Capítulo 3
Alma, por un momento, llegó a creer que estaba alucinando. Observó cautelosamente a Andrés y se percató de que él no parecía para nada sorprendido.

Así que… ¿La cita entonces era con ella?

Doña Manuela continuó: —Alma, como ves, mi hijo es muy apuesto pero adicto al trabajo, al menos alguno de sus hijos será guapo en el futuro.

—¿Hijos?

Alma se sintió aún más desconcertada, completamente perdida en cuanto a cómo responder.

Andrés levantó una ceja: —Mamá, ya es de verdad suficiente, tengo que regresar a la oficina antes de que sea tarde.

Doña Manuela frunció el ceño: —Oficina, empresa, mejor cásate con la empresa entonces.

Andrés no le prestó atención: —Si fuese posible lo haría.

Doña Manuela, ya bastante molesta, se volvió hacia Alma y sonrió: —Alma, no te lo voy a ocultar, después de tanto tiempo de conocerte, siempre he querido que fueras mi nuera y esposa de mi hijo. Pero como tenías novio, solo podía bendecirte y desearte lo mejor en silencio. Pero ahora que tu novio no supo valorarte, y no te quiso, pero yo sí te quiero.

Terminado su discurso, doña Manuela tomó la mano de Alma, cálidas y suaves como las de su madre.

Al pensar en su madre, el corazón de Alma se apretó. Tal vez, si estuviera dispuesta a casarse con Andrés, podría pedirle a doña Manuela que ayudara a su madre.

Pero no se atrevía a aceptar de esa manera tan apresurada, después de todo, el matrimonio es un asunto serio entre dos personas. Solo podía observar cautelosamente a Andrés.

Andrés habló con indiferencia: —Mamá, ¿realmente insistes tanto en que yo me case?

Doña Manuela fue simple y firme: —Sí.

Andrés observó con sus ojos oscuros a Alma.

—Bien, casémonos entonces.

Solo era después de todo una mujer interesada por dinero, más fácil de despachar.

Alma no esperaba ver a Andrés aceptar tan rápido. Doña Manuela, giró la cabeza para mirarla y le preguntó suavemente: —Alma, ¿estarías de acuerdo?

Alma estaba bastante confusa, pero sintió que era necesario explicar la situación de su familia.

—Doña Manuela, como sabes en mi casa estamos pasando por momentos difíciles y yo...

Se le hizo un nudo en la garganta, tal vez la preocupación excesiva de doña Manuela la había conmovido.

Doña Manuela, temiendo ponerla triste la interrumpió de inmediato.

—Está bien, está bien. Creo en tu integridad. Mientras digas que sí, o independiente de todo nunca te faltaremos al respeto, entonces ¿estás dispuesta?

Agradecida, Alma miró a doña Manuela y asintió con fuerza.

—Estaría bien.

Pensando en las facturas de cobro acumuladas en su cajón, se dio cuenta de que las opciones ya se le habían agotado. Ella también había pensado en vender la casa, pero sólo el proceso llevaría años.

Su madre no podía permitirse esperar.

Aunque ya había asegurado la financiación para los gastos médicos, Alma no se dejó llevar por la alegría. Hasta ese momento, Andrés ni siquiera la había mirado directamente a los ojos, su tono también era impaciente, claramente utilizando la presión matrimonial de doña Manuela.

Está bien, cada uno iría por lo suyo, y separarse en un futuro próximo sería beneficioso

Al otro lado, doña Manuela aplaudió bastante emocionada:

—Estupendo, mañana puede ser un buen día para concretar el matrimonio por la parte civil. El día de la boda quedaría entonces a la elección de ustedes dos. Ahora, dense prisa y charlen para conocerse mejor.

Al escuchar esto, Alma extendió cortésmente la mano hacia Andrés.

—Señor Andrés, hola, me llamo Alma, mucho gusto.

Andrés no la miró, levantó ligeramente la mano y en lugar de estrecharla, le entregó la tarjeta de información.

—Esta es mi información, — dijo él de manera concisa.

—Entiendo.

Alma tomó la tarjeta de información y notó que Andrés no tenía la más mínima intención de hablar con ella, así que se levantó discretamente para irse.

