Capítulo 3; Decisión desesperada.

Lara Adam, se sentía miserable, por la vida que estaba llevándo.

Se había quedado dormida cuándo escuchó una pelea, los gritos de su padre nuevamente llegaban a su habitación, de nuevo  estaba discutiendo con Miranda, quién lloraba y le pedía que entendiera que aquella noche le había ido mal, pero su padre se negaba a entender y escuchó dos fuertes golpes, estaba por salir de la habitación cuando sintió los fuertes pasos de su padre, que pasaba frente a su  recámara. Se mantuvo quieta por al menos diez minutos y luego salió en dirección a la habitación de Miranda, la encontró llorando débilmente, su corazón se encogió de tristeza, sin entender por que ellas estaban pasando por todo aquello.

-Hola, cariño- Miranda, se secó las lágrimas- dejé tu comida en la cocina. ¿Cenaste?

-Si lo hice, muchas gracias.

-Me alegra- sonrió débilmente- ¿cómo te fue hoy en la cafetería?

-Yo pensé que me había ido bien hasta que llegue a casa, hoy traje más del doble y aún así, me golpeó- suspiró- dijo que no alcanza ni para sus chicles, es una persona horrible.

-La vida es horrible- dijo con una sonrisa temblorosa, queriendo expresar su deseo de acabar con su miseria.

-No, No Miranda.- la miro con dolor- otras personas llevan vidas menos dolorosas, es solo que. . . no hemos tenido suerte, pero mejoraremos, lo se.

-Me meteré a la cama, estoy cansada.- no tenia animos de entrar en un intercambio filosofico de ideas con su hermana.

-Me gustaría dormir contigo hoy- fue una frase, más bien una petición.

-Hay suficiente espacio para las dos- sonrió- y me hará bien un poco de compañía.

Los días siguientes no mejoraron, Miranda, trajo más dinero a casa, pero ella no conseguía un nuevo empleo, y menos uno que le pagará mejor que la señora Roberta. Aún recordaba el día en que había ido hasta allá para disculparse por no poder seguir trabajando.

La mujer, le había dicho que ella era una buena trabajadora y que si el problema era el sueldo, en cuánto tuviese más experiencia podrían llegar a un acuerdo. Lo intentó durante una semana, pero siguió recibiendo golpes de parte de su padre, cada noche al llegar a casa. Él nunca estaba contento con el dinero que ella llevaba, y eso la hacía sentir cada vez más frustrada, así que unos días después había decidido abandonar el puesto en la cafetería para buscar algo más en dónde pudiese recibir más dinero, pero aquello no había sido lo peor, su padre había enfurecido gradualmente, a medida de que pasaban los días y no conseguía nada más, ya no sabía qué hacer e internamente sólo lloraba por lo infeliz que era, ¿cómo era posible ser tan desdichada solo con dieciocho años?

Llegó a casa con miedo a entrar, no quería otra reacción explosiva de parte de su padre, o la mirada de burla de parte de su madre, aún no entendía como su propia madre podía mantenerse inmóvil e inmutable ante el maltrato que su esposo les daba, mientras el padre la golpeaba, ella permanecía inmóvil.

En cuanto abrió la puerta tuvo el deseo de correr en dirección a su habitación, cerrar la puerta con el pestillo y no salir de allí jamás, pero la voz de aquel hombre la detuvo.

-Lara.

-Si, padre- dijo caminándo hasta él.

-Dame buenas noticias, hermosa- le sonrió, mostrando esa enorme hilera de dientes- ¿ cuánto tienes para mí, hoy?

-Yo. . .- inicio nerviosa, e inmediatamente sus ojos se llenaron de lagrimas.

-¿Tú. . .

-Lo siento, padre. No pude encontrar nada, nadie me da la oportunidad de trabajar y. . . - se detuvo de inmediato cuándo lo vio levantarse rápidamente de la silla y caminar hasta ella, la tomó del cabello con fuerza, tanto que ella sintió que la elevaba del suelo unos centímetros, apretó la boca y los ojos con fuerza para evitar llorar.

