La noche estaba en calma, pero Carttal sabía que no duraría. El aire era denso, cargado de la electricidad de lo inevitable. Desde su posición en la colina, observó cómo los vehículos se detenían frente a la cabaña. Sombras emergieron, moviéndose con cautela. Sibil estaba allí. Y con él, el hombre misterioso.Carttal ajustó su auricular.—¿Todos en posición?—Listos —respondió Ethan desde el otro extremo.Kael, apostado en la ladera opuesta, confirmó:—No saldrán de esta.Carttal sonrió con frialdad.Sibil avanzó primero, su silueta iluminada por los faros de los autos. El hombre misterioso lo siguió, sus movimientos calculados, depredadores. Miró la cabaña con un aire de desdén.—Es demasiado fácil —murmuró.—Porque lo es —dijo Carttal, saliendo de entre las sombras.Los hombres de Sibil reaccionaron de inmediato, levantando sus armas, pero un solo disparo al aire de Ethan los detuvo.—Si alguien jala el gatillo, no vivirán para arrepentirse —anunció Ethan.Kael emergió por el otro l
El hombre misterioso soltó una risa baja, casi burlona.—Dime, Carttal… ¿qué harías si descubrieras que Aslin no es quien crees?Carttal apretó los puños.—No juegues conmigo.El hombre inclinó la cabeza.—Aslin pertenece a la familia Lisboa. Su madre era Isabela Lisboa, la heredera de un imperio de bioquímica. La usaron para sus experimentos. Su existencia… nunca fue su elección.Las palabras golpearon a Carttal como un puñetazo en el estómago. ¿Aslin, hija de los Lisboa? Era imposible. Y sin embargo, tenía sentido. Su sangre, su importancia para esos bastardos…—Mientes —gruñó Carttal.—¿En serio? ¿Por qué crees que la estaban buscando? No es solo por lo que lleva en su sangre… es por quién es.Carttal se quedó helado por un segundo. Luego, sin pensarlo, cerró el puño y golpeó al hombre con toda su fuerza.El crujido del impacto resonó en la habitación. El hombre cayó de costado, escupiendo sangre.—¿Eso es todo? —susurró con una sonrisa teñida de sangre.Carttal lo tomó del cuello
El silencio en la cabaña era casi opresivo. Carttal sentía la tensión en el cuerpo de Aslin, la forma en que sus dedos temblaban ligeramente al aferrarse a su camisa. Su mente trabajaba rápido, intentando encontrar las palabras correctas para calmarla, pero ¿cómo se podía suavizar algo así?Después de unos segundos, Aslin se apartó lentamente de su abrazo. Su mirada, aún brillando con la sombra del shock, se clavó en la de él.—Dices que mi madre era Isabela Lisboa… ¿qué significa eso para mí? —su voz era apenas un susurro, pero la incertidumbre en ella era evidente.Carttal tomó una profunda bocanada de aire.—Significa que eres la última Lisboa. Y si ellos descubren que sigues con vida… intentarán recuperarte.Los ojos de Aslin se llenaron de terror. Instintivamente, llevó las manos a su vientre, protegiendo la vida que crecía dentro de ella.—No… no puedo ser parte de eso —murmuró, sacudiendo la cabeza.Carttal le tomó las manos, asegurándose de que lo mirara.—No eres parte de eso
POV : Tercera persona La mansión estaba en completo silencio cuando Carttal regresó a la habitación. Aslin lo observó desde la cama, su vientre prominente apenas cubierto por una manta ligera. Aunque su expresión era serena, su mirada estaba llena de preguntas.—¿Qué pasó? —preguntó en cuanto él cruzó la puerta.Carttal pasó una mano por su cabello, visiblemente tenso.—Ethan encontró algo —dijo con voz grave.Aslin se incorporó lentamente, sintiendo el peso de su cuerpo mientras intentaba sentarse mejor.—¿Algo? ¿Qué significa eso?Carttal sacó un sobre del bolsillo de su chaqueta y lo dejó sobre la cama. Aslin lo miró fijamente antes de tomarlo. El papel era grueso, con un ligero aroma a tinta fresca. Con un nudo en la garganta, lo abrió y sacó una simple nota."El linaje no se puede borrar. Nos vemos pronto."El aire en la habitación se volvió pesado. Aslin sintió cómo su corazón comenzaba a latir con fuerza mientras releía esas palabras una y otra vez.—No tiene remitente… —murmu
