Regresó Daniel!!! Pobre Cassian ahora sí tendrá las bolas azules. Necesitamos una cadena de comentarios para que ucurra un milagro.
Perspectiva de Arielle.No sé cuántas copas llevo encima. Quizá tres. O cinco. Tal vez una sola, pero estoy segura de que mis mejillas están coloradas y no puedo atribuirlo al licor.Sino a su presencia, que me inunda como si fuera un veneno lento y delicioso. Mientras siento el calor expandiéndose por todo mi cuerpo al tiempo que Cassian me está mirando. Otra vez.Sus ojos oscuros me perforan, me desnudan sin necesidad de tocarme. Son como manos invisibles que recorren mi piel, que la acarician con ese deseo sofocado que no necesita palabras. Haciendo que me sienta sensual, deseada. Viva. Como si el mundo, con sus reglas y obligaciones, se deshiciera cuando él está cerca.Levanto mi copa, y aunque debería brindar por el éxito de la empresa, por el avance tecnológico que revoluciona el mercado… solo puedo brindar por nosotros. Por eso que somos cuando nadie nos ve. Por eso que me atraviesa el vientre y me tiembla entre las piernas cuando recuerdo sus labios bajando por mi escote en la
El chofer enciende el motor del auto mientras las luces de la ciudad se deslizan sobre el parabrisas. Estoy sentada junto a Daniel, y mi cuerpo aún está tibio por la tensión acumulada de la noche. Sus dedos descansan sobre sus muslos con una seguridad elegante, su perfil es iluminado por los destellos intermitentes del tráfico. Se ve relajado, más cercano… humano. Después de días sin verlo, no parece el heredero brillante y engreído que imaginé. Hoy parece más un hombre que quiere que lo miren de verdad.—¿Te apetece una copa más antes de ir a casa? —pregunta sin apartar los ojos del camino—. Conozco un lugar privado. Discreto. Podemos hablar sin interrupciones —sugiere instándome a aceptar su oferta.Dudo por un segundo. Pero asiento. No por el vino. Por la conversación. Por todo lo que ha estado flotando entre nosotros como una niebla espesa desde la boda. Y por la incertidumbre de saber que es lo que quiere hablar conmigo.EL auto se detiene en la dirección que indicó Daniel. Me dir
Entramos a la mansión y el silencio cae como una sábana pesada sobre mis hombros. Los empleados ya están dormidos. No hay murmullos. No hay luces encendidas más allá del débil resplandor de las lámparas automáticas del pasillo. Solo estamos nosotros dos… y el eco de lo que no se dice. El sonido de nuestros pasos sobre el mármol pulido es suave, casi reverente. Subimos la escalera en silencio. Puedo ver con claridad la espalda ancha de Daniel moviéndose. Y, cuando doblamos el pasillo hacia las habitaciones, no puedo evitarlo. Mi mirada se vuelve, por reflejo, hacia la puerta cerrada de Cassian. Mi pecho se contrae. Como si esa simple dirección tuviera un imán que jala todo dentro de mí. No debería importarme. No debería arderme el estómago pensando si estará despierto, si escuchó el auto, si sabe que ya he vuelto a casa con él, con su hijo. No tiene sentido y sin embargo… me quema. Trago saliva con dificultad, bajo la vista y sigo a Daniel hasta la habitación matrimonial.
