Samuel bajó la cabeza, decepcionado. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero las contuvo con fuerza. José Manuel, que había estado en silencio, sintió un nudo en la garganta al ver la angustia reflejada en el rostro de Eliana y la tristeza en su hijo.—Pero… ¿de verdad éramos novios? —preguntó Eliana con cautela, dirigiéndose esta vez a José Manuel.Él levantó la mirada y sus ojos, llenos de una mezcla de dolor y anhelo, se clavaron en los de ella. Su corazón latía desbocado, como si estuviera al borde de una revelación que lo cambiaría todo.—Sí —dijo finalmente, su voz ronca por la emoción contenida—. Lo éramos.Eliana lo miró fijamente, tratando de encontrar en su rostro una verdad que su mente se negaba a recordar. Sintió algo extraño en el pecho, un calor familiar que la reconfortaba y la inquietaba al mismo tiempo. No entendía por qué, pero la forma en que José Manuel la miraba hacía que su corazón latiera más rápido.Samuel observó la escena con los labios apretados. No entendía
A la mañana siguiente, Isaac apenas había logrado dormir. Su mente no dejaba de pensar en Eliana, en lo que encontraría al verla después de tantos días de incertidumbre. Se removió en la cama, sintiendo el peso de la preocupación en su pecho. Desde que aterrizaron, todo se había sentido extraño. Estaba en su hogar, pero al mismo tiempo, no.Finalmente, se levantó antes de que el sol iluminara completamente la ciudad. Caminó hasta la sala con pasos silenciosos, intentando no despertar a Gabriel ni a María José. Sin embargo, al llegar a la cocina, la encontró allí, preparando café.—Despertaste temprano —comentó ella sin mirarlo, removiendo la cucharilla dentro de su taza.—No pude dormir bien —admitió Isaac, pasándose una mano por el rostro.Se hizo un silencio incómodo entre ellos. Desde que llegaron, apenas habían hablado más allá de lo necesario. Él sabía que María José estaba tratando de darle su espacio, pero también notaba la incomodidad en sus gestos, en su forma de esquivar su
José Manuel se removió en la silla, incómodo por la postura en la que había dormido. Su cuello le dolía, y sus músculos estaban tensos por la falta de descanso. Parpadeó varias veces antes de incorporarse lentamente, frotándose el rostro con ambas manos para despejarse.Fue entonces cuando sintió una presencia extraña en la habitación. Frunció el ceño y levantó la mirada con cautela. Su expresión se endureció de inmediato al ver a Isaac de pie junto a la cama de Eliana.El impacto fue inmediato. Su corazón dio un vuelco, y el sueño se evaporó por completo de su cuerpo. Se puso de pie casi de golpe, el ruido de la silla arrastrándose sobre el suelo rompió el silencio de la habitación.—¿Tú? —soltó José Manuel en un susurro ronco, aún sorprendido.Isaac se giró hacia él con expresión seria. En sus ojos había un sinfín de emociones: angustia, cansancio y un atisbo de culpa.—Llegué esta mañana —respondió con voz firme, aunque había un matiz de nerviosismo en su tono—. Vine a verla.José
Eliana sintió el calor reconfortante de la mano de Isaac entrelazada con la suya. Su presencia le brindaba una sensación de seguridad, como si todo lo que estaba fuera de su alcance y su memoria perdida no importara mientras él estuviera ahí. Cerró los ojos por un momento, disfrutando de la paz que le brindaba esa cercanía.Pero algo la inquietaba. Había una sombra en la habitación, una presencia que no lograba descifrar.Cuando volvió a abrir los ojos, su mirada recorrió el espacio hasta detenerse en la figura de un hombre que la observaba en silencio.José Manuel.Sus rasgos eran serios, sus ojos oscuros reflejaban una mezcla de angustia y… ¿esperanza? Algo en él parecía gritarle que lo reconociera, que buscara en su interior un recuerdo, un instante, un lazo que los uniera. Pero en su mente solo había vacío.Frunció el ceño con confusión.Se giró lentamente hacia Isaac y, con voz suave pero llena de incertidumbre, preguntó:—¿Quién es él?El silencio cayó sobre la habitación como u
