Capítulo 2: Acorralada

Los ojos de Demian House la miraban severos, había una mueca en su gesto que indicaba que estaba furioso, era fácil notarlo.

Liliana tembló, podía observar su rostro perfecto, como si pudiera delinearlo con sus dedos.

—¿Estás bien? —preguntó

—Sí —balbuceó con voz temblorosa.

Solo en ese momento, Demian dejó a la joven sobre el suelo firme, aunque ella aún batalló por mantenerse en pie.

—¡¿A dónde demonios crees que ibas?! —espetó el hombre con furia, sus ojos castaños casi parecían sacar chispas de rabia.

Un escalofrío intenso recorrió el cuerpo de la chica, quien retrocedió asustada

—Yo… ¡Escaparé de ti! —exclamó y se lanzó a correr, los ojos enfurecidos de Demian la siguieron, su mirada se volvió gélida, no fue hacia ella con prisa, en cambio, esperó a que ella se frustrara.

Liliana intentó abrir el portón de hierro, era inútil, ni siquiera permitía ver hacia afuera.

Cuando vio a esa imponente figura caminar hacia ella, lanzó un grito, pero fue inútil, ese hombre la cargó al hombro, la llevó consigo de nuevo ella estaba ante su gran poder.

Ella gritaba, pataleaba, se resistía tanto como podía, pero ante la fuerza de Demian House fue vencida, él la bajó de sus brazos, y a la mitad de las escaleras se detuvo porque ella seguía peleando.

—¡Estoy aburrido de este juego tonto, Liliana! Será mejor que entres a tu habitación, deja de bailar en mi paciencia, o me conocerás.

Liliana le miró asustada, pero su enojo fue fuerte.

Ella intentó alejarse, forcejearon a media escalera, él quería que se calmara, sentía que perdía el control, nunca conoció a alguien tan terca en su vida, hasta que Liliana sin pensar se alejó, empujándolo con fuerza, el hombre retrocedió y cayó de la escalera.

Liliana abrió ojos enormes al verlo rodar, lanzó un grito, y lo vio al fondo de la escalera, parecía inmóvil.

El corazón de la joven retumbó, pensó lo peor

Ella bajó despacio, sus ojos lloraban, su corazón latía desesperado.

Herirlo no era lo que quería, al acercarse, se puso de cuclillas frente a él, tocó su mano para sentir el pulso, descubrió que su corazón latía, no estaba muerto.

Por un instante, pensó en escapar, vio en su bolsillo las llaves, y las tomó, podría huir, estuvo a punto de hacerlo, pero verlo ahí tendido, la hizo sentir culpable.

¿Podía abandonar a su suerte al hombre que fue su benefactor por años?

—Liliana… Liliana, mi amor… —balbuceó el hombre

Ella se quedó perpleja, un empleado abrió la puerta, y al ver al hombre sobre el suelo, se asustó.

—¡¿Qué hiciste?! ¿Lo mataste?

Liliana negó asustada.

—¡No! ¡Soy inocente! —exclamó desesperada.

Escucharon como Demian se quejaba, el empleado intentó levantarlo, era inútil.

—Es más fuerte que una losa de cemento —sentenció

Demian abrió los ojos.

—¿Qué…? Rayos, me duele hasta la médula —aseveró, Demian se levantó tanto como pudo, y el empleado lo ayudó a subir la escalera, paso a paso.

Liliana tembló, tenía las llaves, aprovechó y decidió huir, salió a toda prisa, tenía un gran llavero con varias llaves, no sabía cuál abría el portón; intentó con una, luego con otra, hasta que escuchó como alguien se aclaró la garganta tras ella.

—El jefe me indicó que, si se marcha, el pequeño niño Carlitos, será vendido por su madre por dinero, nunca volverá a verlo, su destino será atroz.

La joven tragó saliva, ¿Cómo pudo olvidar a Carlitos? Su benefactor prometió salvar a ese pequeño de su cruel destino, mientras ella fuera a su lado.

Liliana asintió, decepcionada.

—¿Dónde está?

—En su habitación, quiere verla.

Liliana lanzó las llaves al suelo, nunca se sintió tan acorralada, pensó en Carlitos, era un pequeño niño que llegó al orfanato a los dos años, ese lugar era horrible para ella, pero, ese niño fue su refugio, ella lo adoraba, sin embargo, la antigua jefa del orfanato lo había enviado en manos de su cruel madre para ahorrarse gastos, y la mala madre juró venderlo por dinero.

Ella subió la escalera, su corazón temblaba, al entrar, miró al hombre recostado en la cama, él sonrió con descaro.

—¿Dónde está Carlitos? —exclamó con voz severa

El hombre miró sus ojos fijamente.

—Pronto lo traeré aquí, contigo, no te angusties por él, parece que es todo lo que te importa.

—Sí, tú no me importas nada, ¡eres un demente! —exclamó rabiosa.

Demian hizo un gesto de enojo, pero luego se echó a reír, mientras ella lo miró con desconcierto.

—Liliana Mars, eres una fiera, casi me matas, ¿Estás decepcionada de no haberlo hecho? —exclamó con una sonrisa de mofa.

Él alzó su mano y alcanzó a tomarla del brazo, ella no pudo escapar, él la acercó tanto, ella pudo oler su perfume, sentir su aliento cálido.

Liliana pensó que estaba ante el mismo diablo, no podía escapar de él.

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