C Detective

Secándose las lágrimas que aún le humedecían el rostro, Sam, sentada en los escalones que había en la entrada de la mansión, vio a los policías cargar la camilla en que iba la bolsa con el cadáver. Recordar la espantosa visión en el fondo del pozo la hacía estremecerse. Sus ropas mojadas seguían oliendo a las húmedas entrañas de la tierra, al caldo de cultivo en que se había descompuesto por tanto tiempo el cuerpo. Las náuseas la mantenían consciente, el miedo le mantenía el corazón latiendo, la curiosidad la mantenía en su lugar.

Vlad terminó de hablar con los policías. Los hombres abordaron las patrullas y empezaron a dejar la mansión. Las sirenas le retumbaron a Sam en la cabeza, que estaba hecha papilla. Se acurrucó más en la manta que la envolvía.

—¿Quién era? —le preguntó a Vlad cuando se acercaba hacia ella.

—No es asunto tuyo. Lárgate de una vez y no vuelvas.

—Claro que es asunto mío, yo me lo enco

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