—Señor Andrés y doña Manuela, tengo todavía asuntos pendientes, así que me tengo que retirar. Pueden continuar ustedes.

—Espera un momento, Alma. Agrega a Andrés intercambia números de teléfono con Andrés. —Doña Manuela le envió el número de contacto de su hijo por WhatsApp a Alma.

—OK.

Alma miró la imagen de perfil en blanco, la agregó y luego salió del restaurante. Doña Manuela observó cómo Alma se iba y luego dirigió su mirada hacia Andrés.

—¿Tarjeta de información? ¿Desde cuándo eres un programador?

—Solo por ahora. Espero que no lo descubra. — Andrés le respondió indiferentemente.

—Pero ¿Por qué? Alma tiene es una muchacha muy buena, no tienes que estar en guardia contra ella.

—Eso yo no lo sé.— Andrés le respondió con indiferencia.

Al escuchar esto, doña Manuela frunció el ceño, pensando en algo.

—Hijo, todo esto que estás haciendo ¿es por el divorcio entre tu padre y yo?

—Madre, estás pensando demasiado. Ya te prometí que accedería a casarme con la mujer que te gustara. Pero, espero que no te involucres más en mis asuntos. —Andrés, la miró con mirada sombría, incluso hizo que doña Manuela, como madre sintiera escalofríos.

Al parecer que cada vez que mencionaba a la escoria de su padre, su rostro se oscurecía.

Doña Manuela apretó los labios ligeramente. —Andrés, algún día te darás cuenta de que Alma es diferente a las demás mujeres que has conocido.

—¿Así? Entonces es posible que te decepcione, madre. No miraré a la persona equivocada.

Alma después de todo no era diferente a Ricardo, los dos estaban dispuestos a hacer cualquier cosa por dinero. Se separarían eventualmente, por lo que él aceptó el matrimonio solo para tranquilizar a su madre y, además, para tener fondos suficientes después del divorcio.

—Me devuelvo a la empresa. — Andrés se levantó de la mesa, a pesar de su silencio, su presencia y figura alta y elegante atraía todas las miradas.

Doña Manuela murmuró suavemente: — Ten bastante cuidado con las sorpresas.

...

Al salir del restaurante, ya oscurecía afuera. Alma temía perder el pequeño tiempo de visita al hospital, así que tomó un taxi.

Allí corrió directo hacia la unidad de cuidados intensivos, encontrada a su madre como de costumbre en silencio, con su vida sostenida de tubos y cables. Cada vez que abría la puerta de la habitación, esperaba ver a su madre sonriendo y llamándola como en el pasado, pero cada vez que abría esa puerta sus esperanzas se desvanecían.

La familia de la cama de al lado asintió levemente al verla llegar.

—Alma has llegado, ¿por qué tan tarde hoy?

—Tuve algunos asuntos que atender.

Alma habló mientras caminaba hacia la cama de su madre y dejaba su bolso. Acarició el rostro de su madre, sintiendo el confort que le daba la seguridad de que su madre aún estaba con ella.

—Alma, hoy el médico te estaba de nuevo buscando. — La persona en la cama de al lado la alertó.

—Gracias, lo sé. — Alma suspiró resignada, seguramente sería para cobrarle.

En ese momento, la enfermera entró con una botella de agua y al ver a Alma, se acercó a ella.

—Señorita Alma, ¿podríamos por favor hablar afuera un momento?

—Sí.

Alma siguió a la enfermera fuera de la habitación. Ella fue directa al grano.

—Señorita Alma, en la habitación de al lado hay un cliente importante que dice que me pagará sesenta por día. Mire, su madre está en coma, echa todo un vegetal, y tengo que yo misma bañarla y cambiarla tres veces al día. Es un trabajo de verdad bastante agotador. Y por todo esto usted solo me cancela treinta. Sé que usted es el único sustento de su familia, pero considérelo...

La enfermera hizo un gesto de aumento de salario con los dedos.

Alma sintió un nudo en el pecho. Parecía que siempre cuando se está solo y sin ningún apoyo, otros venían a aprovecharse. Necesitaba urgentemente ganar dinero para cubrir los gastos médicos de su madre por eso no podía quedarse todo el día en el hospital. Además, ya había vendido todos los artículos de algún valor de su hogar.

