La loba blanca es rechazada
La loba blanca es rechazada
Por: Iriani Balandrano
Prólogo.

En algún lugar lejano del continente Norte.

El primer recuerdo que tengo al abrir mis ojos es sobre la nieve cayendo en un claro del bosque... Y de la sangre de mi madre mientras el Alfa, mi padre, lucha a muerte con ella.

A nuestro al rededor, la manada que se había reunido para presenciar el milagro de mi nacimiento, ahora eran firmes espectadores de esta pelea injusta.

Claro, años después entendería la escena.

¿Por qué mis padres peleaban? Por el color de mi pelaje. Cuando nací, al ser mis padres ambos negros como la noche, se esperaba que mi pelaje fuera como el de ellos... pero no fue así. Nací blanca; entonces, mi padre al creer que mi madre le había sido infiel, quiso matarme al siguiente segundo en el que nací y mi madre no lo iba a permitir.

Aunque mi madre estaba exhausta después de la labor de parto, sacó fuerza y fortaleza de algún lado para enfrentar colmillo a colmillo a mi padre. Él no era su verdadera pareja, por lo que al momento en el que se alzó vencedora, la muerte de mi padre en nada le afectó.

La manada descubrió el cuello ante mi madre... A excepción de mi tío. Él no era tan tonto como para retar a mi madre en ese momento pero se negó a someterse ante una mujer. Mi madre le perdonó esa afrenta debido a que acababa de matar a su hermano y se olvidó del asunto muy pronto. Un error que años después pagaría muy caro.

No tenía montones de cachorros con los que jugar, pues nuestra manada era pequeña y principalmente compuesta por lobos mayores. Yo fui la última en nacer en cinco o seis años; la manada agonizaba debido a la falta de sangre nueva entre nuestras filas.

Mi tío, el más jóven de los lobos veteranos, propuso mudar nuestra manada a territorios más cálidos en busca de otros lobos pero mi madre se encontraba en conflicto ya que los miembros más viejos de la manada no aguantarían el viaje. Así que en cambio le propuso que encontrara nuevos miembros y los trajera a nuestro territorio. Se fue y no supimos nada de él hasta que regresó con un pequeño ejército de hombres lobo jóvenes y fuertes para retar a mi madre por el liderazgo.

-¡No lo hagas mami!- Le supliqué antes del combate público. - ¡Por favor! Solo dale el liderazgo y que nos deje en paz. - Dije con lágrimas en los ojos.

Mi madre suspiró con tristeza y acarició mi cabeza.

-No lo entiendes, Lily. - Dijo y algunas lágrimas cayeron por sus mejillas. - Tu tío no me perdonará por la muerte de tu padre y estoy bastante segura de que te quiere muerta también. Trataré de ganar todo el tiempo que pueda para que los viejos Chad y Harry puedan llevarte lejos del territorio de la manada.

Chad y Harry eran tíos de mamá y, por tanto, mis tíos abuelos. Ambos fueron los mejores luchadores que tuvo la manada jamás hace unos treinta o cuarenta años. Mi madre confiaba en ellos; mantenerme viva y a salvo siempre ha sido la prioridad número uno de mamá.

-Por favor mami... huye con nosotros. - Dije llorando abiertamente.

No era justo.

-Es hora, Elizabeth. - Dijo tío Chad mirándonos a ambas con tristeza. - Te esperan en el claro.

-Iré. - Dijo mi madre y me dio un último abrazo. - Eres y serás por siempre mi hija, mi pequeño corazón valiente. Vete, vive y sé feliz. - Entonces me empujó a los brazos abiertos del tío Chad. - Cuídala, por favor.

-Te quiero, pequeña. - Dijo mi tío a mi madre y luego me cargó.

-Los amo. Que Nuestra Gran Madre los proteja. - Dijo mi madre y luego abandonó la carpa.

Las lágrimas no paraban de salir de mis ojos y ni siquiera noté el momento en el que mi tío Harry se había colado dentro de nuestra carpa con sacos y mochilas en sus brazos y sobre su espalda.

-Todo despejado por la ruta del río, debemos darnos prisa y llegar a la barca. El río está especialmente rápido hoy y estaremos fuera del territorio en veinte minutos o menos. - Dijo tío Harry.

Rápida y silenciosamente me llevaron hacia allí.

Subimos a una barca semi oculta detrás del follaje del río y mis tíos comenzaron a remar como si sus vidas dependieran de ello.

Mis tíos, por precaución, me habían acostado dentro de la barca y cubierto con algunas pieles. Yo seguía inmóvil debajo de todo esto cuando el sonido de algunas voces rompió el silencio.

-¿Van a alguna parte, lobos? - Dijo una voz burlona.

M****a.

-A ninguna parte. Esta es nuestra ruta para pescar. - Dijo tío Chad con tono aburrido.

-No me digas. - Dijo otra voz. - ¿Y por qué la urgencia de salir a pescar justo cuando nuestro Alfa se encuentra bailando su victoria al rededor del cadáver de la ex reina Elizabeth?