María José recorrió con la mirada cada rincón del apartamento. Aunque era amplio y acogedor, con muebles elegantes y una vista privilegiada de la ciudad, no podía evitar sentirse fuera de lugar. No era su hogar. No lo había construido con Isaac. Y, lo peor de todo, sentía que nunca lo haría.Suspiró pesadamente mientras pasaba la yema de sus dedos por la superficie de la mesa de centro. Todo estaba impecable, como si nadie hubiera vivido allí en mucho tiempo.Desde que habían llegado, Isaac apenas había estado presente. Salió temprano en la mañana y no había llamado, no había enviado un mensaje, ni siquiera había preguntado si necesitaban algo.Miró hacia la cocina, donde la bolsa de pan que compraron el día anterior seguía intacta. No tenían mucha comida, pero tampoco tenía ganas de comer.Gabriel jugaba en la alfombra, deslizándose pequeños carritos por el suelo con una concentración absoluta. A diferencia de ella, él parecía haber encontrado una especie de paz en ese nuevo espacio,
Los días pasaban con una calma engañosa, como si el mundo hubiera decidido darle un respiro a Eliana mientras su mente seguía atrapada en el limbo entre recuerdos perdidos y emociones que no podía comprender. Su recuperación avanzaba, pero con cada día que pasaba, su corazón se enredaba más en una maraña de sensaciones confusas.Isaac era su refugio. Con él se sentía segura, como si el simple hecho de verlo le recordara que no estaba sola. Su voz, su risa, la manera en que le hablaba con dulzura y paciencia, todo en él la reconfortaba. Cuando Isaac estaba cerca, no sentía la angustia de no recordar su vida anterior. Era fácil sonreírle, apoyarse en él, permitir que la cuidara.Pero luego estaba José Manuel.Cada vez que lo veía, una extraña punzada la atravesaba, como si su cuerpo reaccionara antes que su mente. Su presencia la descolocaba, su mirada la hacía sentir vulnerable de una manera diferente. No entendía por qué, pero cuando él entraba en la habitación, su piel se erizaba y s
Eliana sintió un nudo en la garganta mientras observaba a José Manuel sentado a su lado. Había algo en su mirada, en la forma en que la contemplaba con una mezcla de ternura y tristeza, que la inquietaba. Su corazón latía con una extraña expectación, como si su cuerpo supiera algo que su mente no recordaba.Dudó antes de hablar, pero la incertidumbre la estaba consumiendo.—José Manuel… —su voz salió en un susurro—, dime algo…Él parpadeó, volviendo su atención completamente hacia ella.—Dime… —continuó Eliana, bajando la mirada a sus manos que jugaban nerviosamente con la sábana— ¿Antes del accidente… seguíamos juntos?El silencio se instaló entre ellos como una barrera invisible. José Manuel sintió un golpe en el pecho, como si aquellas palabras lo desarmaran. No esperaba que ella preguntara eso tan pronto, no cuando todavía luchaba por recuperar sus recuerdos.Inspiró profundamente, buscando cómo responder sin abrumarla.—Es complicado… —murmuró, desviando la mirada por un instante
José Manuel sintió una punzada en el pecho. No quería responderle, no aún. No quería que su frágil memoria se llenara de información de golpe, pero tampoco podía esquivar la pregunta.—Es… es alguien muy allegada a nosotros—respondió con evasivas, sin querer mentir pero tampoco revelar toda la verdad.Eliana notó que él evitaba mirarla directamente. Su respuesta, en lugar de tranquilizarla, solo alimentó su confusión. Un vacío extraño se formó en su interior, como si, en el fondo, supiera que aquella mujer significaba algo más de lo que él estaba dispuesto a admitir.—Siento que… —susurró, desviando la mirada hacia sus manos—. No lo sé, José Manuel. Cuando escuché su nombre… sentí algo raro, como si mi corazón lo reconociera antes que mi mente.Él tragó en seco. No podía negar que una parte de él deseaba que ella no recordara nada, que pudiera empezar de cero sin el peso de lo que habían vivido antes. Pero al mismo tiempo, sabía que eso era imposible.—No te esfuerces demasiado —dijo