La sujetavelas
(Punto de vista de Arielle)

Oh, guau, ¡qué sorpresa!

Parpadeé varias veces para asegurarme de que no estaba viendo mal. Mis ojos se abrieron de par en par, conmocionada, mientras mi mente intentaba procesar la escena que tenía delante de mí. Mi esposo, Jared, estaba de pie junto a otra mujer, una mujer embarazada que decía ser su esposa, en un restaurante donde yo trabajaba.

Las palabras anteriores de la mujer resonaron en mis oídos: “Voy a esperar a que llegue mi esposo para que te despida”. El corazón me latía con fuerza y de repente me costaba respirar.

Me sentí como si me acabaran de dar un puñetazo en las tripas. Di un paso adelante, con la voz ronca y, apenas como un susurro, llamo: “¿Jared?”.

Jared me miró, con una compostura inquebrantable. “Hola, Arielle”, dijo en tono despreocupado, como si ser visto en el restaurante donde trabajaba su esposa con otra mujer que decía ser su esposo fuera algo normal.

Lo miré con los ojos entrecerrados, pues esperaba que me diera una explicación.

Antes de que Jared pudiera responder, Sofía se adelantó, con cara de sorpresa: “¡Ah, tú debes de ser Arielle! Siento mucho la confusión. Soy Sofía, una vieja amiga de Jared”.

Tras mirar mi cara inexpresiva, Sofía continuó con su voz almibarada, “Jared ha sido tan amable, ayudándome a instalarme en la ciudad. Acabo de regresar del extranjero y estoy pasando por momentos difíciles. Ha sido un apoyo maravilloso”.

Mis ojos no se apartaban de la cara de Jared, observándolo fijamente. “¿Apoyo?”, pregunté, incapaz de disimular la incredulidad en mi tono.

Jared asintió. “Sí, apoyo. Está embarazada, es nueva en la ciudad y está casi desamparada. Necesitaba a alguien con quien hablar y que la ayudara a instalarse en la ciudad. Yo solo estaba siendo ese amigo”.

Aun así, no estaba convencida, Mis ojos se posaron hacia Sofía, quien estaba allí de pie con un aire de vulnerabilidad y con sus ojos suplicando comprensión. “¿Y el niño?”.

Jared frunció el ceño y su voz se volvió seria: “¡Claro que no! El niño no es mío, Arielle”.

Me relajé un poco, decidiendo confiar en mi esposo. Justo entonces, Sofía se aclaró la garganta para llamar mi atención.

“Umm... Arielle, ¿verdad? Te pido disculpas por mi comportamiento de antes. Estuve totalmente fuera de lugar. Verás, ser una mujer embarazada en una nueva ciudad sola no es fácil. Necesitaba algo de apoyo, así que puede que haya exagerado un poco el papel de Jared. Lo entiendes, ¿verdad? A veces necesitamos sentirnos protegidas”, dijo, y me di cuenta de que su disculpa no era sincera.

Aparté la mirada, reacia a aceptar sus disculpas. Fue grosera, reclamó a mi esposo como suyo e incluso amenazó con despedirme. Pero Jared se dio cuenta de mi reticencia y me hizo señas para que la perdonara.

“Está bien, te perdono”, murmuré, pero entonces mis ojos captaron el brillo de una reluciente gema azul en su muñeca.

Espera, ¿es esa la edición limitada del Diamante Azul? ¿La que vi en el bolso de Jared anoche? Creía que era un regalo de aniversario para mí.

Sofía se dio cuenta de que la miraba fijamente.

Se giró hacia mí, poniendo ojitos de cachorrito. “Oh, ¿esta pulsera? Es de Jared. Arielle, seguro que no te importa que Jay-Jay le de un regalito a su mejor amiga por volver a casa”.

¿Jay-Jay? ¿En serio? Sonreí fríamente, con los labios apretados en una fina línea. No me molesté en responder a la pregunta de Sofía, y en su lugar, me giré hacia Jared y le dije: “Necesito hablar contigo en privado, en mi despacho”.

Sin esperar respuesta, me di la vuelta y me alejé. Mientras me iba, la voz de Sofía me siguió, dulce como la sacarina: “Jay-jay, no tenía ni idea de que tu mujer fuera tan sensible”.

Jared me siguió. Nuestros pasos resonaron en el pasillo que conducía a mi despacho. Empujé la puerta y entré. Jared me seguía de cerca.

Ya a solas con él, finalmente me giré hacia él, con una expresión de disgusto en el rostro.

“¿Qué está pasando, Jared? Estás comprando regalos para una embarazada que acaba de decir que es tu mujer delante de todo el mundo”.

Exhaló lentamente. “Arielle, lo malinterpretaste. La pulsera era para ti. Pero Sofía estaba en una situación delicada. No quería empeorarlo”.

“¿Esperas que me crea eso? Te perdiste nuestra cena de aniversario, me prometiste esa pulsera, y ahora la veo a ella llevándola. ¿Cómo puedes pensar que eso está bien?”.

Jared frunció ligeramente el ceño y supe que esa era la señal de que se le estaba acabando la paciencia. “Amor, Sofía no está intentando hacerte daño. La conozco desde hace años. Es impulsiva, un poco malcriada, pero no maliciosa. Sólo trataba de facilitarle las cosas a una amiga”.

Suelto una carcajada de incredulidad. “¿Así que prefieres no herir sus sentimientos a preocuparte por cómo me hace sentir esto? ¿Tu esposa?”.

“Sabes que me importas, Arielle. Pero no pensé que esto te dolería como lo hizo. Estaba manejando la situación”.

Me crucé de brazos, cansada de sus respuestas diplomáticas. “Bueno, entonces yo diría que tu 'manejo' no es tan bueno como pensabas”. Antes de que pudiera responder, me asaltó un pensamiento. “Jared, ¿al menos regresaste a casa anoche después de irte?”.

“Sí regresé”, respondió suavemente, sin vacilar. “Estabas dormida en el sofá. No quise molestarte, así que me fui a la oficina”.

De verdad está muy ocupado dirigiendo la empresa, haciendo frente a un sinfín de exigencias. Sentí una punzada de culpabilidad, pero la aparté y me centré en lo que importaba ahora. “¿Estarás en casa esta noche?”.

“Claro”.

“De acuerdo, nos vemos luego en casa y hablamos de esto entonces”.

Jared se inclinó hacia mí y me besó suavemente en la frente. Era una vieja costumbre, el tipo de gesto que solía consolarme. Pero ahora lo sentía como una declaración final.

Suspiré con fuerza cuando Jared se marchó. Intenté controlar mis emociones y decidí no pensar en Jared y Sofía.

Después de recuperar la compostura, salí de la oficina para continuar con mi trabajo. Cuando terminó mi turno, el sol ya se había ocultado en el horizonte. Estaba recogiendo mis cosas cuando de repente sonó mi teléfono móvil. Miré la pantalla y vi que era Ashley, mi mejor amiga.

Se me dibujó una sonrisa en la cara y contesté.

“Hola, ¿dónde estás?”, sonó la voz de Ashley al otro lado.

Me sorprendió su tono inusualmente serio. Ashley nunca me llamaba directamente a la hora del trabajo, ¿por qué preguntaba?

“Sigo en el trabajo, aunque estoy a punto de irme. ¿Qué pasa? Suenas preocupada”, pregunté.

La siguiente respuesta de Ashley me produjo un escalofrío. “Arielle, acabo de ver a Jared y a una mujer embarazada yéndose a casa juntos…”.
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