III

 Penetramos en el Templo de los Vampiros al abrirse el gigantesco portón de metal negro que lo separa de la carretera rural al borde de la montaña, nos bajamos del carro y entramos al edificio.

 El que nos abrió fue un sujeto escabroso, que vestía traje y corbata de color negro, con una piel pálida enfermiza, marcadas ojeras y totalmente calvo.

 —Buenas noches, Iván.

 Iván observó con repulsión desconfiada a mi acompañante.

 —¿Es Iván un vampiro? –me preguntó Samael mientras subíamos las escaleras.

 —No, es un esbirro. Los esbirros son humanos que sirven a los vampiros como esclavos, especialmente en las horas de día. Les dan de beber sangre de vampiro pero no son vampiros, ni inmortales. Son simples humanos.

 —¿Qué ganan con ser esbirros?

 —L

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