90. EL DUELO DE CARLOS

María Inés, con las manos aún temblando, se levantó lentamente ayudada por el capataz volviendo a marcar un número en el teléfono, su respiración entrecortada luchando por recuperar el ritmo normal. Llamó a su hijo para que fuera por ella, ya no tenía nada más que hacer allí.

Mientras en Berlín, Carlos se había quedado observando su teléfono en el piso mientras sin apenas percatarse la lágrimas soldaron por sus mejillas. Cindy, confundida y preocupada, se sentó y rodeó con sus brazos a Carlos, intentando ofrecerle algo de consuelo en medio de la tormenta emocional que lo embargaba. No había palabras que pudieran sanar el dolor de perder a un ser querido, menos aún en circunstancias tan trágicas.

—Carlos, mi amor, no estás solo —susurró Cindy, aunque sabía que esas palabras eran como un suspiro en medio de un huracán —¿Qué sucedió para que quedaras en ese estado?

La noche se extendía frente a ellos, larga y llena de sombras. Carlos, con la mirada perdida en algún punto indefinido de
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