La chica que no disimulaba para nada su mirada, se quedó estática admirándolo.
Alan de inmediato se molestó al sentir la mirada tan desagradable. Irene cubrió una sonrisita con su mano y Alan se acercó a ella. Ella estaba sentada, pero él se puso de pie frente a ella con una mueca de desagrado, (No exactamente por ella). Le hizo una señal con la cabeza para que se fueran.
A la mañana siguiente, Irene completamente recompuesta, se estiró en la cama y sonrió relajada. Se sentó y, recordó que estaba tan exhausta el día anterior que, como los pesados días de la oficina, casi se movía solo en automático.Miro a su alrededor y vio el enorme ventanal el mar se veía esplendido, se puso de pie y caminó hacia él. La vista era hermosa y hasta utópica.
Con una mirada de tonta, se quedó congelada en el lugar. Alan volvió a sonreír. – Lo siento, te debo un paseo y una comida decente.Se puso de pie nuevamente y extendió su mano frente a ella. Irene de igual manera sonrió y tomo su mano.
El mesero esperó toda la tarde por noticias, no hizo su renuncia o fue a hablar con nadie. Esperaba por lo menos poder ver que ella estaba bien, aunque sea una vez antes de irse.Toda la tarde, se corroboró que ella estaría perfectamente, ni siquiera él mismo sabia de donde rayos había sacado el valor para hacerse creer su salvador o algo así. Toda la tarde se la paso con cierta molestia e irritación, para sus compañeros, jefes e incluso los mismos clientes les pareció extraño, él siempre fue modesto, amable y atento.
El dolor en el cuerpo y una gran sed la hicieron despertar, con las cejas arrugadas quería cubrir el molesto sol que entraba por la ventana. Pero simplemente se rindió y se dio vuelta para cubrirse la cabeza con una almohada. – ¿Aun tienes sueño? Se escuchó una vocecilla traviesa junto a ella. Con algo de i
Varias horas después, apenas llegar al Aeropuerto, los asistentes de ambos estaban en la puerta. Llevaron cambios de ropa y todo, pero Irene los rechazó. – ¿Sucede algo jefa? Pregunto la chica a Irene.
Al día siguiente, Arturo muy emocionado, presentó nuevamente a Irene. — Bueno, como ya saben y la conocen, mi preciada perla, ahora es oficial y legalmente parte de mi familia y la empresa. La abrazó y le dio un beso en la frente con mucho cariño. La mayoría emocionados se sintieron muy felices por ella, salvo unos pocos. Alguien, con un sabor agrio en la boca, sonrió y aplaudió sin mucho ánimo. No importaba cuanto tratara de superarlo ella era como una obra de arte que había terminado en el fango de los cerdos. Alan tenía una pésima reputación, y, muchas mujeres miraban a Irene con burla y desdén. ¿Cuánto tiempo Alan podría serle fiel? Sólo quedaba esperar, y todas, estaban dispuestas a intentarlo. Ése hombre no era cualquier cosa, era guapo, ambicioso y arrogante. Por muy caballeroso que se mostrara, todas sus secretarias inmediatas creían conocerlo a la perfección. No importaba si tenía esposa, siempre que pudieran tener por