El heredero secreto del Alfa
El heredero secreto del Alfa
Por: J. I. López
Capítulo 1: Rechazada y exiliada

¿Me vas a amar por siempre?

Toda la vida voy a amarte, porque tú eres la única para mí.

—Debes de irte ahora mismo, porque si no lo haces, acabare contigo y con tu padre —

Aquella promesa ahora solo yacía en su memoria.

Soy una mestiza, ¿Aun así me amas?

Si, te amo hoy y para siempre, por ello, siempre serás mía.

—¡Es una mestiza! ¡No es digna de ser la Luna de un Alfa! —

Aquella sangre impura por la cual la habían despreciado toda su vida, le escurría por la espalda herida.

¿Vas a marcarme algún día pasa ser tu luna?

Si, llevarás mi marca toda tu vida, para que así todos sepan que tu perteneces a mí, y solo a mí.

Aquella marca en su espalda, la había recibido antes de tiempo y en contra de su voluntad, por el mismo hombre que le había prometido amarla por siempre, y que ahora permanecía callado tras de su padre, quien la amenazaba de muerte.

—Usted no tiene derecho de tratarme así, yo no soy culpable de mi nacimiento, ni tampoco soy culpable de la marca que llevo en mi espalda, su hijo me ha elegido como su Luna, ¡Esa es la verdad! — gritaba aquella jovencita mirando a su amado en busca de una palabra que detuviera aquella locura. Sin embargo, aquel jovencito, tan solo había desviado la mirada, permaneciendo en silencio.

El sonido de una bofetada rompía con los murmullos de los lobos que miraban con desprecio a aquella jovencita que yacía forzada en el suelo junto a su padre, ante el poderoso Alfa Enegor, líder de la manada sangre pura Fenrir, quienes despreciaban a los mestizos nacidos de la abominable unión entre un lobo y un humano.

—¡Cállate, mocosa! Debí asesinarte desde el momento en que mi hijo, el futuro Alfa, puso sus ojos sobre ti, ¡Sangre sucia inmunda! Tuvimos piedad al acogerte en nuestra manada después de que tu desalmada madre humana decidiera abandonarte, ¿Y así es como pagas mi piedad?, ¡Largo de aquí! Tu padre puede quedarse, pero tú, m*****a chiquilla, desde este momento y para siempre, quedas desterrada de la manada Fenrir, la marca en tu espalda no está completa, y nunca ha de completarse, sé que tú, pequeña arpía, sedujiste a mi hijo para que te marcara y así ganar el estatus de Luna dentro del clan, pero estas equivocada si piensas que voy a permitir que mi único hijo haga un vínculo con una asquerosa mestiza — gritaba el viejo lobo completamente encolerizado.

Aquella hermosa jovencita de apenas dieciséis primaveras, miraba a su Ares, el hombre del que se había enamorado, y quien había decidido marcarla en contra de su voluntad antes de tiempo.

—Por favor, Ares, dile a tu padre que me amas, dile que me has marcado en un impulso tonto, que yo no te he seducido…

—¡Cállate! — el lobo viejo la había abofeteado de vuelta. — ¡Por supuesto que no lo has seducido! ¡El es un Alfa y tu solo una indigna mestiza! ¡Fuera de mis tierras! ¡Vete ya antes de que decida asesinarte! — gritaba eufórico Enegor.

Mirando a la hermosa joven de cabellos dorados y asustados ojos grises que presagiaban tormentas, Ares negó, aun cuando la amaba con locura…aun cuando era capaz de dar el mundo por ella.

—No te amo, Eufemia, yo solo quería divertirme un rato y nada más, no era mi intención marcarte —

Y con aquellas palabras, Eufemia Farbauti sentía su corazón rompiéndose en mil pedazos. Ares, su amado, había negado aquel amor que ambos sentían, y con ello, aquellas promesas que desde niños habían jurado a la luna llena, se iban desvaneciendo entre aquellas lagrimas que de sus ojos tormentosos caían sin control.

Siendo arrastrada sobre el lodo y llevada hacia los limites de las tierras de los Fenrir, con el alma completamente rota, la joven loba era expulsada para siempre entre las burlas de los lobos y lobas que desde siempre la habían mirado como poco menos que basura por ser la hija de una mujer humana que tambien la desprecio al nacer.

Levantándose del suelo con su vestido cubierto de barro, y sus blancas mejillas completamente sucias, Eufemia se limpiaba las lágrimas mientras abrazaba a su padre por ultima vez.

—Ten esto, he puesto en tu caja de recuerdos dinero mucho más que suficiente, toma un avión a Estados Unidos, en Salem hay un amigo que cuidara de ti mientras yo puedo arreglar todo esto, el ya te espera. Se fuerte mi Eufi, sé que tú vas a lograrlo — dijo su padre, Félix, dejándole una pequeña maleta junto a su cajita de tesoros.

Y así, despidiéndose de su padre, Eufemia corrió lejos de aquellas tierras que tanto desprecio y dolor le habían dado. Cambiándose la ropa entre la hierba alta, la joven guardaba dentro de aquella cajita, aquel collar que Ares le había dado como prenda de compromiso antes de ser descubiertos y que el la marcara en un impulso tonto de desesperación. Aquella marca le dolía, y tambien, la condenaba a no ser vista por otros lobos jamás, pues, aunque estaba incompleta, ella ya le pertenecía a alguien...a ese cobarde que la había despreciado, que la había traicionado.

Tomando un vuelo hacia tierras lejanas, aquella joven dejaba atrás la traición, dejaba atrás su dolor. Y aquella mansión antigua, Ares lloraba amargamente su cobardía, su debilidad. Había negado a su único amor para mantenerla con vida…y ella jamás iba a saberlo.

10 años habían pasado desde aquellos amargos recuerdos que cada noche llegaban a atormentarla. La marca aun le dolía. Mirándose en el espejo con una gran sonrisa, Eufemia miraba que su vestido luciera impecable; su maquillaje era perfecto, y sus hermosos caireles rubios caían como una cascada por su espalda que nunca estaba descubierta.

Los reflectores se posaban sobre ella, y saludando a sus fans, se acercaba a ellos para autografiar los libros. El tiempo había pasado, y aun cuando la traición aun la heria, había seguido adelante. El mundo humano la había recibido con los brazos abiertos.

—¡Luna olvidada! — gritaban eufóricos y con alegría todos aquellos que a través de sus letras habían llegado amarla y la llamaban por su seudónimo.

Se había cambiado el apellido, nunca nadie iba a reconocerla, después de todo, Ares, ya la había olvidado.

—Señor, tenemos una pista, creemos que ella puede estar en Estados Unidos —

Ares hacia bailar el vino en su copa. Sus ojos zafiro se habían vuelto fríos, en su hermoso rostro había una permanente mueca de desprecio y enfado. Pasándose los dedos entre sus sedosos cabellos negros, dejaba aquella copa de lado.

—Entonces, iremos a Estados Unidos…a encontrar a mi Luna perdida —

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