Me casé con el hermano de mi ex
Me casé con el hermano de mi ex
Por: Pantergirl
Capítulo 1: Corazón roto

Saqué las llaves de mi hogar para abrir la puerta principal, quería sorprender a mi esposo con un regalo que le compré en la panadería con el dinero que gané vendiendo unas prendas por internet.

No quería que él fuera el único en aportar dinero para la casa o las compras, aunque no me dejaba trabajar... Dante era un hombre un poco tóxico respecto a mí.

Le dije que iría a visitar a mis padres y que no volvería hasta el día siguiente. Abrí la puerta tratando de no hacer ruido porque la idea era sorprenderlo. Busqué con la mirada en cada rincón de la sala para comprobar que no estuviera, supuse que se encontraba en la habitación durmiendo porque el pobre tenía un trabajo importante.

Era la mano derecha de su hermano, Eric Watson, quien era muy reconocido en el país por ser un CEO multimillonario, aunque no llegaba a los primeros puestos como otros. Dante era su secretario según lo que me decía. Caminé a pasos lentos subiendo las escaleras, hasta que llegué a la puerta que más buscaba.

Nuestra habitación.

Pero, un sonido nuevo y extraño me hizo fruncir el ceño. Era como si Dante no estuviera solo, y peor aún, la otra voz era femenina y lo único que hacía era soltar gemidos. En ese momento sentí que mi mundo se caía, estaba temiendo lo peor cuando abriera esa puerta.

Dejé caer la bolsa con su regalo al suelo para llevar ambas manos a mi boca. Quería irme de ahí e imaginar que todo había sido mi imaginación, pero sabía que si no entraba, jamás iba a saber lo que sucedía... Mi respiración empezó a salir entre cortada, mi mano se dirigió con una tembladera enorme hacia la perilla para darle la vuelta.

—Vamos, Ximena... Tú puedes... —me alenté.

Suspiré, tenía que calmar mi respiración ya que provocaba una agitación en mi pecho. Los nervios los tenía a flor de piel y un nudo se formaba en mi garganta.

Abrí la puerta de una vez por todas, encontrándome con la escena más desgarradora de mi vida. Mi boca formó una ligera "o" llena de horror y mis cejas se contrajeron al ver a mi marido desnudo debajo de otra mujer, ese con el que llevaba dos años de casada y diez de noviazgo, con el que intentaba tener un hijo, ese que juró serme fiel en el altar...

Mi primer amor.

Me estaba traicionando de la peor manera. Ambos estaban como Dios los trajo al mundo, ella encima de él saltando hasta más no poder en la cama donde yo dormía... Donde él me juraba que solo tenía ojos para mí. Mis piernas empezaron a temblar, los gemidos de la rubia esa no le permitieron notar mi llegada.

Seguían en lo suyo incluso conmigo de pie en el umbral de la puerta. No podía creerlo, deseaba que eso fuera una jodida pesadilla, quería despertar. Me agarré por impulso ambos lados de mi cabello negro, buscando arrancar cada pelo y poder despertar de una vez.

Pero me di cuenta que eso era real. Mi pecho subía y bajaba, buscando aire de manera desesperada y el nudo en la garganta empeoró, logrando que varias lágrimas salieran de mis ojos.

—¡¿Qué es esto, Dante?! —grité, con la voz quebrada.

Mis cuerdas vocales ardieron por la fuerza que utilicé. Ambos se giraron a verme en shock, sorprendidos porque no me esperaba ahí. Me abracé a mí misma por el asco que sentía, la repulsión de haber sido engañada quién sabe por cuánto tiempo.

Lo que más me dolía era que Dante... Mi querido mejor amigo, mi confidente, mi pareja de toda la vida... El hombre que conocí a mis dieciocho años y nos enamoramos, me haya hecho semejante traición. Nunca me lo esperaba de él, confié ciegamente en sus palabras, en sus promesas vacías, le creí como una estúpida.

Él empujó a la mujer para que se bajara, buscando taparse con la sábana las partes que yo tanto le vi y me acostumbré a él. Tenía una expresión de horror, de temor por lo que yo pudiera decirle después de haberlo cachado en el acto.

—Ximena, p-puedo e-explicarlo —balbuceó, colocando una mano al frente.

Caminó hacia mí. Miré de reojo a la rubia quien se encontraba cubierta con otra sábana, mi sábana... Me hervía la sangre, me sentía devastada y enojada al mismo tiempo. No sabía si soltar la rabia o la decepción que cargaba encima.

—¿Qué vas a explicar? ¡Todo me ha quedado claro! —hablé, de nuevo con la voz quebrada y llena de odio.

Mi visión estaba borrosa por los mares que salían de mis ojos. No podía contener las lágrimas, me era imposible creer que Dante me había sido infiel, pero lamentablemente era la cruel realidad, una para la que no estaba preparada.

Él intentó tocarme el hombro con su mano, pero fui más rápida y lo rechacé de un golpe.

—N-no es lo que parece, mi amor, sabes que yo te amo, esto no significó nada. Fue un error —titubeó, sus ojos estaban cristalizados y asustados.

Él tenía miedo, pero no se arrepentía. ¿Por qué lo haría? Ser infiel era una decisión que él había tomado, y que yo no iba a perdonar nunca. Mi mandíbula se tensó y mis puños se cerraron porque sus palabras se sintieron como una estaca en el corazón, no quería escucharlo, pero también deseaba que me dijera: todo esto es mentira.

Lo cual era imposible, ya yo vi el desastre. Nadie podría borrarlo de mi memoria. Nada sería como antes si seguía con Dante.

—Me engañaste, Dante... Yo confié en ti y me apuñalaste sin pensar en mí. ¿Sabes el dolor que estoy sintiendo en este momento...? —sollocé, cubriéndome la boca.

