A la hora pautada, todos los jefes salieron a su almuerzo, Sara pudo ver cuando David saliĂł acompañado del insoportable CEO y de un hombre más joven. Ella caminĂł distraĂda revisando los mensajes de su madre deseándole "el mejor de los dĂas".
—¡SĂ, por supuesto! —murmurĂł entre los dientes. Cuando levantĂł el rostro, tropezĂł de frente con Ann quien venĂa saliendo de la oficina de Ben Colling con una caja de papeles.—¡Disculpa! —dijo nerviosa— ÂżVas a almorzar? —le preguntĂł a su amiga.—No, no tengo tiempo. Debo terminar de organizar esto. Parece que aquĂ no hubiese estado una asistente por lo menos hace una dĂ©cada —respondiĂł secando su rostro.—Si quieres, te ayudo. SalĂ tan rápido esta mañana que olvidĂ© mi almuerzo sobre la mesa, tampoco saldrĂ© a almorzar.—¿De verdad, me ayudarĂas? —preguntĂł entusiasmada.—Claro, para que somos las amigas. —sonriĂł Sara.Ann se quedĂł muda, en cierto forma sentĂa que habĂa sido injusta con su amiga. Durante las horas de trabajo, no hizo otra cosa que escuchar los insultos de su jefe contra Sara y ella, no se atreviĂł a defenderla.—DĂ©jame llevar esta caja al depĂłsito. EspĂ©rame en la oficina del jefe, ya regreso.—¡Vale! —EntrĂł a la oficina y quedĂł impresionada con la rigidez de aquel lugar, todo parecĂa colocado milimĂ©tricamente. Inclusive los libros organizados por tamaño. TomĂł la extraña estatuilla con forma de mujer desnuda y la observĂł curiosamente desde diferente ángulo —Dios este hombre debe ser psicĂłpata. —murmurĂł en voz alta, sin notar la presencia del hombre en la puerta.—¿QuĂ© se supone que hace? —preguntĂł en tono estridente, Sara se asustĂł y dejĂł caer al suelo la figura de arcilla que tenĂa en su mano. La joven quedĂł petrificada al ver los pedazos cayendo regados por todo el piso.—¡Ahhh! —dejĂł escapar un grito. Ben la sujetĂł nuevamente por ambos brazos. Ella lo mirĂł aterrada. Pero esta vez, un escalofrĂo recorriĂł su cuerpo. Él la observĂł fijamente, la acercĂł hacia sĂ, se aproximĂł hacia ella.Sara sintiĂł su respiraciĂłn agitada, mientras se elevaba en puntas de pie por el impulso. Ella apenas media un 1.60cms y Ben debĂa estar cerca del 1,90cms. Eso sin decir, que era musculoso y fuerte.—Lo siento, lo siento —repitiĂł angustiada. Él sintiĂł satisfacciĂłn de verla estremecerse entre sus manos. Repentinamente soltĂł una carcajada.Ella lo mirĂł extrañada, estaba confundida. ÂżQuĂ© le pasaba a aquel hombre? PensĂł sin dejar de mirar su sonrisa perfecta y el par de hoyuelos que se dejaban ver en sus mejillas.—Esta vez debo agradecerle por destruir esa estatuilla, era un obsequio de mi ex. —la soltĂł, justo en el instante que Ann entraba.— ÂżQuĂ© hace usted en mi oficina? —volviĂł a interrogarla con exasperaciĂłn.—Sr Collins, disculpe. Yo le pedĂ que me esperara aquĂ. —intervino Ann.—¿QuiĂ©n le dijo a usted que mi oficina es para recibir sus visitas, Srta Campbel? —espetĂł y Ann sintiĂł que se desmayarĂa.—Le pido mil disculpas, Sr Collins. No volverá a ocurrir.—Eso, tĂ©ngalo por seguro —respondiĂł, mientras se dirigiĂł a su escritorio, abriĂł la gaveta y tomĂł su celular.— Cuando regrese espero no encontrar ni una astilla en el piso Srta Clark. —le ordenĂł. Ella asintiĂł.Ben saliĂł de su oficina. Ann se cubriĂł el rostro al ver el desastre en el piso.