PARTE II. CAPÍTULO 50

—¡Kyaaaa! —gritó Meredith, dando pequeños saltitos de emoción, sin prestar atención a esa sonrisa nerviosa que su hermana mayor contenía.

Y es que era tanta la felicidad de la mayor de las Carson, que sentía que explotaría algo si es que se dejaba llevar por esas emociones que la comenzaban a desbordar.

—¿Por qué no me dijiste que podías embarazarte si era de manera asistida? —preguntó la pediatra, que no soltaba las manos de su hermana mayor.

—Porque no lo sabía —respondió Marisa y Meredith ahora sí que la soltó, mientras su rostro ponía una expresión de confusión y llevaba sus manos a su cintura—, como pensé que no podía serlo, y temía que cualquier cosa pudiera romper mi corazón, decidí no investigar nada, para no tener esperanzas. Me quedé solo con la idea de que no podría ser madre jamás.

—Ay, mensa, tonta, idiota, pendeja —le dijo Meredith cada cosa al tiempo que golpeaba uno de los brazos de su hermana mayor—. Eres tan idiota que quiero pegarte.

—Ya me pegaste —señaló Marisa, m
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