EvelynEl aire se vuelve espeso mientras avanzamos hacia el norte. El paisaje se transforma, como si cada paso nos alejara del mundo que conocía. A lo lejos, la veo. Una montaña negra se alza como un monstruo dormido, sus picos rasgando el cielo nublado, y por primera vez desde que comenzó esta pesadilla, siento algo distinto.No sé cómo explicarlo. Es como si la tierra misma me rechazara. La energía cambia, se vuelve más densa, pegajosa, como una sustancia invisible que se me adhiere a la piel y me oprime el pecho. Me cuesta respirar.—¿Qué es ese lugar? —pregunto con voz baja, sin esperar que la oscuridad me responda.Pero lo hace.—Un cementerio de cosas malditas —responde, su voz deslizándose como un susurro viscoso por mi oído.—Eso no existe —replico, aunque en mi interior sé que en este mundo, ya nada es imposible.—Existen más cosas de las que tú, niñita ingenua, puedes imaginar —escupe con desdén.Nos detenemos en una pequeña loma desde donde se ve toda la montaña. La oscurida
Leonard La brisa corta el aire como una cuchilla helada. Vamos en silencio, moviéndonos entre los árboles sin hablar, sin respirar más de lo necesario. Entonces lo siento. Primero creo que se trata de mi imaginación, que no ha pasado, pero entonces, solo unos pasos más allá vuelvo a sentirlo. El tirón. La conexión con Evelyn. Siento que la me quedó paralizado, la respiración se me acelera y una de mis manos va hacia mi pecho como si de esa forma pudiera tocarla. Respondo. Mando un tirón igual al suyo, y espero… Pero no pasa más nada. Es Alex quien rompe el silencio, solo con una palabra: —Leonard… Me giro en seco. Todavía impactado por lo acabo de sentir. Algo acaba de atravesarme el pecho como una descarga. No lo imaginé. Es suave, casi imperceptible, pero tan real como el pulso que me late en la garganta. El tirón. El vínculo. Evelyn. —La sentí —susurro.—Ella acaba de tirar de nuestro vínculo… me está llamando. Alex da un paso hacia mí, sus ojos bien abiertos. —
Leonard—¿Padre…?El impacto de la imagen, la simple visión hace que me quede totalmente paralizado.Es… es mi padre, es su rostro, es él, pero al mismo tiempo no lo parece.Vuelvo a llamarlo, pero no hay respuesta. Solo una mirada vacía… y entonces una sonrisa que no es suya.Una sonrisa perversa se forma y no necesito más para saberlo. No es él.—No… La prueba aún no ha terminado.a cámara de piedra negra me envuelve como un susurro sin eco. Cada paso que doy retumba con el peso de siglos.—Mírate —dice—. Persiguiendo una sombra como un niño con miedo a dormir solo.Su voz me impacta como cien mil cuchilladas. Hace casi un siglo que no escuchaba su voz y ver esta cosa hablando como él se siente… incorrecto.Mal.—No eres real.—le digo y puedo sentir a Alex prepararse a mi lado, a la defensiva como siempre.Mi padre me sonría con sorna y da un paso más cerca encogiéndose de hombros.—Tampoco lo es tu convicción.—contesta.Me acerco, los puños cerrados.—No tienes idea de lo fuerte
EvelynEl aire dentro de esta cueva pesa como plomo. Cada paso que doy retumba con un eco que no suena vacío… suena a juicio. A sentencia. La oscuridad avanza conmigo, pero no se manifiesta en palabras. Está callada. Observa. Espera.De hecho creo que aunque no lo admita ella misma está asustada, y no es para menos, pues esta fue su carcel por siglos y si lo que busca sale mal, si no cumplo con lo que quiere, entonces muy probablemente vuelva a serlo.Yo no pienso dejar que quede libre, si Leonard no llega a tiempo, si él no puede ayudarme, entonces yo voy a salvar al resto del mundo.Ella no va a quedar libre.Sigo avanzando, o más bien ella lo hace, pues no tengo ningún control de mi cuerpo, entonces siento que se detiene y miro lo que hay frente a mí: una pared cubierta de musgo se derrumba y revela algo que no debería estar ahí: un espejo. Alto, antiguo, tallado en huesos y raíces negras. Su superficie no refleja el túnel, ni la piedra, ni siquiera la luz que emana de mi piel en