—¿QuĂ© hiciste Sara? ÂżEn que lĂo me metiste?—Estaba viendo la estatuilla. Él me sorprendiĂł con un grito, me puse nerviosa y la dejĂ© caer. —elevĂł sus hombros.—¡De seguro lo descontarán de mi sueldo! —se quejĂł Ann.—No creo que lo haga, espero que no.—¿CĂłmo sabes?—Pues parecĂa estar feliz de que lo hubiese roto. —suspirĂł profundamente al recordar su sonrisa— Vamos, tenemos que trabajar antes de que regrese.Las dos chicas se organizaron y mientras, una ordenaba por lotes, la otra iba colocando cada lote de forma organizada alfabĂ©ticamente. En media hora, ya estaban ordenadas todas las carpetas.En tanto, en el restaurante, Ben, Davis y Michael almorzaban y reĂan, mientras Ă©l les contaba lo sucedido con la nueva asistente. Michael sintiĂł curiosidad por conocer a la famosa asistente de su padre. El tiempo que llevaba trabajando junto a Ă©l, se habĂa enredado con tres de ellas. Quizás esta serĂa una de sus nuevas presas.—¿Está guapa? —preguntĂł, enarcando una ceja.—Vamos Michael, es una niña. No estoy pendiente de eso —respondiĂł Ben.—Pues bien que te hizo molestar hoy —intervino Davis.—Era lo lĂłgico, me derramĂł el cafĂ© encima. ÂżQuĂ© querĂas que hiciera? ÂżCelebrarle la torpeza? —gruñó.—No, pero tampoco tratarla como lo hiciste.—No eres el más idĂłneo para decirme como tratar a las mujeres. —esgrimiĂł, mientras Michael carraspeĂł la garganta y Davis aflojĂł el nido de su corbata antes de responder:—Gracias por recordarme la orden de cauciĂłn que tengo por culpa de Silvia. —dejĂł los cubiertos a un lado y tomĂł la copa de vino de un solo sorbo.— Hay golpes que se ganan. Me tenĂa hastiado con su celos infundados y sus maltratos verbales.—Oh sĂ, te llaman Jhonny.—Te burlas porque no te ha tocado conocer una de esas mujeres tĂłxicas y locas que hay por allĂ.—Te falta carácter Davis, por eso Silvia siempre tuvo dominio en la relaciĂłn.—Habla el experto en controlar las situaciones. Por lo menos, Silvia no me engañó con mi chofer.Ben sintiĂł que el rostro se le encendĂa, tomĂł por el cuello a su socio.—¡Hey carajos! Nos están viendo todos, papá. —Ben lo soltĂł bruscamente.—Creo que regresarĂ© a mi oficina. —se puso de pie, tomĂł su chaqueta.Michael intentĂł levantarse e ir con Ă©l.—No hace falta que vengas, quĂ©date y termina de almorzar.El joven obedeciĂł. Ben subiĂł a su auto. En pocos minutos estaba de regreso en su oficina. AĂşn faltaban veinte minutos para la hora de entrada, a pesar de ser el jefe, le gustaba llegar temprano y ser el Ăşltimo en retirarse. Cuando entrĂł a la oficina, encontrĂł la puerta abierta, Sara estaba terminando de recoger los pedazos de arcilla con la pala y la escoba.—¿AĂşn aquĂ Srta Clark? ÂżHasta cuando tengo que verla?Sara dejĂł caer la pala nuevamente con el grito de Ben, aĂşn no era su hora de regresar ÂżQuĂ© rayos hacĂa allĂ? Se preguntĂł a sĂ misma.—No puede ser ÂżQuĂ© pasa con usted? ÂżTiene mantequilla en las manos?—No señor, perdĂłn, perdĂłn. —se arrodillĂł para recoger la pala y un pedazo de astilla se clavĂł en su rodilla. —¡Auch! —se levantĂł sujetando su pierna.—¿QuĂ©? TambiĂ©n sufre de lumbago. —dijo de forma burlona.