Nos pusimos en marcha, dejando atrás el lugar reducido a cenizas. La tensión entre nosotros era tan densa que el aire mismo parecía estar cargado de reproches y silencios pesados. Viggo se mantenía cerca de mí, sus ojos vigilándome de reojo cada tanto, mientras que Kieran no apartaba su mirada fija, como si tratara de encontrar en mí alguna grieta que confirmara sus sospechas.Finalmente, el peso del silencio se volvió insoportable, y decidí romperlo.—Si tienen algo que decirme o preguntarme, este es el momento —les pedí, mi voz firme a pesar del cansancio.No esperaba que Kieran reaccionara tan rápido ni con tanta agresividad. Sin previo aviso, se lanzó sobre mí, sus manos buscando sujetarme con fuerza. Fue un movimiento rápido y lleno de rabia, pero antes de que pudiera hacerme daño, Viggo intervino. Con un empujón brutal, apartó a su hermano, haciendo que ambos quedaran frente a frente, con el odio chispeando entre ellos como si estuvieran a punto de estallar.—¡Es una perra! —grit
No podía apartar de mi mente la expresión de Viggo hace unos minutos al mencionar la habitación con los espejos. Tal vez él tenía las respuestas que tanto necesitaba, las que Gytha, en su maldita astucia, había decidido ocultarme. A pesar de compartir mi cuerpo con ella, muchos de sus recuerdos permanecían fuera de mi alcance, como si deliberadamente los hubiese enterrado. Entre esos fragmentos faltantes estaba el significado de los espejos y la ubicación exacta donde se encontraban. Sabía que ella lo sabía; lo sentía cada vez que intentaba indagar más profundamente en su presencia dentro de mí.Si pudiéramos encontrar esos espejos, tal vez podríamos enfrentarnos a los demonios y, con ello, arrebatarle el poder a Ulfric. Ese pensamiento se convirtió en una chispa de esperanza en medio de nuestra incertidumbre.—Creo que ya puedo caminar por mi propia cuenta —le dije a Viggo.Pero él no respondió, ni siquiera hizo un gesto para dejarme en el suelo. Seguía avanzando con pasos firmes, so
Viggo continuó acariciando mi vientre, pero su sonrisa se desvaneció lentamente mientras sus ojos se encontraban con los míos. Tragué en seco, temiendo que estuviera a punto de hacer o decir algo que arruinara este momento.—¿Sabes lo que esto significa para nosotros? —preguntó en un susurro.Intenté responder, pero mis palabras se atoraron en mi garganta. Lo único que logré fue asentir débilmente, sintiendo cómo mi corazón latía desbocado.—Significa que todo ha cambiado —continuó—. Que ya no hay marcha atrás, y eso me aterra. Quiero confiar en ti, pero no puedo; siento que hay un muro enorme entre nosotros, uno que nunca nos dejará ser felices.—Viggo… —Intenté decir algo, pero su mano apretó ligeramente la mía, silenciándome con su mirada.—No. Déjame terminar. He perdido tanto en este camino, y no quiero perderte a ti, ni mucho menos a nuestro hijo. Por favor, confía en mí y, por una vez, sé sincera.—No puedo quedarme contigo. Debo desaparecer para que todo vuelva a la normalidad
Viggo se quedó quieto un momento, con los hombros tensos y la mirada fija en el suelo. Finalmente, sin decir palabra, comenzó a caminar hacia el bosque. A regañadientes, lo seguí. Kieran permanecía a poca distancia, sus pasos silenciosos pero constantes detrás de nosotros.El ambiente era denso, cargado de una sensación pesada, como si presagiara algo terrible. Algo no estaba bien.—Algo va mal en este lugar —murmuré, rompiendo el silencio.Viggo no dejó de caminar, y yo volví la vista hacia Kieran.—Todo va mal en este maldito lugar —respondió Kieran con tono cortante, pero sin detenerse.—Cállate, Kieran, no hablo contigo —le respondí, irritada.—Camina y deja de molestar. Entre más rápido avancemos, más rápido encontraremos a mi madre y hermana —me replicó Kieran.Viggo se detuvo de golpe. Desde las sombras del bosque, emergieron figuras deformes y grotescas, con ojos brillando con un rojo intenso que helaba la sangre. Monstruos. No había otra palabra para describirlos. Sus cuerpos
