Capítulo 334
Al dejar atrás la habitación, se dirigió a su vestidor. Frente al espejo, palpó con los dedos los rastros de pasión que decoraban su cuello, suspiró y eligió un suéter de cuello alto.

Álvaro apareció al poco rato, recargándose en el marco de la puerta, con los brazos cruzados. No abrió la boca; únicamente la contemplaba con una sonrisa satisfecha en los labios y en la mirada.

Gabriela, indiferente, continuó vistiéndose sin prestarle atención. Él, que otrora era un hombre ambicioso y orgulloso, no se imaginaba que llegaría el día en que con solo ver a Gabriela escoger su ropa, se sentiría colmado de alegría.

Cuando ella terminó de ponerse el abrigo, él se acercó para liberar un mechón de su cabello que había quedado atrapado bajo la tela.

—Vaya, mi amor, —dijo con fingida congoja—, te pones la ropa y haces como si no me conocieras. ¡Qué cruel eres!

Mientras le acomodaba el cabello, hacía un puchero como si estuviera ofendido. Gabriela, por toda respuesta, le lanzó una mirada mordaz acom
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