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La pareja estaba demasiado contenta, por fin su relación se estaba volviendo realidad y su matrimonio estaba a punto de tomar forma como debería ser.

—No te imaginas lo feliz que me hace este momento. Aunque no sé qué pulga te picó para que te hiciera reaccionar y darte cuenta de que tu esposo es el mejor hombre del mundo. —Comentó Tristán.

—Ya deja de hablar, en ningún momento he dicho que eres el mejor. —bromeó ella cruzándose de brazos.

—¿Ah, sí? ¡O sea que con todo lo que he hecho por ti, aun así no me consideras como un hombre de confianza! —reclamó el hombre, demostrando estar ofendido.

—No es eso lo que quise decir. —Se disculpó ella.

—No hay problema. Solo di que me quieres y el asunto quedará arreglado.

—Por cierto, me contó un pajarito que tú volteas a ver a otras mujeres y no con respeto sino con morbo. Quizás hasta ya la has besado y le has dicho que ella es la mejor. —reclamó una celosa Karely.

—¡Ja, ja, ja! No sé quién te ha llevado con ese cuento, pero no es cierto. Aunque no lo creas, te tengo mucho respeto porque eres la esposa que yo mismo elegí para el resto de mi vida, bueno, si es que tú me lo permites.

—¿Eso es una declaración de amor? —preguntó ella alzando la ceja.

—Eh, bueno, sí, en realidad te estoy confesando mi amor. Solo espero también ser correspondido.

—Tristán, tú sabes por todo lo que yo he pasado. Bueno, no sé si me entenderás, pero créeme que no es fácil confiar en los hombres cuando yo he sufrido en carne propia la maldad de uno.

—Te entiendo perfectamente y te prometo que haré todo lo posible para que olvides todo ese sufrimiento que tuviste que pasar antes de conocerme a mí.

—En este caso te pido paciencia… mucha paciencia para acostumbrarme a estar con alguien que es distinto a mi padre.

—Oye, pero, ¿y a todo esto el dolor de cabeza que se hizo? —preguntó Tristán con una sonrisa al verla a ella contenta, como si no haya tenido nada anteriormente.

—Ya ha pasado. Creo que con solo tenerte a ti a mi lado curas todos mis dolores.

—Comprendo. Pero volviendo al principio, ¿por qué me preguntas si me gusta alguien de la empresa? Me he quedado pensando en eso.

—Una de las asistentes le confesó a la otra que tú la habías besado, que incluso la invitaste a pasar una noche loca con ella.

—¡Ja, ja, ja! No te creo, pero desde ya te advierto que podrán levantar muchos falsos en mi contra y ninguno será cierto. Debes aprender a confiar en mí, nunca creas lo que otra persona te diga sobre tu marido. ¿Estamos de acuerdo?

—Claro que sí.

—¿Estabas celosa?

—¿Quién dice que yo me pondría celosa por ti?

—Esa mirada y los reclamos lo dicen todo. Ya confiesa que te gusto.

—Bueno, no lo voy a negar que me gustas, pero tengo miedo. Miedo de que me falles, eso me dolerá mucho.

—Ven aquí, estos brazos quiero que sean tu lugar seguro. No dudes de que yo te haré feliz. —prometió Tristán, dejando un beso sobre su cabeza.

—Vamos, ya vete a tu oficina. Hay que trabajar, los números en tus cuentas bancarias caerán si no nos ponemos pilas.

—Lo que estoy pensando es que pasaremos tu escritorio para mi oficina, allí trabajaremos los dos juntos.

—Me niego, eso no se puede hacer, ya que comenzarán a decir que los rumores eran ciertos y que tú y yo estamos en una relación.

—¿Qué importa lo que digan? ¿Acaso no es la verdad?

Que todos en la empresa se enteren de que eres mi esposa, soy tu esposo, estamos casados y es lo mejor.

—Tú estás buscando que esas mujeres me caigan como buitre en animal muerto. No, señor, deja que ellas lo descubran, pero sin que nosotros les demos señales. ¿Estamos de acuerdo?

—Bueno, está bien. No me parece buena la idea, pero lo acepto. —respondió, resignándose a continuar en el anonimato.

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