-Por favor, por favor padre, me duele, me duele demasiado. . . por favor- sollozó débilmente.

-Hoy no comerás nada- le dijo furioso acercando su rostro a ella.

-Pero, ayer. . . tampoco comí, tengo demasiada hambre- dijo llorándo, pensando que lo poco que había logrado ahorrar en su trabajo con la señora Roberta, ya lo había gastado, alimentándose un poco durante aquellos días en los que caminaba desde que salía el sol, hasta que se ocultaba, buscándo y suplicando trabajo.

-Me importa muy poco cuánta hambre tengas, no trajiste dinero a casa, no hay comida, agradece que te dejo dormir bajo mi techo, que enorme estorbo resultaste ser, tan bonita y tan inútil- la arrojó con fuerza contra la pared, la debilitada Lara, sintió como el aire abandonaba sus pulmones- Ahora vete, apartate de mi vista antes de que. . .- elevó su mano como si fuese a golpearla y ella se encogió esperándo la bofetada, cuándo no la recibió, entonces con dificultad se alejó, sintiéndo como poco a poco, volvía a respirar con normalidad. Contuvo las lágrimas, realmente estaba muy hambrienta. En cuánto llegó a su habitación se percató que la puerta de la habitación de Miranda estaba entreabierta, fue hasta allí y llamó suavemente, un par de segundos después Violeta le abrió.

-Hola, Cariño- le sonrió.

-Hola- la observó de pies a cabeza- ¿puedo pasar?

-Claro, cariño. Adelante- abrió la puerta para que ella pasara, así lo hizo, se sentó en la cama mientras observaba como su hermana se retocaba en el espejo. Era muy hermosa, tenía el cuerpo lleno de curvas, una espesa melena rubia, que brillaba como el oro, ojos verdes, profundos. . . aunque tristes- en la cocina he dejado tu cena- Lara, quiso llorar.

-Padre dijo que hoy no podré comer- su hermana se giró hacia ella y la miró frunciendo el ceño- no pude encontrar nada hoy.

-Te lo dije cariño, no es fácil- suspiró.

-Además, padre dice que si no encuentro algo. . . tendré que ir a dormir a la calle- sus ojos se llenaron de lágrimas- Tengo tanta hambre, Miranda.

-Iré a hablar con él, ¿cómo tendrás fuerza para trabajar si no te alimentas?, No puede mantenerte sin comer, va a matarte de inanición, además la comida se compra con mi dinero- dijo decidida.

-No lo hagas- le rogó- capaz y enfurece y termina golpeándonos a las dos. Yo. . .- desvío la mirada triste- quizás pueda comer mañana- sus ojos se llenaron de tristeza y las lágrimas fluyeron libres. Miranda, se acercó con los ojos brillando de lágrimas.

-Te prometí que te protegería, te he fallado Lara, no puedo protegerme ni a mí misma- su labio inferior tembló- No sabes cuánto lo siento, que todo esto esté pasando.

-No te preocupes, no tienes la culpa de nada.- le dijo animandola.

-Lara, quizás podría darte un poco de dinero para que te escapes ahora y comas fuera.

-Es peligroso, él podría verme, ambos están en la sala bebiendo- suspiró.

-También podrías esperarme despierta, o yo te despertaré cuándo llegue de trabajar, te traeré comida, lo juro- Lara, sintió el ardor en su estómago, miró a su hermana intensamente y le dijo;

-Llévame Miranda, iré a trabajar contigo- acababa de tomar una decisión desesperada.

-No, no, no Lara, ya te lo dije- sus ojos se cristalizaron - tú eres mejor que esto, éste mundo no es para ti- miró por algunos minutos, se alejó un poco, su mirada se tornó sería y preocupada.- No, No Lara, yo no te quiero en este mundo.

-¿Entonces qué hago, me dejó morir de hambre, dejó que padre me muela a golpes, me voy a dormir a la calle dónde puedes pasarme cosas peores?- dijo angustiada- ésta no es una decisión fácil, Miranda, pero es la más inteligente,. Quizás para ésto nacimos, para. . . ser. . . damas de compañía- dijo triste.

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