—Creo que me cortĂ©. —respondiĂł angustiada.Ben se acercĂł para ayudarla. La sujetĂł del brazo y ella se apoyĂł en Ă©l, mientras la ayudaba a sentarse en el mueble. Ella se puso nerviosa al ver la sangre saliendo de su rodilla.Él tomĂł su pierna con cuidado y ella sintiĂł su vagina contraerse con el roce de sus grandes manos.—Creo que no fue mucho. Espere —se levantĂł y tomĂł una servilleta. RegresĂł junto a ella, comenzĂł a limpiar el hilo de sangre que se deslizaba por debajo de su rodilla.Cuando Ă©l rozĂł la herida, ella clavĂł sus uñas en su brazo musculoso.—¡Auch! —gritĂł nuevamente.—Para ser muy altanera es usted bastante cobarde. Apenas la rozo y grita como si la estuviese asesinando.Sara lo mirĂł con enojo, con un movimiento brusco apartĂł su pierna.—Deje, yo puedo sola. No necesito de usted.Se incorporĂł, caminĂł renqueando. Ann la viĂł y se acercĂł corriendo.—¿QuĂ© te pasĂł ahora? —la tomĂł del brazo.—Me cortĂ© recogiendo los benditos pedazos de la estatuilla.—Srta Campbel deje que su compañera vea como resuelve, es muy autosuficiente y no necesita de nadie —dijo con tono irritable.Sara fue hasta su oficina. Se limpiĂł con cuidado la herida, por suerte no habĂa ninguna astilla en la herida.Ben, se sentĂł en su silla, tomĂł su celular y revisĂł algunos mensajes.—Sr Collins, ya terminĂ© mi trabajo. —dijo.—Wow! Que eficiente. PensĂ© que pasarĂa toda la semana ordenando.—SĂ, es que Sara me ayudĂł.—¿Sara? —preguntĂł Ă©l, confundido.—SĂ, la Srta Clark. Ella se llama Sara.Ahora Ben, entendĂa por quĂ© aquella chica era tan extrovertida, optimista y entusiasta. Su presencia le recordaba a su hermana gemela, quien tambiĂ©n se llamaba Sara y habĂa muerto veintiĂşn años atrás en aquel horrible accidente que Ben, nunca ha logrado borrar de su mente.Davis regresĂł de su almuerzo, cuando entrĂł a su oficina, Sara estaba terminando de limpiar su herida.—¿Srta Clark, quĂ© le ocurriĂł? —No fue nada, una pequeña herida.—¿Está segura? —se acercĂł para verificar que no era de gravedad.—SĂ, no se preocupe todo está bien. —se levantĂł del sofá y caminĂł hasta su escritorio.—¿Puede caminar sin problema? —insistiĂł visiblemente preocupado.—SĂ, no fue nada. ¡De verdad!—Bien, ÂżpodrĂa ir a la oficina de mi asistente personal y pedirle estos documentos? —le entregĂł un papel con los nĂşmeros de registros que necesitaba.—En seguida se los traigo. —caminĂł con un poco de incomodidad, la herida comenzaba a palpitarle como un corazĂłn. SaliĂł al pasillo, el papel que llevaba en la mano se le cayĂł cuando intentĂł cerrar la puerta de la oficina de su jefe, pensĂł dos veces como agacharse sin lastimarse. Por lo que se sujetĂł de la pared y elevĂł la pierna herida hacia atrás para inclinarse. Cuando levantĂł la vista se encontrĂł de frente con un apuest
“Como las ciudades en guerra, todas la mujeres tienen un blanco indefenso. Cuando se les descubre, la plaza se rinde inmediatamente”El MarquĂ©s de SadeSara fue hasta su habitaciĂłn, se lanzĂł de espaldas sobre su cama, no podĂa entender por quĂ© su madre estaba dispuesta a olvidarse de su padre. Él era un hombre maravilloso, ella lo recuerda de aquel modo, cariñoso, atento y muy preocupado por su madre y por ella. ÂżCĂłmo podĂa su madre no recordarlo tambiĂ©n?HabĂan pasado cinco años de aquel terrible momento cuando su madre saliĂł del dormitorio matrimonial, ella estaba recostada de la baranda de la escalera y al ver el rostro de su madre, supo de inmediato que algo terrible habĂa ocurrido, Amanda le anunciĂł aquella nefasta noticia:—Mi amor, no pudieron hacer nada, Anthony muriĂł. Las lágrimas se asoman en su rostro como en aquel momento, le dolĂa su ausencia, no ver su sonrisa amable, no sentir su abrazo y su apoyo. No era que Sara no amara a su madre, pero ella era distinta a su
