CAPÍTULO 5: – Un Asesinato.

Al llegar a la mansión de su familia, Camila se sintió agotada, como si cada paso hubiera sido una batalla en sí misma. Su cuerpo apenas respondía, pero la urgencia de la situación la mantenía en pie. Sabía que no podía simplemente retirarse a descansar; antes debía desentrañar el misterio que rodeaba la extorsión de la que estaba siendo víctima. ¿Qué había hecho su padre para verse involucrado en esa situación? ¿Qué oscuros secretos se escondían detrás de aquella amenaza que la tenía en jaque mate?

Sin detenerse a reflexionar demasiado, Camila atravesó la vivienda con pasos pesados, cada uno marcado por el peso de la incertidumbre. Se dirigió hacia el despacho de su padre con determinación, confiando en que allí lo encontraría.

Una vez frente a la puerta de la oficina, Camila inhaló profundamente, tratando de calmar los acelerados latidos de su corazón. Flexionó los dedos de las manos y humedeció sus labios resecos, buscando reunir la fuerza necesaria para enfrentar lo que estaba por venir.

Con un ligero golpe, anunció su presencia antes de abrir la puerta y adentrarse en la habitación, cerrándola con suavidad detrás de sí. La figura de su padre, sentado tras el imponente escritorio, la recibió, como siempre, con una sensación de seguridad y protección. Su padre siempre había sido un puerto seguro, un ancla en su vida, y en ese momento lo era más que nunca.

—Camila —la saludó él, dejando entrever en su voz una mezcla de preocupación y de alivio por verla—. ¿Cómo estás?

—Estoy bien, papá —mintió, evitando su mirada. No quería que él viera la tormenta de emociones que se agitaba en su interior, alimentada por el deseo de protegerlo.

—¿Cómo te fue? ¿Qué te hicieron hacer? —preguntó, preocupado.

—Papá, ¿sabes quién es Alex Johnson? —inquirió ella, evadiendo sus preguntas.

—¿Alex Johnson? —preguntó él, frunciendo el ceño mientras jugueteaba con un bolígrafo, entre el índice y el pulgar—. No, realmente no sé quién es —mintió.

—¿Estás seguro? —insistió Camila, buscando alguna señal de reconocimiento en la expresión de su padre.

—Como que me llamo James Goodwin. ¿Por qué? —respondió él, frunciendo el ceño en un gesto de desconcierto.

—No, por nada. Es solo que… uno de los hombres que me vino a buscar, me dijo que él te había otorgado un préstamo.

Su padre negó con la cabeza, con una expresión de confusión cruzando su rostro.

—No, yo no le he pedido ningún préstamo a alguien con ese nombre —aclaró con firmeza.

Camila experimentó un dolor agudo en su interior. Le resultaba doloroso que su padre creyera que podía ocultarle algo tan importante. Por esto, decidió cambiar el enfoque de la conversación.

—Pero, en fin, aunque no sea a él, has pedido un préstamo, ¿verdad? —preguntó con determinación, buscando la verdad en la mirada de su padre.

La pregunta impactó profundamente al hombre, quien bajó la mirada y se quedó inmóvil, con el bolígrafo entre el índice y el pulgar, sumido en sus pensamientos. Realmente, había esperado no tener que enfrentar nunca aquella conversación.

—Papá, ¿no piensas responderme? ¿Has pedido un préstamo? ¿Hay algo que deba saber? —insistió Camila, sintiendo que el silencio se alargaba demasiado.

Su padre inspiró profundamente y exhaló con lentitud antes de mirarla a los ojos.

—Hija, no conozco a ese hombre —aclaró—, pero sí, pedí un préstamo. La empresa comenzó a decaer demasiado. La curva económica se fue en picada. Pensé que podría devolverlo pronto, pero no fue así. Desde entonces, todo ha ido de mal en peor.