Las horas que siguieron fueron un torbellino de dolor, desesperación y miedo. Aslin sentía cómo su cuerpo se tensaba con cada contracción, cada ola de dolor que la desgarraba desde dentro. El tiempo dejó de tener sentido mientras luchaba por respirar, por soportar el tormento de un parto que parecía no querer terminar.Carttal nunca se separó de ella. Sostuvo su mano con fuerza, murmurándole palabras de aliento, asegurándole que todo estaría bien, aunque por dentro estaba igual de aterrorizado. Ethan y Kael hicieron lo posible por preparar la habitación improvisada para el parto, desinfectando todo lo que podían, trayendo agua caliente y toallas. Pero nada podía suavizar la brutalidad del momento.—Tienes que empujar, Aslin —dijo Ethan con urgencia.Aslin negó con la cabeza, el sudor perlaba su frente, sus labios temblaban de agotamiento.—No puedo… —jadeó—. No puedo más…Carttal la tomó del rostro con ambas manos, obligándola a mirarlo.—Sí puedes —su voz era firme, pero había una du
El momento de elegir los nombres había llegado, y la tensión en la habitación era real. Carttal y Aslin estaban sentados en la cama, con los tres pequeños dormidos en la cuna improvisada junto a ellos. Ethan, que se había convertido en un espectador involuntario de la escena, estaba recostado en una silla con una taza de café en la mano.—Bien —dijo Carttal, entrelazando sus dedos mientras miraba a los bebés—. Necesitamos nombres fuertes, con carácter. Algo que imponga respeto.Aslin arqueó una ceja.—Son bebés, Carttal, no líderes de un cartel.Ethan se rió, casi escupiendo su café.—Tienes que admitir que tiene un punto.Carttal suspiró, ignorándolos.—Voy a empezar con el mayor. Es el más ruidoso, el que manda, así que necesita un nombre que lo represente.Aslin lo miró con los ojos entrecerrados.—Si dices algo como "Máximo" o "Dominante", me voy a reír en tu cara.Carttal frunció el ceño.—No iba a decir eso…—¿Ah, no? —Aslin cruzó los brazos—. Entonces, dime qué estabas pensando
El sol brillaba alto en el cielo cuando Aslin se estiró en el sofá, observando a los tres pequeños durmiendo en sus cunas. La mansión estaba en completo silencio, un raro milagro cuando se tenía tres bebés en casa.—¿Qué te parece si damos un paseo? —propuso Carttal, inclinándose sobre ella y dejando un beso en su mejilla.Aslin entrecerró los ojos con sospecha.—¿Un paseo? ¿Con tres bebés?—Sí. Hemos estado encerrados aquí demasiado tiempo. El aire fresco nos vendrá bien.La idea sonaba maravillosa en teoría. En la práctica… bueno, Aslin tenía sus dudas.—Está bien —aceptó—, pero si algo sale mal, voy a decir: “Te lo dije” al menos diez veces.Carttal rodó los ojos y sonrió.—Acepto el riesgo.Prepararse para salir resultó ser más difícil de lo que pensaban. Primero, tuvieron que asegurarse de llevar todo lo necesario: pañales, biberones, cobijas, toallitas húmedas, juguetes… Y cuando creyeron que tenían todo listo, Isabella decidió que era el momento perfecto para ensuciar su pañal.
El silencio se extendió entre ellos como una densa niebla. Aslin sintió su corazón retumbar en su pecho mientras procesaba las palabras de Edrien. Hermano. La revelación la dejó sin aliento, pero no tuvo tiempo de asimilarlo cuando él volvió a hablar.—Sé que esto debe parecerte increíble y que hay muchas cosas que no comprendes aún —dijo Edrien con tono sereno—. Pero quiero que sepas que lo lamento profundamente. No tenía conocimiento de lo que mis hombres estaban haciendo. Si hubiera sabido que te tenían prisionera, jamás lo habría permitido. Lo descubrí tarde… pero cuando lo hice, me aseguré de que pagaran por ello.Carttal, aún con la guardia en alto, frunció el ceño.—¿Qué significa que “hicieron pagar”? —preguntó con desconfianza.Edrien se volvió hacia él con una expresión seria.—Los castigué de la única manera en que se paga una traición —dijo con frialdad—. Ya no representan una amenaza ni para ustedes ni para nadie más.Aslin observó su rostro, buscando signos de engaño, pe