Pequeños sollozos invadieron mi cuerpo y yo me tapé la boca con las manos para que no me pudieran escuchar.

-Cualquier momento es bueno para salir a pescar. Por si no lo han notado, la manada se alimenta de pescado y los pocos frutos que el clima puede ofrecer. - Dijo tío Harry con el mismo tono aburrido que mi otro tío. - Entonces, ¿Nos seguirán bloqueando el paso?

-Son libres de seguir pescando... en cuanto nos dejen registrar su bote. - Dijo una cuarta voz.

-¿Con qué propósito?- Preguntó mi tío Chad.

-Bueno, nuestro Alfa ha perdido una cosita insignificante con la que tiene asuntos pendientes. No es nuestro lugar revelar sus intenciones, pero debemos de vigilar que nada entra y nada sale del territorio.

-Por supuesto, no es nuestra intención impedir su búsqueda por cualquier cosa que haya perdido SU Alfa. - Dijo tío Chad con burla en su voz imitando al lobo en su tono. - Pero me temo que no será posible que busquen en nuestra barca sin que tengamos que luchar por ello.

-Como quieran. - Dijo uno de los lobos que nos bloqueaban y enseguida comenzaron a gruñir.

-Quédate ahí y no salgas pequeña. Te protegeremos. - Dijo en voz muy baja el tío Harry.

Y en segundos todo lo que podía oír eran gruñidos y jadeos de dolor. Tapé mis oídos y cerré mis ojos fuertemente muerta de miedo. Sentí que la barca volvía a moverse y que había alguien conmigo.

-¡No salgas niña! Aún nos persiguen, pero debo de sacarte de aquí primero. - Dijo tío Chad jadeando. - No hagas ruido, ya casi estamos fuera.

No escuché a tío Harry y una nueva ronda de lágrimas cayó por mi rostro. Sabía lo que eso significaba; seguramente se quedó atrás para ganar tiempo.

Después de lo que me pareció una hora, el tío Chad me quitó las pieles de encima y me horroricé al ver su cara.

Marcas de garras corrían desde el nacimiento de su cabello hasta su cuello. Tenía uno de sus ojos cerrados y la sangre seguía goteando de los cortes.

-¿Tío Harry?- Pregunté temblando.

Él me miró.

-Nos esperaban treinta lobos en el río. Pudimos acabar con la mitad antes de que lo hirieran gravemente. Tuve que huir contigo. - Dijo apartando la sangre de su cara. - Hemos dejado atrás la manada, se quedaron justo al borde del territorio porque tenían órdenes de no salir. Eso nos ha salvado la vida. - Dijo mirándome y luego comprobó los alrededores. - Debemos seguir por el río unos kilómetros más hasta llegar al pueblo pesquero humano. Robaremos un bote y huiremos del continente.

-¿No crees que nos llevarían a bordo sin más? - Pregunté queriendo alejar mi mente del dolor.

-No. Los humanos son desconfiados y Harry tenía el dinero. - Dijo desviando su mirada aunque pude ver el inconfundible brillo de las lágrimas que quería ocultarme.

Salí despacio de mi escondite y abracé al tío Chad con cuidado. Él soltó un suspiro tembloroso y me devolvió el abrazo.

Para el final del día por fin llegamos a la aldea humana y el abrigo de la noche nos ayudó a ocultar nuestra presencia en el puerto. Tío Chad eligió un bote con dos pequeños camerinos y una cubierta lo suficientemente grande como para que viajáramos cómodos seis o siete personas.

No le pregunté por sus habilidades náuticas, ya que no tenía la energía para preocuparme por los pequeños detalles. Solo lo ayudé a bajar todas las cosas que habíamos traído en la pequeña barca y luego las pasamos sigilosamente al barco.

Tío Chad robó algunos botes de combustible y luego entró en la cabina de capitán.

Únicamente hicimos ruido cuando encendimos el motor y nos fuimos de ahí lo más rápido que pudimos. Lo último que vi del Continente que había sido mi hogar fue el humo de las hogueras de las casas humanas.

Pasamos cerca de dos meses en el mar. Nunca le pregunté a dónde íbamos y no me lo dijo. Confiaba en mi tío y me alegraba que hubiera robado comida de otros botes también o estaríamos comiendo diario pescado.

Justo cuando cumpliríamos tres meses en esta enorme bañera, una terrible tormenta azotó los mares.

Decir que ambos estábamos asustados sería poco. El oleaje amenazaba con hundir nuestro barco y estaba bastante segura de que moriríamos.

-¡Hoy no! ¡¿Me oyes?! ¡Hoy no moriremos! - Gritaba mi tío mientras intentaba controlar el barco. Yo estaba sentada en la cabina con el cinturón abrochado cuando la ola más enorme que había visto en mi vida comenzó a arrastrarnos. Tío Chad dejó el timón por imposible y me abrazó. Cerré los ojos y me aferré a él justo cuando sentimos el impacto de la ola.

Todo se oscureció.

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