4 ¡Justo a tiempo!

—Gracias por acompañarme, te llamo más tarde — se despidió Abby al dejarla en frente de su casa.

Helena entró y se encontró con su madre haciendo una lista en un trozo de papel. Bob saltó sobre ella moviendo la cola y haciendo círculos a su alrededor.

—Preciosa, no sabía que estabas en la calle, te habría llamado para pedirte un favor…

Su madre la miró con expresión culpable mientras levantaba la nota en el aire.

— ¿Qué necesitas mama?

—Es que olvidé ir de compras esta semana y mira, ya no quedan comestibles, no quiero tener que llamar por una pizza para la cena, me gustaría hacer sabroso hoy…

— ¿Necesitas que vaya a comprar eso? — Se ofreció la joven.

Susan sonrió y se acomodó un mechón rojo detrás de la oreja.

— ¿No te molesta?

—No, para nada, en realidad me gusta la idea de volver a salir, no quiero estar aquí encerrada lo que queda de la tarde.

— ¡Eres un sol! Entonces espero por las compras — y levantando la mirada como si quisiera darle un mensaje subliminal añadió — Tómate tu tiempo…

Helena tomó la lista de las manos de su madre y subió a su auto, hizo amago de encenderlo y el bendito carburador sonó como si fuera a desbaratarse, después de tres intentos rugió y dejó una nube azulada que llenó la cochera como si hubiera un conato de incendio.

Helena suspiró, tal vez tendría que plantearse la idea de Abby de ir a solicitar un puesto en esa empresa para tener la oportunidad de cambiar esa carcacha.

En cuestión de unos veinte o treinta minutos ya estaba comprando todo lo que necesitaba, dedicó el resto del tiempo a caminar en el parque de la reservación junto al lago que ya comenzaba a congelarse.

El móvil sonó con su canción favorita y vio que quien llamaba era su madre. Ya era hora de regresar.

— ¿Tienes todo cariño?

—Sí, compre además algunas cosas que no estaban en la lista, sé que olvidaste anotarlas…

— ¡Qué haría yo sin mi princesa!

—Estoy en casa en un rato.

Helena se sentó tras el volante y subió en volumen de su reproductor en el que se escuchaba de fondo Life in color (vida en color) del grupo OneRepublic, le gustaba la letra, habla de cómo se superan los días grises y se logra ver de nuevo el color en la vida. Y eso era exactamente lo que ella intentaba a diario, apartar el gris.

Iba tarareando la tonada cuando avanzó por la carretera que partía en dos el espeso bosque, la tarde ya comenzaba a enfriarse de veras, odiaba esa época del año, era como si todo su cuerpo la repeliera. Sabía exactamente por qué, por más que quería olvidar las malas experiencias, era casi imposible.

De pronto el vehículo comenzó a fallar, Helena pisó a fondo el acelerador, pero no había respuesta de la máquina.

— ¡Estúpida cacharra! — Exclamó — ¡Esto era lo único que le faltaba a la guinda del pastel! Un cumpleaños tirada en la mitad de la nada y con este frío.

Tomó su móvil para hacer una llamada, tal vez su padre ya viniera de camino, o Abby estuviera cerca, o el servicio de grúas o lo que fuera.

Dio dos golpecitos a la pantalla y al encender noto que no había señal, estaba completamente abandonada a su suerte y sin poder pedir ayuda. Clavó la cabeza sobre el volante y respiró hondo, obligándose a controlarse.

—Ok — Se dijo a sí misma para darse ánimos — Solo es cuestión de tiempo para que a alguien se le ocurra pasar por aquí, seguramente algún buen samaritano podrá llevarme.

La tarde comenzaba a oscurecer, y en la distancia el aullido de los lobos retumbaba en el eco del bosque, los vellos se le erizaron sin que pudiera controlarlo.

—Debo Salir de aquí — Dijo mientras tomaba una de las bolsas de las compras y la metía en su mochila — es mejor caminar, tardaré un rato, pero sé que puedo llegar, no estoy tan lejos.

Helena echó a andar con el aullido de los lobos a sus espaldas, poniéndole los nervios a mil, pero respiró profundo y trató de controlar sus miedos a medida que avanzaba.

De la nada, y sin saber cómo, pudo tomar el olor a almizcle y a madera húmeda, el olor inconfundible a lobo, así como comenzó a escuchar el leve sonido de las garras avanzando entre el bosque.

Se petrificó. Eran lobos, lo sabía, podía olerlos y también podía escucharlo, pensó que se estaba volviendo loca, ¿Cómo era posible que pudiera sentirlos así?

¡No era posible! Solo era un juego de su imaginación, solo estaba teniendo uno de sus ataques de pánico, hacía mucho que no los padecía… ¿O no?

Se dio la vuelta para comprobar su teoría y fue cuando los vio. A los dos. La loba roja y su pareja, aquel lobo negro que la acompañaba. Eran más grandes de lo que podía recordar.

—No… esto no puede estar pasando… — Negando con la cabeza como si quisiera desaparecer lo que estaba viendo.

Sacudió la cabeza para poner en orden sus pensamientos y apretó los ojos con fuerza, seguramente era el efecto de su cumpleaños y todo lo que traía consigo el recordatorio del día más terrorífico de su vida, pero al abrirlos seguían ahí, y caminaban amenazantes sobre ella.

Helena se dio la vuelta y apretó el paso echando a correr mientras escuchaba las patas de los lobos sobre el suelo y sus respiraciones agitadas. Corrió tan fuerte como sus piernas se lo permitieron, pero ellos eran demasiado rápidos, esta vez no lograría escapar.

Justo cuando pensó que estaba perdida, el chillido de unas llantas derrapando sobre el pavimento la sorprendió, un vehículo plateado hizo un giro casi imposible y se detuvo interponiéndose entre ella y los lobos.

— ¡Sube! — Alguien le gritó desde dentro — ¡Ahora! — La orden fue enfática y la chica ni siquiera dudó en obedecer.

Helena logró entrar casi de un salto en el interior del vehículo y cerró la puerta tras de sí.

Al levantar la mirada un par de ojos dorados la miraban con preocupación, el rostro hermoso del empresario se deformaba de la ira.

— ¿Estás bien? ¿Te hicieron daño? ¿Te tocaron?

Las preguntas salían de la boca de Vasil como un tropel atropellado y sin tiento, sin darle espacio a Helena de responder. Su voz parecía más a un rugido animal que a la voz humana.

— ¡Voy a matar a esos malditos!

Dijo saliendo del vehículo y tirando la puerta con fuerza.

—No, ¡es peligroso! — Gritó Helena, pero ya era tarde… La frase quedó colgada en el aire, ya él estaba fuera del auto.

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