Kieran me obligó a correr, aunque mis pies ya no podían más. No nos detuvimos hasta que estuvimos lo más lejos posible. Al detenernos, volteé a mirarlo y, sin pensarlo, lo golpeé con todas mis fuerzas.—¡No debimos dejarlo! Eres un hijo de puta —le grite, mi voz desgarrada.Kieran me agarró por los hombros y me estrujó con rabia, sus ojos ardiendo con frustración.—¿Querías morir? Si volvíamos por él, los tres moriríamos —me espetó.Asentí con la cabeza, pero las lágrimas no podían dejar de salir. Sentía un vacío aplastante en el pecho, una culpa que me quemaba por dentro. Kieran se alejó un poco y miró de un lado a otro, su expresión endurecida.—Tenemos que encontrar a mi padre —dijo con frialdad, evitando mi mirada.—¡No debimos dejarlo! —grité de nuevo, mi voz quebrada por el dolor.—¿Quieres volver? —me preguntó con amargura, su mirada finalmente encontrándose con la mía. Pero no había consuelo en ella, solo una determinación implacable—. Viggo sabía lo que hacía.—Eran muchos, é
Mire hacia arriba y vi cómo el enorme agujero se cerraba sobre mi cabeza. Grité de frustración mientras intentaba escalar para volver hacia arriba.La oscuridad me envolvió. Me quedé por un par de minutos allí, sumida en el dolor. Cerré los ojos y acaricié mi vientre, intentando calmarme. Si estaba en lo correcto, esto que sentía podía ser una amenaza de aborto, y yo no quería perder a mi hijo.—Por favor, ayúdame, Gytha. Sé que me escuchas. Por favor —le supliqué.Una luz blanca me cegó, haciendo que apareciera en otro lugar. Era el bosque, y a la vista se veía una cueva. Me levanté como pude y me arrastré hasta la cueva. Miré dentro, y allí estaba ella, llorando con las manos ensangrentadas. Sus gritos de dolor eran espeluznantes.—¡Te odio! —gritó ella con tanto rencor que todo mi cuerpo tembló.El sonido de pisadas resonó en el lugar. Al darme la vuelta, vi a muchos hombres, y entre ellos estaba Mikkel. Su expresión era de odio. Caminó con rapidez hacia la cueva para después sacar
Empecé a caminar para salir de la habitación, pero Viggo apareció detrás de uno de los espejos, se veía mal, así que me detuve.Corrí a él y mis manos ensangrentadas mancharon el cristal, Viggo se acercó y me sonrió.—Vete, esta es tu oportunidad de acabar con todo —me dijo. Yo negué con la cabeza, no iba a dejarlos aquí, ellos no merecían acabar así.Volteé a ver a Gytha, pero su reflejo ya no estaba, y eso me llenó de rabia. Me aparté del espejo y corrí a la mesa, la levanté y con fuerza empecé a golpear el cristal donde estaba Tiana. Si el demonio quería salir, yo lo sacaría y lo mataría.El cristal empezó a ceder, yo grité de rabia mientras lo destruía. Tiana y Viggo me gritaban que me detuviera, pero yo no quería hacerlo.“Mi corazón está dentro, destrúyelo”, dijo la voz de Gytha. Eso me dio más fuerza y seguí golpeando hasta que ese cristal cedió, explotando, haciéndome daño con los fragmentos.Grité con todas mis fuerzas, levanté un pedazo de cristal y me lancé al demonio frent
Corrí sin pensar, atravesando el espejo con una rapidez frenética, hasta que me encontré en un lugar oscuro, distante. El aire era denso, como si una pesada sombra lo impregnara todo, y el silencio lo envolvía todo. Cada paso que daba resonaba con eco en la inmensa oscuridad, y algo, intangible pero presente, me empujaba a seguir adelante, algo que no lograba comprender.Fue entonces cuando lo vi. Un niño pequeño, encadenado a un pilar de piedra, inmóvil. Su rostro era pálido, y sus ojos, enormes y oscuros, reflejaban una tristeza tan profunda que me atravesó el alma. Su mirada me atrapó, y aunque su tristeza me desbordaba, había algo más en esos ojos, una súplica callada, una chispa de esperanza que aún persistía.—Ayúdame… —dijo, su voz quebrada, casi inaudible.No pude resistirme. Algo en su voz, una necesidad urgente, me arrastró hacia él como si fuera un imán. Me acerqué, paso a paso, con el miedo comenzando a escalar por mi espalda, pero incapaz de detenerme. Estaba demasiado ce