CAPÍTULO 37

—¿No acabas de comer, querida? ¿Por qué te gruñe el estómago?— Beatrice pregunta mientras me acomoda bajo las sábanas. Sus dedos rozan mi estómago, justo cuando este retumba bajo su palma. Ha insistido en que permanezca en la cama durante las próximas 24 horas. Los músculos me duelen tras la breve excursión escaleras abajo y de regreso. Está claro: no volveré a intentarlo pronto.

—No, no lo he hecho—, respondo, y mi estómago vuelve a rugir.

—¿Por qué? Pensé que la pasta cremosa de camarones es una de tus favoritas—.

—Te acuerdas—, sonrío, recordando todas las veces que le pedí que la preparara después de probarla por primera vez. Ella asiente.

—Lo es, pero no quería comerla porque Su Majestad me la sirvió—.

—Te preocupa que te haya vuelto a envenenar—, dice suavizando su mirada. Asiento lentamente. No hay necesidad de ocultárselo a Beatrice; no es algo que desee guardar en secreto, aunque tampoco planeo decírselo a Nickolas.

—No tienes que preocuparte por eso, Amelia. Si alguien quier
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