Ben llegĂł a su mansiĂłn, luego de aquel dĂa lleno de inconvenientes y problemas. Primero, el choque con aquella chica en el cafĂ©, luego el inconveniente con Davis y tercero, las llamadas de su ex a quien no se digno a responderle. SubiĂł hasta su habitaciĂłn, se quitĂł la chaqueta y la dejĂł sobre la cama, aĂşn sentĂa el olor a cafĂ© en su ropa, por más que intentĂł quitar aquel aroma con gel y perfume, no lograba eliminarlo asĂ como tampoco lograba eliminar de su mente, a la culpable de aquel aroma. SonrĂe con satisfacciĂłn al recordar el cuerpo tembloroso y los labios hĂşmedos de la nueva pasante cuando la tomĂł de ambos brazos. Aunque estaba enojado con ella, no podĂa negar que le gustaba la idea de sentir el control sobre ella.Ben siempre ha sido un hombre obsesionado por controlar todo a su alrededor, sĂłlo que la vida se ha encargado de hacerle ver que eso es imposible. Su matrimonio perfecto se derrumbĂł cuando descubriĂł que su mujer lo habĂa traicionado con su propio chofer. Mientras
Una hora más tarde y luego de convencer a Erika de que no podĂa quedarse en aquel lugar, Ben y Erika regresaron a la mansiĂłn. —No quiero ir a casa y estar sola —comentĂł entre lágrimas. —Puedes, si quieres quedarte en casa. No tengo problema con ello.—Gracias Ben, por lo menos sĂ© que mis hijos estarán allĂ. —Michael, sĂ. Andrew, no lo veo desde hace dĂas, desde que tuviste la genial idea de que cada uno de ellos se independizara, sĂłlo sĂ© de Ă©l cuando tiene algĂşn inconveniente de dinero —espetĂł.—No pretenderás culparme de lo que le ocurriĂł a nuestra hija. —No dije eso, pero si estuvieran en casa, todo serĂa diferente. Por lo menos debiste esperar a que estuvieran un poco más de conciencia. —No eras tĂş quien tuvo que lidiar con ellos. Para ti fue más fácil huir a tu oficina. Vives culpándome de mi traiciĂłn, pero no ves las razones por las que me cansĂ© de estar esperar por ti. Ben tuvo que apretar con fuerza sus puños y sus mandĂbulas para no continuar con aquella discusiĂł
Sara se puso de pie y fue hasta el baño, necesitaba calmar aquel fuego que crecĂa dentro de ella como lava ardiente, brotando del Vesubio. Al sentir el agua frĂa de la regadera, volviĂł a la realidad. Minutos despuĂ©s se alistĂł para ir y tomar el tren subterráneo, el tiempo le sobraba, el mismo tiempo que el dĂa anterior convirtiĂł su mañana en un caos. Se maquilla levemente, un poco de blush on, labial tipo gloss y perfume. QuerĂa verse bonita esa mañana, querĂa parecer la chica de siempre cuidadosa y prolija en su vestimenta. TomĂł su bolso, metiĂł la vianda que su madre preparĂł con comida para ella y saliĂł hasta el subterráneo. Al llegar, no tardĂł ni cinco minutos en embarcar, se sentĂa segura y empoderada esa mañana. Todo estaba ocurriendo como ella lo deseaba. Finalmente bajĂł en la estaciĂłn que le correspondĂa y caminĂł hacia la empresa, se detuvo por un cafĂ© en el restaurante, quizás su insoportable jefe estarĂa allĂ, incluso pensĂł “le brindarĂ© el café”. Mas, al entrar repasĂł
