.

El corazón comenzó a latirle con fuerza en el pecho cuando notó que no estaba sola en la cama, y eso no era lo único. 

Al levantar la sábana, notó que únicamente llevaba puesta su ropa interior. 

Un escalofrío de temor la recorrió mientras se aferraba a las sábanas, tratando de recordar cómo había llegado hasta allí y aún más importante, ¿quién demonios era ese hombre que dormía de espaldas a ella?

Le tomó un momento poder volver a hacer funcionar sus ideas. 

Con manos temblorosas, Vanessa se levantó de la cama y se apresuró a recoger su ropa dispersa por el suelo. 

Cada prenda que recogía aumentaba su ansiedad, mientras seguía tratando de recordar los eventos de la noche anterior sin éxito.

Sin detenerse a pensar en por qué o cómo, se vistió rápidamente y con paso silencioso pero decidido se dirigió hacia la puerta. 

Un fugaz vistazo hacia atrás bastó para confirmar que el desconocido aún dormía profundamente. 

Un movimiento de este le permitió ver finalmente su rostro, su boca se abrió un poco al notar lo apuesto que se veía el extraño, aun cuando solo dormía.

Sin dar más vueltas al asunto, Vanessa salió de la habitación con el corazón palpitando desbocado en el pecho, cerrando la puerta con cuidado detrás de sí.

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Emil despertó con un ligero dolor de cabeza. 

La verdad, pensó que después de dormir un poco, la molestia se iría, pero claramente no fue así. 

Con un suspiro, se giró, extendiendo una mano a su costado derecho en busca de su compañera de cama. Sin embargo, sólo encontró un frío vacío a su lado.

Recordando las cosas ocurridas en las últimas horas, una baja sonrisa se dibujó en sus labios mientras su mente se llenaba de los recuerdos de la noche anterior, de cada acción de la chica y las risas que habían llenado la habitación tras cumplir con algunas de sus ideas. 

Aunque sabía que algo así iba a pasar, una parte de él esperaba que al despertar aún pudiera verla allí.

Sabiendo que no tiene caso lamentarse por haberse quedado dormido más de lo que tenía planeado, decidió levantarse, luchando contra la somnolencia y el dolor de cabeza que lo acompañaban. Debido al dolor de su cuerpo y a los tragos aún haciendo estragos en su sistema, se tambaleó un poco al ponerse de pie, pero logró encontrar el equilibrio y se dirigió al baño con paso lento.

Una vez dentro, dejó correr el agua de la ducha y sintió cómo el vapor comenzaba a llenar el ambiente. 

El sonido reconfortante del agua golpeando el suelo lo ayudó a despertar por completo. 

Sin abrir del todo los ojos, se quitó la ropa interior y entró bajo el chorro de agua tibia. 

El agua caía sobre su cuerpo, aliviando la tensión de sus músculos y refrescando su mente. 

Emil dejó que la lluvia artificial corriera sobre él, llevando consigo el cansancio.

Después de unos minutos, emergió de la ducha renovado y listo para enfrentar el día que se extendía ante él. 

Como primera determinación, tenía que hablar con su asistente y pedirle que encontrara la dirección de su fugitiva compañera nocturna.

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Al llegar a su hogar, Vanessa pagó el taxi y se apresuró a bajar de este y entrar en su bloque de departamentos. 

Cuando entró en el ascensor, marcó rápidamente su piso y suspiró de alivio cuando las puertas se cerraron. 

Alivio que murió cuando levantó su mirada y se topó con la imagen que le devolvía el espejo dentro del espacio: su sombra casi inexistente, su delineador y rímel corridos, su cabello hecho un desastre. 

Cuando el ascensor se detuvo en el piso, salió a paso rápido y no se sintió segura sino hasta que estuvo dentro de su departamento. 

Caminando hasta el sofá, se dejó caer en él con un suspiro agotado. 

Su mente estaba llena de preguntas sin respuesta, y cada intento de recordar los eventos de la noche anterior solo parecía empeorar las cosas.

Se pasó las manos por el pelo, tratando de tranquilizarse mientras repasaba mentalmente cada detalle que podía recordar. Pero no importaba cuánto se esforzara, los recuerdos seguían siendo borrosos y fragmentados, como piezas sueltas de un rompecabezas que se negaban a encajar.

Frustrada y confundida, Vanessa cerró los ojos y se permitió un momento de descanso del torbellino de emociones, esperando que el paso del tiempo le trajera las respuestas que tanto buscaba para entender cómo terminó metida en una situación así. 

Sin embargo, ninguna idea parecía coordinarse de forma sensata, y el sonido de las llaves al abrir la puerta no hizo sino alertar de que su compañero de piso había llegado. 

¡Genial! 

Si él apenas llegaba, significa que la dejó sola en la fiesta.

 Tan pronto como la puerta se cerró y la voz de su mejor amigo llenó el espacio al saludar, se abalanzó contra él para comenzar a ahorcarlo y pegarle.

*

— ¡Radu! ¡Se supone que tú debías cuidarme! — Se queja por milésima vez mientras mantiene la mirada fija en su idiota mejor amigo.

— ¡Ya lo sé! — Es la respuesta que está repitiendo desde que llegó. — Pero te repito que solo fui un momento al baño y cuando volví ya no estabas y tu celular solo me mandaba a buzón. — Radu se mantiene dando vueltas por la pequeña sala mientras piensa en qué pueden hacer. — Debemos ir a hacerte una prueba de embarazo.

Esas palabras hacen que Vanessa tome el cojín del sofá y se lo lance a la cara. — ¡Mejor ya cierra la boca!

— Es una posibilidad y lo sabes — responde el rubio mientras se sienta junto a ella.

— Solo cállate — responde con suavidad mientras coloca su cabeza entre sus manos y piensa en todo lo que está pasando. — Mis padres van a matarme, cuando se enteren de esto no querrán saber de mí nunca más. — Vanessa cierra los ojos con fuerza, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con escaparse.

Las imágenes de su infancia entre las tradiciones gitanas de su familia comienzan a inundar su mente. 

Sus padres y abuelos siempre han dejado en claro que el honor y la reputación de la familia eran sagrados. 

Cualquier desviación de las normas establecidas podría traer desgracia y vergüenza sobre ellos y el repudio de sus hijos.

Por eso sus padres estuvieron tan reacios a dejarla marchar de casa para educarse y trabajar fuera de la vigilancia de los mayores, le tocó hacer un gran esfuerzo para convencerlos de que sabría respetar las costumbres con las que creció, pero ahora, por unos tragos de más, todo se había ido al demonio.

Tan sumida estaba en sus pensamientos, que cuando el teléfono de la casa comenzó a sonar, ambos dieron un ligero respingo ante la sorpresa. Sin ánimo alguno de levantarse, Vanessa y Radu dejaron que el aparato sonara y se desviara al buzón, grande fue su sorpresa al escuchar la voz de su madre en la grabadora.

“¡Vanessa cariño! Espero que te encuentres bien. El próximo mes se realizará la petición de mano de Tatiana, toda la familia espera verte ese día. Papá también encontró un buen partido para ti y espera conocerte durante las fiestas de compromiso. Llámame tan pronto estés en casa.”

Cuando la contestadora marcó el final del mensaje, los dos amigos se vieron cara a cara y mientras Radu tiene una mirada de asombro, el rostro de Vanessa solo refleja temor ante lo que le espera.

— Vanessa... — llama Radu en tono leve, totalmente asustado ante la palidez que se muestra en el rostro de su mejor amiga.

— Estoy jodida. — es la sentencia que la pelinegra atina a decir.

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