Mi respiración estaba incontrolable, intentaba hablar con firmeza pero me era muy difícil lograrlo sin caer en el llanto de nuevo.

—Mi amor... Perdóname por favor, no sé en qué estaba pensando, no me vayas a dejar por esto... Prometo que no volveré a hacerte algo así —confesó, agarrando mis manos.

Estaba tembloroso y yo también. Dante empezó a mostrar una expresión de arrepentimiento y duda, no sabía qué pasaba en realidad por su cabeza, pero a mí me costaba mucho creerle después de lo que me hizo.

No iba a perder mi dignidad por un hombre.

Me solté de su agarre de mala gana, demostrándole que yo no era la ovejita que él creía. Lo miré con unos ojos fulminantes, odiando cada parte de él, pero al mismo tiempo queriendo que me abrazara otra vez...

¿Por qué mis pensamientos eran tan masoquistas?

—Dime algo, Dante... ¿Desde cuándo hacías esto?  —cuestioné, afligida.

—Fue solo una vez... Esta vez... Lo juro —suplicó, juntando ambas manos.

Pero no me di cuenta en el momento en que la rubia se había vestido y se acercó a nosotros, soltando un suspiro de fastidio. Tomó a Dante del hombro, pegando sus firmes y redondos pechos en él, mirándome de arriba a abajo con detenimiento y una sonrisa maliciosa.

—¿No es obvio? Deberías arreglarte un poco más ese cuerpo, querida. Dante solo quiso experimentar con alguien más joven y sexy. ¿No es así, amor? —habló, mordiéndole el lóbulo de la oreja—. Hace meses que estoy saliendo con él, y menos mal que te enteras porque no te lo mereces, tú estás descuidada —me señaló con el dedo y bufó—: En cambio yo parezco una diosa.

Mis ojos se abrieron por la sorpresa, a pesar de que no podía verla bien por las lágrimas. Sus palabras fueron una puñalada directo al corazón. Tenía razón, ella era una mujer joven y yo rondaba casi los treinta años...

Mi cuerpo estaba un poco descuidado, mis pechos algo caídos, tenía unos pocos kilos demás, pero eso me volvía algo curvy ¿no? En resumen, mi cuerpo no era de esos perfectos como lo había sido de joven. A parte, mi vestimenta tampoco ayudaba si siempre utilizaba ropa holgada.

Tenía razón, había dejado de cuidar mi aspecto cuando comprendí que Dante me amaba por como era, pero me equivoqué con él.

—No es cierto, Ximena, te está diciendo puras mentiras —defendió Dante, con la voz temblorosa.

—Basta, Dante. El mentiroso aquí eres tú. Hubieses pensado bien antes de decidir engañarme si ya sabías mi reacción, pero te confiaste ¿No? Sabías que confiaba mucho en ti y que no sospecharía nada —argumenté, entre dientes.

—Entiende que Dante se merece a alguien que esté a su nivel —masculló la rubia.

En todo momento me miraba con desprecio y asco, como si yo fuera lo peor que habían visto sus ojos. En parte me hizo sentir mal, bajó por poco mi autoestima, pero en el fondo algo me decía que no me dejara pisotear por esos dos al querer verme la cara de estúpida.

—¡Ya cállate, Rebeca! —exclamó, quitándosela de encima para luego dirigirse a mí—. Mi amor, créeme, yo te amo, llevamos tantos años juntos. Eres el amor de mi vida, no me vayas a dejar por esta equivocación... —rogó.

—Años que te valieron un carajo.

Mis dientes empezaron a chocar porque ya no aguantaba el drama que me estaban haciendo, simplemente quería irme de ahí y llorar hasta quedarme seca... Ahogar mis penas en un bar o con mi madre, no lo sé. Ya no quería ver la cara de Dante, sin importar el tiempo que llevábamos juntos.

Me dolía, me desgarraba saber que la decisión que iba a tomar sería para no volver a verlo jamás. Tantos recuerdos compartidos, tantos momentos felices y los obstáculos que tuvimos que superar. Él lo mandó todo al basurero por su aventura.

Y pensar que estábamos planeando tener un hijo, solo que por problemas de él nos estaba costando. Que bueno que no logré embarazarme de ese hombre, por algo suceden las cosas ¿No?

—Me voy de aquí, resuelvan sus asuntos maritales —alegó la rubia, pasando por mi lado—. Esperaré tu llamada para volver a reunirnos, Dante. Besitos —Le lanzó un beso al aire.

Definitivamente esa mujer lo hacía a propósito para que yo entendiera la situación, o tal vez solo quería quedarse con mi esposo. Pues no me importaba, al carajo todo lo que logramos, no iba a perdonarlo solo porque lo amaba...

¿Cuánto tardaría en dejar de sentir esa conexión?

—Ximena... Por favor... Prometo alejarla de mi vida —expresó, rogante.

—Lo siento, Dante, pero no voy a poder perdonarte esto... Pensé que me amabas de verdad... En serio que me creí todas tus promesas —dije, en un hilo de voz, sin mirarlo a los ojos.

—Amor, te estoy diciendo que te amo... Jamás dejé de hacerlo.

—Pues debiste haberlo pensado mejor antes de revolcarte bajo mis sábanas con otra, en nuestra casa, Dante. A la próxima procura hacerlo en otro lugar —recomendé, con sarcasmo.

Me crucé de brazos.

—No, no... No entiendes... —balbuceó, con ambas manos en su cabeza de manera desesperada—. Yo no sé en qué estaba pensando, de verdad... Perdóname.

—Pues espero que tú si entiendas lo que te voy a decir —dictaminé, secando las lágrimas en mis mejillas para hacerme la fuerte—. Quiero el divorcio, Dante Watson.

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