La mansión está en silencio, ese tipo de silencio espeso que se clava entre los huesos y parece amplificar cada paso, cada respiración, cada latido en el pasillo oscuro, mientras estoy girando el pomo de la puerta. No debería. ¡Dios, no debería! Pero mi cuerpo se mueve antes que mi conciencia pueda detenerlo. Mis dedos tiemblan un poco cuando empujo la madera y me pregunto: ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué estoy aquí? ¿No debería estar en mi habitación? ¿No acaba de prometerme Daniel que respetará el espacio, que me dará tiempo, que quiere conocerme de verdad? Y sin embargo… estoy aquí. Entrando a la habitación de su padre. Elevó mi vista sintiendo como el aroma de su comuna invade todo el espacio, oscuro varonil y tan cautivador como el hombre que lo habita. Cassian está en la cama, tiene el torso desnudo apoyado contra el cabecero de madera tallada. La luz que entra desde la ventana baña su piel en sombras y matices dorados, mostrándome una vez más la figura del pecado, ese hom
Me pongo de pie, con las rodillas todavía algo débiles por lo que acabo de hacer. Mis manos tiemblan ligeramente por la adrenalina de estar en su habitación, de haberle dado sexo oral sabiendo que Daniel está en la misma casa.«Eres una maldita Arielle»Tiemblo porque sé que esto… esto… es como abrir la puerta a un infierno del que no voy a poder salir ilesa. Un infierno de un hombre para el que quizá no significó nada. Porque no quiero cegarme. No deseo pensar que hay algo más que deseo en su forma de mirarme.Por su parte Cassian no dice nada. Solo me mira. Esos ojos oscuros, depredadores, no me conceden tregua. Me recorren de arriba abajo con esa mezcla brutal de deseo y poder. Está ardiendo. Lo veo en la forma en que su pecho sube y baja, en el modo en que aprieta la mandíbula como si estuviera conteniéndose.Entonces se incorpora y sin pronunciar palabra, se deshace del pantalón de pijama. Mi garganta se cierra al verlo desnudo por completo, tan masculino, tan despiadadamente per
Cassian se mueve dentro de mí con una fuerza que me rompe en dos. Cada embestida es firme, profunda, dominante. Sus caderas chocan contra las mías como si el acto en sí pudiera borrar todo lo demás. Como si, al tomarme de esta manera, pudiera reclamar algo que siempre le ha pertenecido. Mis uñas se clavan en su espalda. No me controlo. No quiero hacerlo. Lo araño con desesperación mientras su dureza entra y sale de mí, como un castigo… o una súplica. No sé cuál de los dos es más culpable. Pero en este momento, en esta habitación, no me importa. Cassian baja la cabeza y su boca busca la mía. Me besa con la misma urgencia con la que me toma, su lengua se hunde en mi boca al mismo ritmo que su erección golpea mi centro. Me domina por completo. Me consume. Y yo me dejo llevar. Porque aquí, en esta cama, él no es mi suegro. Es solo un hombre devorándome. Un hombre que me desea con una m*ldita lujuria que no se puede fingir. Y yo… soy una mujer perdida en el fuego que él enciende. N
Apenas logro recuperar el aliento cuando me deja suavemente en la cama, pero no me da tiempo a pensar, a procesar, a nada.Cassian se separa solo lo necesario. Se queda de pie al borde del colchón, sus ojos clavados en mí como si fuera su maldita adicción. Mientras que yo aun sigo temblando, con el corazón latiendo acelerado, y lo veo tomar mis piernas y levantarlas hasta colocarlas sobre sus hombros. Su agarre es firme, decidido. Lo conozco ya… y sé que esto no será suave.Me clava la mirada. Y luego, con un movimiento brutal, se hunde en mí y un gemido desgarrador se me escapa de inmediato. Es demasiado. Demasiado profundo.Demasiado intenso.El sonido de su cuerpo chocando con el mío llena la habitación, el golpeteo húmedo y crudo de sus testículos golpeando mi carne en cada embestida me arranca jadeos, gritos, súplicas entre dientes. Cassian gruñe con fuerza, con los dientes apretados, y me embiste como si pudiera fundirse conmigo. Como si necesitara marcarme, llenar cada espacio.
No sé cuánto tiempo ha pasado. Solo sé que desde que decidi enrtar en su habitación no hemos parado.Los besos, las caricias, las embestidas… todo lo que Cassian me ha hecho se funde en una secuencia borrosa de placer ardiente. Mis sentidos están entumecidos, mi cuerpo ya no responde con lógica, y sin embargo, cada roce suyo sigue incendiándome por dentro. La boca de Cassian se desliza por mi cuello, por mis hombros, por mi pecho… sus manos exploran cada curva como si aún me quedara espacio por descubrir. No comprendo del todo que es lo que me pasa con este hombre. No entiendo porque me desestabiliza de esta forma, pero estoy disfrutando cada una de sus acciones.Siento una veez más su mano sobre mi rostro, lo acaricia mientras sus ojos marrones recorren mi desnudez, y entonces, me toma de nuevo.Me guía sin palabras hasta ese punto donde pierdo el control una vez más.Un nuevo orgasmo me asalta, más lento, más profundo, como una ola cálida que arrastra mis pensamientos hasta dejarlos