—¡Papá! —exclamó Camila, con los ojos abiertos de par en par—. ¿Por qué no me lo dijiste?

—Porque no quería preocuparte —respondió con un tono de obviedad—. Ahora dime tú, ¿a qué vienen tantas preguntas?

—Alex Johnson, a quien dices no conocer, es quien te prestó ese dinero que no puedes devolver. Es un criminal, un usurero. Y tú le debes. Ahora, para no acabar contigo, me ha pedido que me case con él.

—¿Qué? —preguntó su padre, con los ojos abiertos de par en par, y Camila simplemente asintió, confirmando que había escuchado bien—. ¿Qué piensas hacer?

—No lo sé. Aún no lo sé…

***

Después de hablar con su padre, Camila subió a su cuarto, donde se quitó la ropa, la colocó en el cesto, y tomó una ducha reconfortante, en la que el agua caliente calmó sus tensos músculos, aunque el dolor no desapareció del todo.

Sintiendo que sus movimientos eran más lentos que de costumbre, Camila se vistió con ropa cómoda, tras lo cual se dirigió hacia el escritorio de su habitación, el cual estaba ubicado junto a la ventana; un lugar desde el cual solía contemplar el mundo exterior en busca de respuestas que ahora parecían más esquivas que nunca.

Sintiéndose exhausta, pero decidida a obtener respuestas, abrió su ordenador con determinación, y el familiar zumbido del portátil cobró vida. No estaba del todo segura de qué buscaba ni qué esperaba encontrar, pero el desconocimiento era abrumador. Pese a que solo tenía dos opciones, necesitaba saber a qué diablos se enfrentaba.

Con determinación, Camila escribió rápidamente el nombre: «Alex Johnson» en el buscador. Sin embargo, por más que buscó, no encontró nada relevante a simple vista. La información que había disponible en línea sobre él era limitada.

Solo pudo descubrir que era un hombre de treinta y cinco años, nacido en Estados Unidos, y dueño y CEO de un conglomerado de empresas que abarcaban desde el diseño de modas hasta empresas aeroespaciales. Aunque parecía un empresario exitoso, para Camila, su vida personal seguía siendo un misterio.

—¿Qué ocultas? ¿Por qué estás en prisión? —murmuró Camila, mientras continuaba buscando, incansablemente.

Decidiendo indagar más a fondo, rápidamente tecleó en el buscador:

¿Por qué Alex Johnson está en prisión?

Y, con el ceño fruncido, seleccionó la primera opción que encontró.

Cuando finalmente encontró la respuesta que necesitaba, sus ojos se abrieron de par en par al leer una palabra que sobresalía de entre las demás.

—Asesinato —articuló con los labios, sintiéndose incapaz de decirlo en voz alta.

El miedo se apoderó de su cuerpo, nublando su pensamiento, mientras se preguntaba cómo había llegado a estar involucrada con él. Sobre todo, se cuestionaba qué había llevado a su padre a solicitar un préstamo a alguien con ese tipo de antecedentes.

La angustia la invadió una vez más, haciéndola estremecer y temblar como una hoja en otoño. La idea de que su padre estuviera vinculado de alguna manera con un asesino era casi insoportable.

Sin embargo, no podía quedarse con la incertidumbre y continuó leyendo, buscando desesperadamente respuestas sobre quién había sido la víctima y cuál había sido el motivo del crimen.

No obstante, por mucho que leyó y releyó hasta el cansancio, ninguna de las páginas le proporcionó una respuesta clara. La falta de información la desconcertó y perturbó, haciéndola sentirse aún más perdida.

Era una situación extraña y aterradora, y no podía evitar sentirse abrumada por la magnitud de lo que acababa de descubrir. No solo había perdido su virginidad con un extraño, sino que ese extraño resultaba ser un asesino.

¡Un asesino que le había dado dos opciones!

¡Dos opciones, y una decisión que determinaría el futuro de su padre y, posiblemente, el de su hermana!

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