De asistente a esposa del CEO paralítico
De asistente a esposa del CEO paralítico
Por: Lala-Sula
Capítulo 1: Ser regañada y recompensada

Corría de un lado al otro porque no encontraba mi bolso. Estaba en graves problemas, el señor Castagnoli no le agradaba la impuntualidad y yo estaba por hacer enojar a mi jefe por ser tan tonta.

— ¡Madre, ¿has visto mi bolso?! — grito mientras me peino el cabello en el moño que siempre uso.

— ¡Debería estar en el sofá! —grita mi madre desde su habitación y yo corro hacia este sin poder encontrarlo.

— ¡No esta!

— Busca en las divisiones del espaldar y donde te sientas, seguramente esta allí! — grita mi madre mientras sale de su habitación con su pasaporte en manos.

Casi metiéndome en el sofá, encuentro la billetera que llevaba media hora buscando.

— ¡Eureka! — grito levantando en alto mi billetera.

— Siempre es lo mismo, me sorprende que seas tan organizada en un trabajo tan exigente y en casa seas un desastre. — se queja mi madre.

— Mamá, estas hablando de tu hija. No seas así de cruel — me quejo y mi hermana sale de su habitación con su pasaporte.

— No dice mentiras, Dove. Eres un desastre aquí. Se te olvida donde dejas todo, menos mal tienes tu cabeza pegada al cuerpo o se te olvidaría donde la tienes — dice mi hermana mayor Marcela y yo gimoteo.

— Claro, como se van de paseo para San Andrés, ahora están molestándome para que llore.

— Ya lloraste lo suficiente porque tu jefe no te dejó ir a este paseo, decir algo más es innecesario— dice mi madre y yo quiero llorar nuevamente.

— Ve a tu trabajo. Solo serán dos días lejos. Quedamos en volver a ir cuando tengas tus vacaciones. Así que, solo has pospuesto nuestras vacacione familiares, hermana— dice Marcela y yo gimoteo.

— Creo que te quedan solo diez minutos para llegar a tu trabajo. — dice mi madre y yo abro mis ojos.

— ¡Debo marcharme ahora! — digo y de inmediato, abrazo y beso a mi madre y hermana— ¡Que tengan buen viaje, las amo!

— ¡Y nosotras a ti, Dove! — gritan las dos y yo me marcho corriendo hacia la entrada del pequeño apartamento donde vivimos.

Sabiendo que no me queda mucho tiempo, tomo mi bicicleta y pedaleo tan rápido como puedo, sintiendo mi corazón en mis oídos, porque si no llego a tiempo, mi jefe podría matarme.

Tan rápido como mis piernas me lo permiten, paso a cada lado de los autos detenidos por el trancón que hay por todos tener que ir al trabajo. 

Con mi alarma del reloj sonando, diviso la empresa en la que trabajo y como si estuviera por morir si no hago las cosas rápido, dejo la bicicleta en su puesto lanzándola desde lejos y corro hacia el ascensor que esta por cerrarse.

— ¡Un momento! — grito colocando mi mano justamente en medio de las dos puertas que golpean mi mano cuando estaban por cerrarse completamente.

El dolor me hace emitir un quejido lastimero, pero, ignoro este cuando las puertas se abren sin algún problema.

‘Hoy es mi día de suerte…’ me digo mentalmente, pero, esa frase queda en el olvido cuando veo el rostro frio de mi jefe.

— Louis, creo que además de ser un hombre paralitico, tengo problemas visuales o mentalmente, porque estoy viendo más desarreglada a mi secretaria causando daños a mi empresa, cosa que es imposible que ella haga porque debería estar en su puesto de trabajo esperándome, ¿no es así, Louis? — pregunta mi jefe mirándome con frialdad.

— L-lo siento, señor— digo con voz temblorosa.

— Fuera— ordena él y yo retrocedo para que el ascensor cierre sus puertas.

Sabiendo que estaré en graves problemas si no llego primero que él, corro hacia las escaleras, mientras escribo en el grupo de la empresa de solo empleados, un código que ellos conocen a la perfección; código negro.

Pocas veces me ha sucedido estos atrasos, pero, para estos momentos, mis amigos me ayudan y comienzan a pedir el ascensor en cada piso dándome tiempo de subir las escaleras y llegar a tiempo a mi lugar de trabajo.

Con el alma a punto de abandonar mi cuerpo, llego a mi lugar de trabajo donde enciendo un abanico mientras seco el sudor en mi rostro, porque realmente hice más cardio del pensado y apenas son las ocho de la mañana.

Las puertas del ascensor se abren y yo me levanto de mi asiento con la agenda del día. El señor Castagnoli me observa detalladamente desde su silla de ruedas y levanta un lado de sus labios, notando su descontento.

— Al parecer fue una alucinación la que tuve en el parqueadero. Es imposible que hayas sido tan rápida— dice mi jefe y yo sonrío mentalmente — como tampoco es posible que no haya visto ese nido de pájaros que seguramente es su cabello.

De inmediato, llevo mi mano a mi cabello y tanteando, confirmo que el moño que me había hecho, no sé en dónde quedó, pero, claramente no estaba en mi cabello. Maldigo internamente mientras cierro mis ojos con fuerzas.

— Lo lamento, señor. No volverá a suceder. — digo y él respira profundo.

— Eres mi asistente, señorita Hill. Eres mi representación visual y también, de la empresa. Así que, ¿Qué crees que pensaran todos si ven que el jefe es un paralitico y su asistente es una mujer con su cabello tan desordenado que parece que un gorrión saldrá de allí? — pregunta mi jefe con evidente molestia.

— Mis disculpas, señor Castagnoli. Esto no volverá a suceder.

— Espero que no vuelva a pasar. Yo no puedo arreglar mi discapacidad, pero, usted si puede arreglar su cabello. Que sea solo una deficiencia la que los demás vean en nosotros. — se queja mi jefe y yo asiento.

— Como usted diga, señor. — digo y él se marcha hablándome

— Ven a decirme lo que haremos hoy, quiero distraer mi mente antes que me vuelva loco porque debo conseguir una tonta mujer que sea mi esposa. — dice el señor Castagnoli y yo trago duro.

Si mi cabello era ya un desastre, mi corazón acaba de volverse igual, ¿Cómo es eso que mi atractivo jefe va a casarse?

Me marcho con el corazón latiendo a mil por el dolor que siento al escuchar lo que mi jefe ha dicho. Aturdida, me peino mientras trago duro. Levanto mi mirada al espejo y suspiro profundo al ver mis ojos nublados

— ¿Por qué vas a llorar? ¿Realmente pensaste que estaría eternamente solos? ¿creíste que eso te daría la oportunidad de ser algo suyo románticamente? Baja de esa nube, Dove. Ese hombre solo te ve como su empleada.

Lo sabía, podía comprender ello en mi mente, pero, mi corazón se negaba a aceptarlo y por ello, con tristeza, camino hacia su oficina con mi cabello ya con su moño. Como siempre, toco la puerta y él me permite entrar.

El brillo del solo sirve como reflector del hombre con su rostro cincelado por Dios, porque solo eso explicaría cuan perfecto es. El mismo creador del cielo y la tierra tuvo que haberlo hecho con sus propias manos.

— Tome, señorita Hill. Feliz día de la asistente— dice mi jefe extendiéndome una pequeña caja que de inmediato recibo.

Esta molesto porque debe casarse, pero, aun con eso en mente, se ha acordado de mí, ¿no es una buena señal?

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