LeonardUn caos. Un infierno viviendo.Una maldita pesadilla... Como sea que quieran llamarlo.Eso es lo que es la sala del amuleto, puedo ver a Evelyn, dominada por la oscuridad muy cerca de tomar finalmente el amuleto y si lo hace, si ella lo toma, entonces la habré perdido para siempre.Pero está luchando, puedo verlo, en la forma en que su cuerpo se retuerce, en la furia de los ojos, en la manera en que el cuerpo poco a poco se aleja del amuleto.No debe tomarlo.No voy a permitirlo, no pienso hacerlo.El fuego que queda atrás solo es el preludio del verdadero infierno que está por desatarse.Avanzo con la daga en mano, con la respiración irregular y la sangre latiendo en mis sienes. El vínculo arde dentro de mí. La siento. Alex va a mi lado, su rostro tenso, las armas listasEvelyn sigue de espaldas a mí, frente a un altar de piedra negra donde flota el amuleto. Su cabello se agita mientras se mueve con desenfreno en una lucha que aunque no puedo presenciar, sé que está pasan
LeonardLa daga se hunde en mi pecho por sí sola como si supiera exactamente a donde tiene que ir.Y el dolor… El dolor es absoluto.Desde la distancia puedo escuchar el rugido de furia de la oscuridad, el piso tiembla, el aire se vuelve viscoso, pero ya nada de eso me importa, porque yo he hecho lo que tenía que hacer.Lo he dado todo por ella y no me arrepiento.Siento como si brassas ardientes estuvieran corriendo por mis venas, el ardor me quema, me arde, me duele hasta el punto de hacerme perder la vista por segundos, es… peor que cualquier otro dolor que haya podido sentir antes.Y aunque intento mantenerme en pie, no lo consigo. Me desplomo. El espejo brilla con una luz que no es de este mundo.La oscuridad grita. Se retuerce. Evelyn también. La oscuridad chilla de una forma tan antinatural que siento que me sangran los oídos, a mi lado soy consciente de la voz de Alex, pero se siente tan lejana….Y entonces, el silencio.El aire se vuelve frío, helado, pero al mismo tiempo más
EvelynEl mundo es blanco, pero no un blanco puro o brillante. Es un blanco roto, como una niebla espesa que se arremolina a mi alrededor, flotando sin sentido. No hay suelo bajo mis pies, pero tampoco caigo. No hay cielo sobre mi cabeza, pero siento que algo me observa desde las alturas. Estoy suspendida en un lugar donde no existe el tiempo ni la gravedad. Un lugar que no reconozco.Camino sin caminar. Avanzo sin avanzar. Y entonces, de la nada, las veo.Frente a mí, aparecen las figuras. Cuatro mujeres: mi madre, a quien nunca conocí pero reconozco sin dudar; la diosa Luna, majestuosa y etérea, con su manto de estrellas; y las dos mujeres que siempre me visitaron en sueños, sus rostros serenos, sus miradas profundas.—¿Dónde estoy? —pregunto, con la voz temblorosa. Me siento pequeña frente a ellas, como una niña perdida entre gigantes.La mujer de cabellos blancos como la luz misma da un paso al frente. Es la diosa Luna. Su voz resuena como un eco que lo abarca todo.—Estás en el l
LeonardElla no ha despertado.Nos hemos ido de la m4ldita montaña, la he traído en brazos y apun asi, por más que el tiempo pasa ella sigue… dormida.No sé que demonios es lo que pasa, hice todo lo que debía, la oscuridad ya no está ¿Entonces porque no despierta?Mi lobo aúlla y chilla dentro de mí y siento como todo mi cuerpo está tenso, mis emociones al limite.Necesito que viva…Me acerco a ella y paso la yema de mis dedos por su rostro, entonces Evelyn tiembla entre mis brazos, y yo espero… espero que abra los ojos, pero eso no sucede. Sin embargo, su pulso late. Es débil, apenas una caricia bajo mi palma, pero está ahí. La tengo. Aunque no haya despertado aún, se que lo hará, tiene que hacerlo. Por fin la tengo.La noche se cierne sobre nosotros como un velo espeso. Estamos en el claro del bosque, el campamento improvisado protegido por hechizos que apenas logran contener la tensión que hierve en mi interior. Me arrodillo con ella entre mis brazos, la coloco sobre un manto y