Zahar…La sangre zumbó en mis oídos con el estallido y esta vez toqué mis costillas.No veía nada. Solo humo, gritos distorsionados, y el crujido seco de los disparos. Milo estaba a mi lado, estaba gritando, pero no podía oír nada. El caos era demasiado, y estaba tratando de levantarme cuando escuché por el auricular.—Salgan de allí, ahora… —No sé quién estaba al mando ahora, pero era la nueva orden.—Milo…—¡Debemos salir! No hay nadie aquí, escucha, salieron por otro lado. Los demás soldados están en persecución.Mis ojos se abrieron cuando una cantidad de hombres corrió, y eso solo indicaba que había explosivos por todas partes, y que este lugar prontamente quedaría reducido a la nada.Me levanté tambaleando. Corrí. Sin plan. Sin mapa. Solo con la intuición de que a esto le quedaba muy poco tiempo. Me dolía el cuerpo cuando me levanté, y fui detrás de Milo todo el tiempo, incluso cuando cada paso era un castigo.Las botas me pesaban. El aire quemaba, además de que el tiempo esta
Terceros…Los pasos de Naim resonaban firmes mientras avanzaba por el pasillo principal del palacio. Había sido escoltado por los altos mandos militares, mientras afuera, la nación hervía.Las calles estaban militarizadas, y había un silencio tan severo que incluso era preocupante.La muerte de miles de rebeldes podía incluso olerse. Había mucha sangre derramada, pero a él no le importaba, porque este había sido su plan desde un inicio. El grupo terrorista solo había sido un gancho, y ahora él iba a quedar como el verdadero héroe de esta historia.Nunca traicionaría su sangre ni la corona para poner a un terrorista en el poder, además, porque él era el nuevo poder. Y eso, también se determinaría a que Kereem no aparece, y si lo hacía, terminaría por desaparecerlo.Naim soltó el aire, lavándose las manos y viéndose al espejo. Habían sido días agitados, y tenía que comunicarse rápidamente con Rusia, para calmar los ánimos.Los toques en la puerta se hicieron escuchar y, secándose las ma
Terceros…Sanem respiró agitada, mientras la mano de Naim apretaba la suya. Ella estaba tratando de contener las lágrimas, pero era inevitable que se le salieran todas.La mirada y las palabras de Naim eran diferentes, y sabía que él había planeado algo desde hace mucho, sobre todo para herir a Kereem, pero no sabía ni se imaginaba hasta qué magnitud. Tampoco es que ella quería a Kereem muerto, porque a pesar de todo por lo que había tenido que pasar, él era su esposo y siempre lo sería.Naim pasó varias partes del palacio y ella notó que se iba hacia la habitación que siempre utilizaban, una muy allegada a la de Naim, en la zona del palacio más reservada.Después de que entró con ella, cerró la puerta y se giró hacia ella con una enorme sonrisa.—Hemos ganado, y tengo muchas noticias para ti —le ordenó que tomara asiento—. Siéntate y limpia esas lágrimas que me estresan.Sanem pasó un trago rápido, e hizo caso a todo lo que él decía, mientras lo vio caminar hacia una parte de la ampl
Zahar…La respiración abandonó mi cuerpo.Desaparecido. La palabra se me pegó al pecho como una maldición. La desaparición es un eco. Un agujero. Un espacio donde debería haber alguien. Y no está.Tomé el aire y lo volví a soltar, caminé por la base como una sobra, nadie me miraba ni hablaba.Eran las tres de la mañana cuando me metí en uno de los baños del servicio de la base y me quité el pasamontañas. Sentía que las costillas se me aflojan como ramas secas, y que todo el aire se me iba en un solo sollozo, pero las lágrimas no salían de mí en ninguna circunstancia.El llanto es un lujo para quien sabe a qué llorarle, y yo ni siquiera sabía dónde estaba, y él no podía dejarme sola.No podía…En un punto me dolieron las manos de tanto apretarlas. Pero estaba entrando en una crisis, estaban pensando que al cerrarlas pudiera sujetarlo. Como si pudiera traerlo de vuelta con solo apretar el aire.Por favor… por favor… por favor, Kereem…Unos golpes en la puerta me hicieron saltar y luego