Ese mes ya había faltado varias veces a su empleo debido al cuidado de su madre, y su jefe no estaba contento. No se atrevía a pedir más días libres ni a dejar sola a su madre inconsciente en el hospital.

Inesperadamente, se convirtió en la razón de la enfermera para exigir un aumento.

Alma apretó los labios y respondió con calma: —Señora, ¿no ya habíamos acordado el precio?

La enfermera insatisfecha dijo: —Señorita Alma, en este justo momento es bastante difícil encontrar a una enfermera. Por eso, si no me paga algo más de verdad renunciare.

Tenía razón, Alma también había buscado mucho antes de encontrar a la enfermera actual.

Al ver que Alma no decía nada, la enfermera frunció el ceño.

—Señorita Alma, su madre ha estado en coma durante ya mucho tiempo y no puede quedarse sin asistencia. Debe pensarlo bien. Si yo la dejo de asistir, su madre...

Al escuchar esto, Alma frunció el ceño y su mirada se volvió molesta.

—¿Es eso una amenaza?

—Es por su bien. No querrá quedarse sin nadie, ¿verdad? Será mejor que lo piense. — La enfermera levantó la cabeza con las manos en la cintura, actuando como si no tuviera otra opción.

Alma, enfadada, miró a la enfermera y le pagó el salario de los últimos días.

—Si tanto anhelas al cliente de al lado, no la retendré más.

—Usted… Al ver el dinero, la expresión de la enfermera se volvió un poco ansiosa. Agitó la mano y dijo: —Eres tan obstinada, pero está bien. Dame cuarenta y cinco al día y me quedaré.

—Ya no es necesario.

Alma sabía que lo del cliente importante era solo una excusa. Comprometerse ahora solo llevaría a más exigencias de su parte.

Cuando la enfermera vio que su solicitud era rechazada y que también perdía el trabajo, enojada, señaló el dedo a la nariz de Alma y la insultó.

—Nunca he visto a una hija tan ingrata como tú. ¿Qué tiene de malo gastar dinero en tu propia madre? ¿Ni siquiera puedes permitirte pagar a alguien que la cuide? ¿Para qué entonces traerla al médico? Pobre loca.

—Ya vete. De lo contrario, le contaré a todos los de las habitaciones cercanas lo que acabas de hacer. Así veremos quién más en este hospital se atreve a contratarte.

—Usted... Ojalá te vaya mal.

La enfermera maldijo con nerviosismo, se dio la vuelta y se marchó. Alma miró el pasillo vacío y respiró hondo. No podía permitirse derrumbarse ahora, tenía que salvar a su madre.

Entró en la habitación y sonrió con fuerza antes de darle un baño a su madre. Luego, agarrando la mano de su madre se recostó a su lado, agotada.

A las seis de la mañana, sonó el despertador. Después de lavarse la cara apresuradamente en el baño de la habitación, también le lavó la cara a su madre.

Ese mismo día tenía que encontrarse con un cliente, así que tenía que volver a casa para cambiarse de ropa. Antes de irse, le pidió a la familia de la cama de al lado que estuvieran pendientes de su madre y se dirigió a la sala de enfermeras para conseguir una lista de números de otras enfermeras.

Luego, bajó al primer piso y pagó la tarifa con el poco dinero que le quedaba.

Aunque esto era una gota la cual no podía apagar el incendio, al menos le daba más días para evitar que la echaran.

Al llegar a casa, se cambió de ropa y estaba a punto de salir para desayunar cuando vio el saldo de su tarjeta. Se dio la vuelta y entró en una panadería cercana.

Antes de las diez de la noche siempre había pan de rebaja, 1 dólar por tres piezas de pan, más barato que comer en la calle. Como llegó temprano, pudo elegir los tres de los panes más grandes y dirigirse con tiempo a la estación de metro.

En el camino, la imagen de Andrés apareció en la pantalla de su teléfono.

—Nos vemos a las ocho de la mañana, en la oficina de registró no llegues tarde.

—Está Bien.

Realmente era un adicto al trabajo, hablando como si fuera una negociación de una cosa tan importante como el matrimonio.

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