—Mamá —Andrew se refugia en los brazos de su madre, mientras Ben es asediado por los reporteros y camarĂłgrafos.— SabĂa que algo le habĂa ocurrido a mi hermana, lo sentĂ mamá, sentĂ una opresiĂłn en mi pecho, mamá. No puedo creer que estĂ©... —la madre lo interrumpe, no quiere imaginar ni por un instante que su hija pueda...—No Andrew, ella va a estar bien. A mi hija no le va a pasar nada. Tu hermana logrará salir de esto. —lo cobija entre sus brazos.—Sr Collins es cierto que la situaciĂłn de su hija es bastante grave —pregunta la reportera. Una mirada fulminante del CEO, deja a la mujer un tanto desconcertada. —¡Lárguense ahora mismo de aquĂ! —grita con indignaciĂłn.— Todos ustedes son una basura, sĂłlo les importa mantener a su ausencia satisfecha con noticias amarillistas. No les importa la salud de mi hija, ¡váyanse ahora mismo o los saco yo mismo a patadas! —gruñó.Andrew intenta calmar a su padre e interceder frente a los camarografos y blogueros que no paran de fotografiar y g
Amanda entrĂł en su habitaciĂłn, segundos despuĂ©s escuchĂł la puerta abrirse, mirĂł la hora en su reloj, debĂa ser su hija. —Mamá, ya lleguĂ©. —Sara dijo desde afuera.—Dios te bendiga hija —Amanda le respondiĂł en voz alta y terminĂł de desvestirse, tomĂł la toalla y entrĂł al baño. Sara, en tanto, fue hasta la cocina, bebiĂł un vaso con agua y se quedĂł pensando en el auto parado frente al edificio. ÂżEra mera casualidad o su jefe conocĂa a alguien en ese edificio? Necesitaba saber quĂ© hacĂa Ben Collins allĂ. Fue hasta su habitaciĂłn tambiĂ©n para asearse y descansar un poco. AĂşn tenĂa trabajo por hacer, debĂa realizar el informe diario de actividades y enviarlo a su profesor de pasantĂas. En tanto, Amanda se ducha y piensa en el apuesto Ben Collins, era realmente un hombre de esos que atrae con sĂłlo su presencia, alto, rubio, de facciones perfectas, musculoso, mirada penetrante y voz seductora. —Wow! QuĂ© hombre —murmurĂł. Pero lo que más lo atraĂa de Ă©l, era la manera de cuidar de su h
La semana transcurriĂł rápidamente. Sara continuaba cumpliendo con su trabajo y cada vez más ansiosa de ver entrar por aquella puerta a Ben Collins. No habĂa un momento del dĂa en que no recordara su encuentro con Ă©l en la cafeterĂa o en su oficina cuando quebrĂł la estatuilla, mucho más luego de aquel sueño tan intenso que logrĂł hacerla mojar sus bragas. Aquel sueño hĂşmedo seguĂa fijo en su cabeza. ÂżSerĂa igual en realidad? ÂżSe sentirĂa de aquella misma forma el recorrido de sus manos sobre su piel incendiando cada centĂmetro de su piel? ÂżY su lengua en su vagina? Dios se estaba volviendo loco de ganas por comprobarlo. Esa noche, aprovechando que su madre estaba trabajando continuĂł leyendo el libro que Ann le enviĂł. ComenzĂł a explorar su cuerpo,acariciĂł sus pezones y deslizĂł una de sus manos sobre su abdomen y vientre hasta llegar a su sexo. Con un poco más de habilidad, separĂł sus labios con sus dedos Ăndice y medio colocados en forma de U inversa tensando hacia arriba la piel qu