Terceros…Por la mañana, Naim tomó su café cargado mientras se sentó en aquel escritorio que había visto solo desde otra visión.No supo por qué una sonrisa de triunfo inundó su boca, pero aspiró el aire, sintiendo el olor de su baño resiente, y perfume. Su cabello húmedo caía ordenado sobre la frente, y su traje oscuro parecía recién planchado, como si nada estuviera fuera de lugar en el mundo… excepto, tal vez, su hermano.Sharid no había dormido nada. Los demás generales y él habían trabajado toda la noche y debía presentarse frente al primer ministro dentro de los próximos quince minutos, pero tenía cierto temblor en las manos.Nada de lo que estaba viendo le parecía normal.—He visto que otros sub generales están llegando al palacio. ¿Crees que vayan a otra misión?Él negó.No estaba entendiendo un poco el plan del ministro, pero que se hubiese reunido con el consejo sin la presencia de los generales destacados en este momento de crisis, no era nada bueno.“Sharid, no podemos avi
Terceros…Naim se sentó en la punta de la mesa de reuniones, y sonrió cuando estuvo solo. Acarició la madera y toqueteó el mesón con sus dedos.Casi nunca se había reunido aquí con Kereem, él lo había vuelto suyo, y de los generales que lo rodeaban, y muy pocas veces él entraba a una reunión de estas.Ahora, él era el que la presidía.En un momento notó cómo los sub generales comenzaron a entrar y no se levantó, ni tampoco los observó por ahora, hasta que cada uno de ellos se acomodaron en su asiento, con un silencio incómodo.Aún había tensión en el aire, pero la presencia de Naim al frente, vestido de forma impecable, lo hacía parecer incuestionable.—Gracias por venir —comenzó, mirando a cada uno con una seriedad implacable—. Es evidente que tenemos cambios en el país, y no podemos pensar que todo es malo.Muchos se miraron entre sí, sin comprender del todo.—Desde hoy, sus cargos serán reevaluados. Serme fiel ya no es una opción… es la única vía para ascender al lugar que siempre
Zahar…Esperar duele. Pero esperar sin señales era una tortura silenciosa.Las horas empezaron a volverse iguales. Me despertaba temprano, aunque no podía dormir. Caminaba por la base como un fantasma con uniforme americano, con el cabello trenzado y los ojos secos de tanto llorar cuando las luces se apagaban.Kereem seguía desaparecido.No había mensajes, ni pistas nuevas. Solo informes sueltos, rumores que no llevaban a nada. Como si el mundo entero decidiera olvidarse de él, pero yo no podía hacerlo.Tres días después de que todo pasó, mientras empujaba mi desayuno, miré a Milo con el estómago hecho nudos y no pude soportarlo más. O hacía esto, o me moría aquí mismo.—Milo —susurré mientras él levantó los ojos.Solo nos resumíamos a hacer un ejercicio habitual, y a mirarnos en silencio. Eso también en la zozobra de lo que había dicho Víctor.—¿Qué pasa?—Necesitamos buscarlo —le dije. No era una sugerencia. Era un ruego dicho sin lágrimas—. Tienes gente. Hay gente aquí a los que le
Zahar…Cuando salí de la sala con Víctor, todo parecía moverse más deprisa. El aire era más denso. La gente caminaba con prisa, y yo… yo apenas podía mantener el paso sin sentir que todo podía colapsar en cualquier momento.Milo caminaba a mi lado con el teléfono en la mano, hablando con alguien en clave. Parecía otro. Su voz era más grave, sus órdenes más secas. Ese no era el Milo que me ayudaba con los entrenamientos o me regalaba café cuando no podía dormir. Este era un soldado. Uno de verdad.Aún faltaba que Víctor se reuniera con Calley y debíamos cruzar los dedos, pero fue por la noche cuando él fue a mi habitación con un rostro serio.—Tres días —se sentó a mi lado y abrí la boca.—Es mucho tiempo.—Es lo que se necesita. No soy militar ni sé lo que ustedes, pero Calley está arriesgando mucho, incluso los acuerdos diplomáticos.Me restregué el rostro y me levanté. La impotencia a veces quería gobernarme, pero estaba desesperada.—Es una agonía —sollocé de nuevo.No podía contro